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ENTREVISTA / NUEVO DISCO

Loquillo: "Si la industria musical hubiera hecho los deberes no estaríamos llorando por el IVA"

EUGENIO VIÑAS. 27/03/2015

VALENCIA. Es un gigante en mitad de la habitación. Permanece sentado, inclinado hacia delante como si estuviera preparado para salir en cualquier momento, no importa la dirección. Lo ha hecho con su carrera al menos un par de veces. La primera, casi al principio, cuando grabó Los tiempos están cambiando (1980) y liberó su propio icono. Otra más, en 1993, reivindicando precisamente su apuesta por avanzar estilísticamente en el mundo del rock. Hace ya casi una década volvió a dar un golpe sobre la mesa, "tarde", según él mismo reconoce, cuando se acabó lo suyo con Los Trogloditas.

De Balmoral (2008) a La nave de los locos (2012), se sucederían durante los últimos años discos dispares, de riesgos por ser constantes reinvenciones en torno a las inquietudes cambiantes de un mito intergeneracional. Sin embargo, cuando se prepara para uno de sus nuevos discos de estudio en esta línea, Loquillo presenta Código Rocker (2015), una revisión de algunas de sus canciones iniciáticas. ‘Vaqueros del espacio' o ‘Piratas' son aquellas vibraciones de los novísimos años 80, pero pasadas por el tamiz de una carrera adulta en la que la producción musical y la carretera han acabado elevando el listón.

A sus 55 años, el disco es fresco, desafiante, divertido y ‘urgente' gracias a la banda de rockabilly Nu Niles que le ha acompañado en la grabación. Los directos, para los que asegura no tener "ningún plan" y para los que promete no ensayar con tal de "no matar esa urgencia", tendrán parada en Valencia el próximo 24 de abril en la sala Fussion. Con esta excusa aprovechamos para conversar con algo más que una estrella del rock.

-Código Rocker es otra vuelta de tuerca a tu carrera tras Los Trogloditas. ¿El planteamiento es hacer un disco tras otro siempre distinto al anterior?
-Es que no hay que aburrirse [ríe]. Eso lo aprendí de Johnny Hallyday, que con sesenta y muchos años me decía 'voy a publicar un disco en castellano para acercarme al público latino'. Me sorprendía siempre con estas cosas y yo le preguntaba que por qué, y él me decía que cuantos más años cumples y los que te rodean se van quedando por el camino, más atento tienes que estar en reaccionar y buscar los retos más difíciles. Así que sí, he buscado nuevos objetivos con cada disco, aunque en los discos de ‘los troglos' ya había pinceladas temáticas de lo que acabaría haciendo después. En Código Rocker hay canciones de aquella época inicial, pero ahora están hechas ‘como deberían ser'.

 -Esa parece la clave de este nuevo disco, como si hubieras filtrado el sonido de aquella época a través del conocimiento de producción y de sonido que has ido adquiriendo durante tu carrera.
-Esto precisamente lo vi hace muy poco cuando le puse el disco a Sabino [Méndez]. Se levantó, me abrazó y me dijo <<¡por fin hemos hecho una canción como era!>>. Entonces no teníamos los medios ni existían grupos a nuestro alrededor de doo-wop. Por eso tiene sentido hacer este disco, porque no tiene nada que ver con versionarme a mí mismo, como me han dicho. Si tú coges la obra de gente como Luis Alberto de Cuenca encuentras que en su último poemario hay rectificaciones sobre textos iniciáticos. Es algo que no debería asustarle a los músicos: si con el paso del tiempo no te ha gustado cómo ha quedado una canción, vuélvela a grabar.

-La capacidad de rectificar es algo que va ligado al prodigio de tener en España una carrera musical de largo recorrido.  ¿Te sientes privilegiado?
-Reconozco que soy una rara avis, pero también porque me lo he buscado. Supe dar los pasos adecuados en el peor momento, y ahí hay una parte de intuición y otra de suerte. Si lo diseñas como una estrategia, no te sale igual. Por eso, si en el 93 no llego a parar y abandono la dinámica de la radiofórmula y me encuentro con Gabriel [Sopeña], no estaría aquí. Es el momento de reconocer que el disco La vida por delante lo cambió todo en mí. Vi que era posible hacer cosas en la música que ni me había planteado.

¿Nunca has sentido vértigo con estos aspavientos de estilo?
-A mí se me puede decir de todo, pero hay algo que nadie me puede rebatir y es que he hecho lo que he querido. He buscado siempre nuevos retos partiendo siempre de la base de que el peor soy yo. En el momento en el que siento que con la gente con la que trabajo el mediano o el más alto soy yo, ahí sé que la estamos cagando. Todos los demás tienen que ser mejor que yo porque aprendo. Meterte en un estudio sabiendo que eres mejor que los que tocan, mejor que el productor, mejor que cualquiera... eso debe ser un horror.

-Nunca ser el mejor, pero sí mantener a gala un carisma muy marcado. ¿Lo echas en falta en músicos más jóvenes, de una siguiente generación a la tuya?
-Yo veo a Arizona Baby, a Jota [Los Planetas] o Santi Balmes [Love of Lesbian] y creo que tienen muchísimo carisma. Arizona Baby, llegando adonde querían ir por el camino más largo y con el estilo más difícil, Santi Balmes, resolviendo por qué la música indie en España no podía ser para el gran público. Me quedo con eso porque no soporto a los artistas que se pasan todo el día haciendo lo mismo, porque de qué vas a hablar. No es una cuestión de estilos, sino de ética. Por eso puedo estar con Luis Alberto de Cuenca y luego con los Nu Niles, porque con ambos me lo paso que te cagas.

-Entonces, lo que os une a todos es una ‘calidad' ética.
-Lo que no sé es cómo seré con 65 años [ríe]. El rock está llamado a tocar los cojones, pero con sentido del humor e inteligencia. Es lo que nos hace diferentes. Pero en un sentido colectivo o ético, ha de tener un sentido de autogestión e individualismo nato. Es algo que nos diferencia mucho por ejemplo con el mundo del cine, donde hay un mayor concepto de familia o de unidad familiar. Eso les hace fuertes después para reclamar derechos y nos hace a nosotros más débiles, pero también tiene su lado positivo eso de que cada uno vaya a su bola. El símil es el baloncesto: un deporte individual que se juega en equipo. Volvemos a la cuestión de ser el peor en todo, porque cada uno de los miembros con los que yo trabajo serían la hostia indivudalmente, pero si los juntas a todos y sabes gestionar su talento es la hostia.

-Siempre te has rodeado de equipos de trabajo con los que has estado a gusto. ¿Consideras que has sabido gestionar el talento?
-Sí. Considero que he tenido cierta virtud en ello, pero no siempre. También he sido excesivamente generoso. De alguna forma me negué a crecer por el romanticismo de tener una banda de rock'n'roll... los colegas, qué guay somos... pero, de repente, hay gente que se queda atrás, que no trabaja lo suficiente, porque no quiere mejorar, porque cree que todo ya está hecho. Y ahí es cuando tienes que cortar y yo tardé unos cuatro años en hacerlo. Me pudo el instinto romántico de pensar que vas a ser The Who o los Rolling Stones. La diferencia es que ellos cuentan con unas cantidades de dinero que les hacen moverse cuando todo va mal. No es nuestro caso.

-¿Vislumbras el final de tu carrera?
-Me queda algún reto, como hacer un doble disco, pero que no sea una paja mental. Cuando lleve cuarenta años en esto empezaré a ver la salida, me habré licenciado [hace referencia a la jubilación].

-El crowdfunding ha irrumpido en la sociedad española especialmente durante los dos últimos años. ¿Los momentos se parecen bastante más de lo que se cree?
-El movimiento no depende de uno, y eso es importante. Por otro lado, el inicio del siglo XX llegó tras la I Guerra Mundial. Hacen falta revoluciones y, por ello, creo que la peluquería la está gustando.Pero cambian las tecnologías, los métodos y las fórmulas, como es el caso. No creo que en esencia nos separen mucho.

-¿Qué mimbres de las nuevas generaciones te gustan.
-Me han gustado siempre Los Planetas. Apostaron por ello y crearon el indie para las masas. Lo más relevante es que la gente no tiene ya prejuicio por posar en este momento con el idioma, pero alguien lo tenía que hacer con gusto.

-¿Qué no te gusta del 'nuevo sistema' discográfico?
-El artista es dueño de si vende, regala o comparte su trabajo. Yo mismo tengo discos colgados en la Red se escuchan online y otros que solo se pueden comprar. Hay que encontrar el equilibrio y es lo verdaderamente difícil. 

-Ahora entre la industria de la música y el resto de artes se repite como un mantra la necesidad de bajar el IVA cultural. ¿Se resuelve todo ahí?
-No. Hace años, 30 o más, empezó la industria discográfica en España. Si en tres décadas hubiéramos creado una industria no andaríamos llorando por el IVA cultural. Pero no todo se reduce a eso. Hay que hacer autocrítica. Cuando ves que la gala de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres es un homenaje al pop, sientes envidia. Pero nosotros en España, los autores, hemos vivido a salto de mata. Han pasado 30 años y que mal hemos hecho todo en este sentido...

-¿Te desconcierta no hablar a ninguno de ellos de políticas culturales?
-Es que ni una sola vez... cualquiera coge el programa y dice, este es mi plan económico, este es mi plan social... ¿y cuá es el cultural? A mí no me sirve que vayan a bajar el IVA cultural, porque eso al fin y al cabo, el día de mañana, vendrá la Unión Europea y obligará a bajarlo. Es un absurdo. Pero también me desconcierta que nosotros hemos visto como 'se lo vendíamos muerto' a los señores de Miami. Es posible que estuviéramos llamados a hacer negocio con la música en Sudamérica, pero son ellos los que se han ganado ese terreno y lo hemos mirado de forma impasible. Solo espero que, empezando por la SGAE, se profesionalce el entorno. Es algo que desde luego pertenece a una nueva generación a la que veo mucho más preparada.

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