Un proyecto aparcado un lustro en un cajón. Un guión que lo podrían haber escrito cuatro monos de una sentada. Un director primerizo que acepta una propuesta que nadie quería. Actores teens salidos de la televisión con menos recursos que un botijo. No cabe duda, Ouija (Stiles White) tenía todas las papeletas para ser un fiasco de dimensiones históricas y, sin embargo, se convirtió en el gran estreno del pasado Halloween en EEUU. Con un presupuesto de cinco millones, logró recaudar 20. El próximo viernes 5 de diciembre llega a España, habrá que ver si el milagro se repite.
El guión, la verdad, no da mucho de sí, pese a estar firmado por un experto en la materia como Juliet Snowden (Boogeyman, El Origen del Mal, Señales del Futuro). Un grupo de jóvenes se reúne alrededor de una ouija para intentar establecer contacto con una amiga muerta en extrañas circunstancias. "Espíritu, ¿estás ahí?". Pues vaya que si está, y se los empieza a cargar a todos. Con matices, un argumento más visto que el tebeo desde 13 Ghosts (William Castle, 1960).
UNA IDEA ORIGINAL
Lo curioso de este éxito de taquilla -lo único paranormal de esta historia- es que el proyecto nació de un tipo acostumbrado a convertir en oro todo lo que toca: Michael Bay (Transformers, Pearl Habor). Un buen día, en 2008, se levantó flamenco y se le ocurrió una brillante idea tras ver Paranormal Activity (Oren Peli, 2007): ¿por qué no hacer una película en la que un trozo de madera fuera el protagonista? Sería el nuevo Jumanji (Joe Johnston, 1995).
La idea era muy original. Sin contar El Exorcista (William Friedkin, 1973), debe de haber una docena de películas en las que la ouija era una de las protagonistas. La primera, tan antigua como Straight is the Way (Robert G. Vignola, 1921).
Había antecedentes, como las tres entregas de Wichboard (Kevin Teney, 1986), así que a Bay se le ocurrió otra genialidad: comprarle a Hasbro los derechos del juguete para poder usar el nombre en el título. En la juguetera debieron de pensar que el dinero lo regalan, no en vano había vendido en los últimos años los derechos para adaptar al cine el Monopoli, Hundir la Flota y así hasta llegar a siete de sus productos más vendidos.
BUSCANDO DIRECTOR
Una jugada maestra. La noticia se anunció a bombo y platillo e incluso se habló de un presupuesto de 100 millones (99 parecían pocos y, quizás, 101 sonaba a derroche). Lo siguiente era convencer al resto de la Humanidad de que el proyecto iba a ser un éxito. Parecía pan comido. Sin embargo, pagar una leña por algo que podía haber hecho gratis (hay docenas de ouijas patentadas) y no usar la original (por la que había pagado) no hacía presagiar nada bueno.
La respuesta a las pretensiones de Bay fueron unánimes: nadie quería saber nada del proyecto. Ni siquiera que McG (Los Ángeles de Charlie, Terminator Salvation) se comprometiera a ponerse tras las cámaras ayudó mucho. Al final, la película quedó cancelada. Luego, no se sabe por qué, Universal accedió a dar luz verde al proyecto. Sólo puso una pequeña condición: rebajar el presupuesto un 95%.
El famoso productor accedió a hacer la película pero, acostumbrado a convertir su apellido en un reclamo, decidió esconderse tras el latiguillo de "el productor de La Matanza de Texas" (la versión de 2003, no se vayan a creer). Aun así, y pese a que había perdido todo el entusiasmo por la cinta, logró un éxito de taquilla que, al menos, le ha servido para cerrar bocas. En pantalla duró menos de un mes, pero eso era lo de menos.
ORÍGENES
Por mucho que se empeñen los amantes de lo paranormal, los antecedentes de la ouija no se pierden en la historia. De hecho, está totalmente acreditado que se inventó (o al menos se patentó) en 1854, cuando el profesor de música berlinés Adolphus Theodore Wagner registró el primer "Psicógrafo, o aparto para indicar los pensamientos humanos por medio de la electricidad nerviosa". El invento caló entre los contactistas de la época y Allan Kardec (el padre de la religión espírita) se encargó de divulgarlo en su obra El Libro del Médium.
Sin embargo, el verdadero mérito del éxito del invento hay que buscarlo en EEUU y en la patente de Charles Kennard de 1890. Este avispado hombre de negocios (junto a su socio William Maupin y el inventor Elijah Jefferson Bond) fue el primero que supo ver el negocio que podría suponer el cachivache en un país obsesionado con los muertos desde que las Hermanas Fox fundaran, en 1848, el espiritismo moderno.
EL MITO
Pero probablemente, el mayor mérito de la historia de la ouija lo tiene William Fuld (ex trabajador del anterior) que la fabricó en serie. Él fue el que se inventó que la palabra era la suma de dos "síes" (en francés y en alemán) y enterró la versión anterior de Kennard de que significaba "buena suerte" en egipcio. Pero lo que hizo de oro a Fuld (y a su herederos) es que en 1950 registró la palabra, y son esos derechos (y no la tabla propiamente dicha) lo que tiene la juguetera Hasbro.
Aunque son muchas las leyendas sobre las trágicas historias que rodean a la tabla parlante, son todas falsas. Ni permiten contactar con el más allá ni abre la puerta a las posesiones demoníacas. Eso sí, ha dado pie a una legión de coleccionistas que el próximo 23 de abril se reunirán para celebrar el 125 aniversario del invento en la llamada OuijaCon. Algunos modelos son muy curiosos, como el rosa (para niñas) o el diseñado por Ozzy Osburne.
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