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CRÍTICA DE CINE

Perdida
Fincher encuentra su cine de inflexión

EUGENIO VIÑAS. 13/10/2014 Uno de los grandes directores de cine de masas flaquea con una película maquillada por su brutal talento como realizador

 

VALENCIA.  David Fincher nunca ha escondido su intención de hacer cine para las masas.  Ajeno al curso de las grandes universidades del gremio en las costas de Estados Unidos, su vinculación a la industria llegó desde lo más bajo, siendo uno más en las vastas producciones de El retorno del Jedi o Indiana Jones y el Templo Maldito. Arrancaban los 80, él tenía ‘veintipocos' y era un ‘currela' de LucasFilms acostumbrado desde los 8 años -ha asegurado- a filmar historias.

Una vez en el entorno, quiso hacerse notar de la forma más rápida posible, aunque con dos géneros despreciados por los ortodoxos del arte cinematográfico: haciendo publicidad (y dirigió para Sony, Levi's, Pepsi, Nike...) y haciendo videoclips (para Madonna, Aerosmith, George Michael...). El segundo ámbito estaba denostado porque acababa de nacer y porque el product placement era el eje vertebrador de las historias desde el nacimiento de MTV. La publicidad, por su parte, estaba mal vista por ser exactamente lo que es: un campo ajeno a la expresión de ideologías. Pero Fincher mostró su gran habilidad para contactar con un público global.

La oportunidad para debutar como director de cine tardó aún un tiempo, pero llegó con una buena continuación de Alien (Alien 3) y después esperó a tener un gran proyecto para empezar a hacer marca propia. El proyecto llegó, su nombre era Seven (1995) y estaba escrito por un semidesconocido Andrew Kevin Walker. Un año más tarde, aceptó la que sería su penúltima apuesta con un guión original, al dirigir The Game, escrita por John Brancato y Michael Ferris.

David Fincher, este año

Los guionistas citados no consiguieron jamás un éxito similar al de las películas que Fincher realizó. Su inteligencia dirigiendo, su capacidad de convertir buenas historias en cuentos universales, su dominio de transiciones, semiótica y el uso del color para intensificar las historias, convertían en innegable sus posibilidades en Hollywood. Si la magia de llevar a imágenes una buena historia parecía sencilla con él al frente, ¿por qué arriesgar con guiones originales si ya existen los best sellers? Fincher y su entorno aceptaron ese estudio de mercado que es vender mucho papel.

La habitación del pánico, obra del guionista David Koepp -que hasta puso cuatro millones de dólares de su bolsillo para que Fincher la realizara- fue su última licencia al riesgo del guión original. Antes, El club de la lucha fue la primera novela publicada por el maldito Chuck Palahniuk. En cuestión de meses, su visceralidad y su violencia habían contagiado a medio mundo, el libro se traducía como la espuma y, antes de que otro se adelantara, Fincher compró sus derechos. El resultado fue icónico y un referente que apenas ha envejecido en 25 años.

Tras esta consagración llegó Zodiac, best seller escrito por Robert Graysmith, El curioso caso de Benjamin Button, best seller de Francis Scott Fitzgerald, La red social, best seller de Ben Mezrich, Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres, best seller de Stieg Larsson, y ahora, Perdida, best seller de Gillian Flynn. Todas las novelas comparten el honor de haber sido superventas, sin bajarse de los millones de copias distribuidas antes siquiera de que Fincher pasase a interesarse por su adaptación cinematográfica. Pura teoría del win-win que ha funcionado. Hasta ahora.

Con el halo de ser uno de los mejores directores de cine vivos, la crítica al parecer se ha rendido ante Perdida, un punto de inflexión sobre esta fórmula de éxito inquebrantable. Por el bien del espectador, por respeto a la buena historia contada por Flynn, todo lo que deben saber sobre la historia se contiene en el siguiente trailer:

El thriller -género por el que tanto ha hecho Fincher- se dispara con un vocabulario y escenas refrescantemente fuertes. El realizador vuelve a ser fiel a la novela y deja que salte por los aires la relación y posterior tormento de una pareja conformada por Ben Affleck y Rosamund Pike. Desiguales en su interpretación, Perdida está desacompasada, porque -pese a lo que sorprendentemente asegura la crítica- el espectador encuentra poca sorpresa en su primera hora y media: ella ha desaparecido y algo funcionaba verdaderamente mal en la pareja, sin que se sepa si es causa, condicionante o efecto de la inflexión de la historia. Además de desacompasada, está descompensada por una profunda razón que al realizador de Denver no se le suele pasar por alto: el casting.

En este caso, Fincher quiso que el foco de atención recayera sobre Affleck, cuya aportación a la película es dudosa. La pasmosidad gestual, la esperada aportación de Celebrity acusada, se une al hecho de tener que pasar el desagradecido trago de hacer de hombre cliché: treintañero aunque a los cuarenta, romántico aunque mal marido, familiar aunque destructor, en forma aunque subido de quilos, atractivo y urbano aunque arraigado y básico, caprichoso pero desempleado y, así, un largo etcétera de valores de contraste para generar dudas y empatía con el espectador.

Rosamunde Pike en el último plano de la película

Así que Affleck, ese buen director de cine (Argo, The town, Adiós pequeña, adios) al que el destino le ha jugado la mala pasada de vérselas como actor, es un peso para el film. No obstante, de su virtud -ser protagonista y a la vez no acaparar la atención de la película- nacen los mejores destellos de Perdida: Rosamund Pike, sin duda, se consagra con un papel letal, en el que el rol de mujer fatal es retorcido sobre su tuerca hasta generar una interpretación candidata a premios. Carrie Coon, hermana de Affleck en la película, también sobresale como secundaria, atormentada y asumiendo las decisiones que la desaparición de Amy (Pike) está generando en su hermano Nick (Affleck) y descubriendo telones de fondo en esta historia de amor.

No obstante, las algo más de dos horas y media de montaje, rezuman espacios de tiempo propios del libro. No son solo las recreaciones cotidianas, sino el tiempo que transcurre entre que los núcleos de interés de la historia se van resolviendo. Obviamente, el juicio únicamente sirve para Fincher y para Perdida, porque es difícil juzgar a este director fuera de su propio contexto de excelencia audiovisual. Pero también cabe reconocer el gran valor del texto original, desmerecido por la película finalmente.

Y es que, como punto de principal interés, Perdida aborda una de los nichos temáticos más vacíos e interesantes en la historia del cine: las consecuencias de la descompensación económica en la pareja. Y no en lo referente a que él o ella sean especialmente potentados y su marido o esposa justo al contrario; esto ya lo hemos visto durante todo un siglo. Más bien se trata de los conflictos cotidianos que genera el trabajo o su búsqueda desde casa, los contratos matrimoniales y la lista -o no lista- de gastos compartidos, y, en definitiva, el desgaste que va sumando este hecho.

De izquierda a derecha: Harris, Tyler, Pike, Affleck, Fincher y Ratajkowski

Fincher se enfrenta, a través de ello, al ‘todo' de la pareja y la familia. Se opone y dispara la presencia de Pike en la película, dando bandazos de víctima a mala malísima, y en el que destaca la corriente de creadores que dejan a la mujer a su suerte como el elemento más nocivo para un entorno concreto. Un extremo que, ya decimos, cada vez está más de moda. Es una crítica al matrimonio y es, también, una crítica a los medios, a los juicios exprés, a la manipulación de la comunicación a partir de un relato marcado por similitudes con historias conocidas. Un relato 'aprovechable' en favor de quien debe dar explicaciones.

La película se nutre de rostros televisivos para su reparto con resultados desiguales: es otra confirmación del trabajo excepcional al que nos tiene acostumbrados Neil Patrick Harris (Barney Stinson en la serie Cómo conocí a vuestra madre) y la aportación esperable por parte de también Tyler Perry (For Better or Worse) y Kim Dickens (Treme y Sons of Anarchy, entre otras). También supone el estreno en el cine de la modelo Emily Ratajkowski, popular tras acaparar la atención en el videoclip de la popular canción 'Blurred Lines' de Robin Thicke. En la película acapara sentimientos de condescencencia, con un papel que cualquiera que no conozca la historia podría imaginar para la imagen que su actividad profesional da de ella. Sin pena ni gloria.

Como director, la musculatura de Fincher es robusta, pero Perdida es un punto de flaqueza en su filmografía. Aún queda mucho tiempo, y pese a las críticas en positivo, es posible que no sea una película de grandes nominaciones y premios. Sí lo es, recaerán sobre su impresionante protagonista, Rosamunde Pike, y para los también magníficos Trent Reznor ni Atticus Ross, encargados de las bandas sonoras de Fincher desde La red social y que vuelven a hacer un trabajo impecable musicando esta película.

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1 comentario

MARISA escribió
13/10/2014 13:43

LA PELICULA MANTIENE EL INTERES,AFFLEK,ESTA CORRECTO, A MI ME GUSTA, ESPECIALMENTE, LA HERMANA

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