VALENCIA Es, sin ninguna duda, una de las películas de la temporada. Boyhood: Momentos de una vida (Boyhood, 2014) se ha convertido en un acontecimiento cinematográfico de gran magnitud por el modo en que ha sido elaborada: Richard Linklater puso en marcha el proyecto en 2002, cuando rodó las primeras imágenes con Ellar Coltrane, el protagonista, un niño que contaba siete años. Desde entonces, y hasta 2013, volvió a reunirse una vez al año con el equipo de actores del film (que también incluye a su hija, Lorelei Linklater, Patricia Arquette o Ethan Hawke) para retomar sus vidas de ficción y registrar los cambios físicos que se iban produciendo en ellos. La película, como no podía ser de otro modo, se desarrolla cronológicamente, con lapsos de un año entre los segmentos, que se suceden sin efecto de montaje alguno.
Boyhood cuenta la historia del crecimiento de un chaval del sur de Estados Unidos a lo largo de doce años, en los que pasa de la niñez a la adolescencia y trata de encontrar su identidad en un entorno familiar inestable (padres separados, constantes mudanzas, padrastros inadecuados).
Un argumento que no destaca por su originalidad, aunque Linklater elude pagar los peajes dramáticos que exigen las coming-of-age movies y se ahorra los típicos recursos climáticos exponiendo la vida del protagonista de un modo naturalista, consciente de que su evolución física (y la de los personajes más cercanos a él) es la verdadera fuerza motriz de la cinta. El director dijo una vez que "la verdad solo puede expresarse a lo largo de una trayectoria en el tiempo", y su cine ha sido una búsqueda constante de esa verdad.
EL DÍA Y LA NOCHE
Andrei Tarkovski opinaba que el director de cine es como un escultor, que en lugar de arrancar pedazos de materia a una roca o una pieza de metal, arranca o corta o desecha trozos de tiempo. El cineasta ruso describe la situación ideal de una vida completa, a lo largo de ochenta años de tiempo, a la que se despojaría de todo el material sobrante hasta quedarse con las dos o tres horas que dura una película.
Para él, el cine es el primer arte que captura el tiempo tal cual, no como una abstracción, sino como una realidad. Sorprende comprobar lo cerca que está Boyhood de esa idea, teniendo en cuenta la distancia estética que existe entre Linklater y Tarkovski. De hecho, se diría que la última película del estadounidense es el (pen)último paso en un proceso que se inició con Slacker (1991), su debut oficial (aunque previamente había realizado It's Impossibe to Learn to Plow by Reading Books, en 1988).
Slacker retrata a un puñado de personajes que se van cruzando de manera aleatoria a lo largo del metraje, sin que ninguno de ellos se convierta en protagonista de la película. La cámara sigue a cada uno de ellos durante un rato, captura una conversación o un trayecto y de inmediato fija su atención en otro. Un film fragmentario que, a diferencia de Boyhood, transcurre a lo largo de un día y una noche.
En un momento determinado, una de las chicas que aparecen en la película dice: "El tiempo no existe", pero para el director es una auténtica obsesión. Solo así se entiende que Movida del 76 (Dazed & Confused, 1993), su siguiente largometraje, vuelva a transcurrir en el mismo lapso de tiempo: Cuenta las peripecias de un puñado de estudiantes en su último día de clase, antes de las vacaciones de verano. Una mirada irónica sobre la generación de los setenta que el director convierte también en un ensayo temporal.
No contento con mantener esa unidad de tiempo en sus dos primeros títulos, después rodó Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995), película clave no solo porque es la primera vez que Ethan Hawke se convierte en el 'portavoz' ficcional de Linklater (en afortunada descripción de Carlos F. Heredero), ni porque, de nuevo, transcurra a lo largo de un único día y su noche (¿hemos hablado ya de obsesión?), sino porque se convertirá en la primera parte de una trilogía (entonces no planeada) en la que el cineasta recuperará a los protagonistas cada nueve años.
El tríptico que conforma con Antes del atardecer (Before Sunset, 2004) y Antes del anochecer (Before Midnight, 2013) recuerda el ciclo de películas de François Truffaut centradas en el personaje de Antonie Doinel (Jean-Pierre Léaud), retomado por el director francés en cinco títulos entre 1959 (Los cuatrocientos golpes) y 1979 (El amor en fuga). Boyhood, por tanto, no es la primera vez en que Linklater trabaja con los mismos actores encarnando a los mismos personajes en periodos de tiempo distintos.
Pero si Antes del amanecer abría la puerta a una futura prolongación del tiempo de vida de sus protagonistas, en los años noventa Linklater todavía seguía empeñado en comprimir ese tiempo. La prueba es Suburbia (1996), que transcurre en unas pocas horas. De nuevo se trata de una película de crecimiento: un grupo de veinteañeros de zona suburbana se reúnen en una gasolinera para dar la bienvenida a un colega convertido en estrella de rock, que compartirá con ellos una larga noche en la que no faltarán el alcohol el sexo o los episodios violentos.
ENCOGER Y ESTIRAR
Los experimentos no siempre dan de comer, y Linklater hizo un alto en su proceso de ascensión al estrellato independiente para rodar Los Newton Boys (The Newton Boys, 1998), film alimenticio con Ethan Hwake y un Matthew McConaughey muy lejos aún de ser considerado un actor serio. Después llegaría Waking Life (2001), cinta de animación en la que un personaje deambula por un sueño encontrándose con gente muy diversa (entre ellos, los protagonistas de Antes del amanecer), con la que entabla conversaciones sobre el sentido de la vida y el universo. Un planteamiento que no está lejos del de Slacker y que reincide en otra idea persistente: Las películas más importantes de Linklater podrían reducirse a la fórmula de "gente hablando sobre cosas".
Sin embargo, si el cine es un arte de la imagen, ¿por qué no podemos reducir esas películas al texto de sus guiones? Obviamente, por el modo en que Linklater las cuenta, por su habilidad visual y por su capacidad para manejar el tiempo. En todas ellas, lo que ocurre en off, fuera de la pantalla, adquiere un significado tan importante como las imágenes que nos muestra. La excepción a la regla (relativa, ya que en todo momento se hace referencia a un hecho ocurrido en el pasado y que no vemos) se titula Tape (2001), película fácil de reducir a su condición literaria porque es la adaptación de la obra teatral homónima de Stephen Belber.
Resulta sencillo entender lo que atrajo a Linklater del proyecto, aparte de filmar con un equipo reducido, en formato digital y con solo tres actores (Hawke, claro, además de Robert Sean Leonard y Uma Thurman): La acción de Tape se desarrolla en tiempo real.
La historia del cine contiene bastantes ejemplos de films en tiempo real. Lo era La soga (Rope, 1948), aunque en aquel caso el objetivo de Alfred Hitchcock no era tanto mantener la unidad de tiempo como demostrar que podía rodar una película en un solo plano. Posiblemente, el caso más famoso sea el de Solo ante el peligro (High Noon, Fred Zinneman, 1952). La película dura 85 minutos (los mismos que la acción): Comienza a las 10.35 de la mañana y termina justo a las 12. Una hora y veinticinco minutos de tensa espera (Gary Cooper sabe que unos hombres se dirigen al pueblo para matarle) que resulta más angustiosa precisamente por la presencia constante de los relojes que marcan el lento paso del tiempo.
Si la esencia de Boyhood es la elipsis, el salto temporal, Tape niega el recurso encerrando a los protagonistas en una habitación de motel durante 86 minutos. Stanley Kubrick se llevó a la tumba la elipsis más larga de la historia del cine (los miles de años que transcurren en el cambio de plano que convierte un hueso prehistórico en un satélite espacial en 2001: Una odisea del espacio), pero seguramente estaría orgulloso de Boyhood, un proyecto en el que Linklater ha ido más lejos que nunca en su utilización de los recursos del cine para capturar el paso del tiempo. Lo cual no quiere decir que se dé por satisfecho: No solo ha anunciado que le gustaría volver sobre la pareja de Antes del anochecer en el año 2022, sino que proyecta retomar a los personajes de Movida del 76 situándolos en los años ochenta. Una excelente noticia para sus seguidores y para todos aquellos que, al final de un libro o una película, se preguntan qué será de sus protagonistas en el futuro.
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