VALENCIA. En marzo de 2008, los Rolling Stones y Martin Scorsese presentaron en el Festival de Berlín el documental Shine A Light. En una de las entrevistas promocionales que concedieron a los medios, Keith Richards afirmó: "Toda nuestra vida ha sido filmada; ahí está, en imágenes". No le faltaba razón. Convertida en un fenómeno cultural casi desde el momento de su aparición, la banda británica siempre ha tenido cerca una cámara que la retratara para la posteridad. Además, y a diferencia de otros grupos de rock con abundante filmografía, la suya está llena de películas de relevancia y cineastas de peso.
Prueba fehaciente de las palabras de Richards es el primer documental sobre The Rolling Stones: Charlie Is My Darling (1966), rodado durante la segunda gira irlandesa de la banda (dos fechas en septiembre de 1965), cuando (I Can't Get No) Satisfaction comenzaba a catapultarlos hacia el estrellato mundial. Producida por el propio manager de los Stones, el astuto Andrew Loog Oldham, está dirigida por Peter Whitehead, una de las figuras clave en el Swinging London de los sesenta, que filmó algunos de los acontecimientos históricos más importantes de la época. Por problemas legales sobre la propiedad de los derechos del material rodado, la película no se pudo ver en su versión definitiva hasta 2012, cuando Mick Gochanour restauró el material y se editó en DVD. Una oportunidad única para ver al grupo en sus inicios, tanto delante como detrás del escenario.
En 1968, Jean-Luc Godard, el más controvertido director de la nouvelle vague, se marca el reto de, según sus propias palabras, "unir dos lenguajes: uno musical y otro político", en una película titulada One Plus One. Para poner en práctica el proyecto escoge a The Rolling Stones, que ese mismo año, poco antes del mayo francés, habían publicado el single Street Fighting Man, en sintonía con las numerosas revueltas estudiantiles de la época, incluidas las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Bajo las piedras está la playa, decían los grafitis de París. "Under The Stones, The Beach", reformula el revolucionario cineasta, quien maneja un explosivo cóctel donde los Black Panthers, los mass media, el sexo, la lucha de clases y su ambivalente fascinación por la cultura pop norteamericana corren paralelos a la gestación y desarrollo de una canción mítica, Sympathy For The Devil.
La película, producto de su época y ciertamente irrepetible, resulta única, entre otras razones, también porque el protagonismo no es de las estrellas rock, sino de la mirada del cineasta. Los productores, asustados ante el resultado final, aligeraron el montaje y cambiaron el título previsto por el de la canción, con el consiguiente enfado de Godard. La edición en doble DVD que Avalon puso en el mercado español en 2006 subsanaba el desaguisado, poniendo a disposición del espectador el director's cut, además de un interesante making of firmado por el documentalista Richard Mordaunt.
TESTIMONIOS INCÓMODOS
Inicialmente, Gimme Shelter (1970) tenía como objetivo filmar la gira americana de The Rolling Stones de 1969. Pero los acontecimientos acaecidos en el Speedway Free Festival, celebrado en Altamont (Norte de California), el 6 de diciembre, dieron a la película un significado diferente, convirtiéndola en el epitafio cinematográfico del sueño hippie. Durante el concierto de la banda en el festival, las cámaras captaron con todo lujo de detalles el caos producto de la mala organización, la masificación del público y la contratación de los Hells Angels como equipo de seguridad. Un testimonio sobrecogedor, que incluye el asesinato de Meredith Hunter, un joven espectador negro, a manos de un hell angel.
Los hermanos Maysles y Charlotte Zwerin rodaron el documental según los preceptos del cine directo, evitando el intervencionismo, pero durante la postproducción enfrentaron al grupo con las imágenes, en la sala de montaje, momentos que también recoge la película.
Más polémica aún sería Cocksucker blues (1972), hasta el punto de que la banda prohibió su difusión. Después de haber trabajado con pesos pesados como Whitehead, Godard o los Maysles, los Rolling Stones contrataron al fotógrafo Robert Frank para que documentara su gira americana de 1972, la misma sobre la que trata el libro Viajando con los Rolling Stones, del periodista Robert Greenfield. El tour fue un torbellino de orgías con groupies, consumo de drogas, depresiones nerviosas y encontronazos con la policía, que Frank filmó sin restricciones, al tiempo que mostraba la realidad social en las calles de Estados Unidos. Cuando la vio, Jagger le dijo: "Es una jodida buena película, Robert, pero si se muestra en América nunca más nos permitirán entrar en el país". Así que la banda interpuso una demanda para impedir su estreno y la cinta se convirtió en el título maldito de su filmografía, aunque actualmente puede encontrarse en YouTube.
PRESERVANDO EL MITO
La experiencia de Cocksucker blues cambió algunos hábitos en el entorno del grupo. A partir de entonces, por ejemplo, toda persona contratada para trabajar con ellos tuvo que firmar contratos de confidencialidad. Para no dejar los cines huérfanos de material, en 1974 llegó a las pantallas la versión oficial de la gira americana de 1972, una convencional película titulada Ladies And Gentlemen: The Rolling Stones, que firmó Rollin Binzer. Una versión políticamente correcta y apta para todos los públicos que termina con la asociación de la banda con grandes cineastas (la única excepción futura sera Scorsese). Curiosamente, es la primera de sus películas que se cita en la web oficial del grupo, como si todas las anteriores no hubieran existido nunca.
Que se habían terminado los experimentos quedó aún más claro con Let's Spend The Night Together (1982), donde se impone la fórmula rockumental al uso. Los Rolling Stones entregan las riendas del proyecto a Hal Ashby, un director que se reconoce devoto de su música, pero que no destaca por su personalidad cinematográfica (anteriormente había realizado títulos como Harold y Maude, El regreso o Bienvenido, Mr. Chance). El resultado es una película sin aristas, mero vehículo promocional de una banda que en ese momento ya es el mayor fenómeno de masas de la historia de la música popular, puro stadium rock de proporciones espectaculares.
Cada gira del grupo va teniendo fiel (e impersonal) reflejo audiovisual enfocado al merchandising hasta que los Rolling Stones deciden volver por sus fueros y llamar a Martin Scorsese. Mick Jagger le plantea su propuesta: Que les siga durante una gira mundial completa y use como eje central de la película una multitudinaria actuación en la playa de Río de Janeiro. Sin embargo, se impone la contraoferta de Scorsese: Filmar los conciertos del 29 de octubre y el 1 de noviembre de 2006 en el Beacon Theatre de Nueva York. El director desplegará dieciocho cámaras para capturar hasta el más mínimo detalle de un show organizado en beneficio de la Fundación Clinton, en el que el propio expresidente de los Estados Unidos presenta a la banda, que interpreta su repertorio histórico acompañada en algunos temas por invitados como Jack White, Buddy Guy y Christina Aguilera.
Aunque Scorsese pergeña una tímida intriga inicial fingiendo no conocer el listado de canciones y alterna las imágenes del concierto con abundante material de archivo (entrevistas de televisión, noticiarios), que contribuye a articular la historia de la banda, la imagen que ofrece es la de un grupo de sexagenarios actuando para la alta sociedad neoyorquina. Al fin y al cabo, los Rolling Stones ya son para entonces esclavos de sí mismos y de su leyenda.
En los últimos años han seguido llegando con regularidad a los estantes (que ya no a los cines) documentales acerca de la banda, en su mayoría producciones televisivas. Desde Stones In Exile (2010), donde Stephen Kijak (director del notable Scott Walker: 30 Century Man, 2006) fija la mirada en el proceso de creación e influencia de una de las obras maestras del grupo, Exile On Main St. (1972), hasta Crossfire Hurricane (2012), un recorrido histórico por su trayectoria, coincidiendo con la conmemoración de su medio siglo de carrera en activo, y dirigido por Brett Morgen, uno de los autores de la interesante El chico que conquistó Hollywwod (The Kid Stays In The Picture, Brett Morgen y Nanette Burstein, 2002). Una filmografía en perpetuo crecimiento ha ido de más a menos y que, sin duda, seguirá aumentando en el futuro.
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