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VALENCIA. Los resultados de las elecciones europeas siguen arrastrando consecuencias. El presidente del PPCV, Alberto Fabra, anunció la pasada semana que acometería cambios en la formación 'popular' previa consulta con las presidencias provinciales del partido. Una decisión que implicaba un cambio en la línea de actuación llevada hasta ahora por el presidente de la Generalitat y que pasaba, necesariamente para los barones, por el relevo del secretario general de PPCV, Serafín Castellano.
Este lunes, Fabra convocó a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y a los tres presidentes provinciales del PP, Alfonso Rus (Valencia), José Císcar (Alicante) y Javier Moliner (Castellón) para analizar la situación del partido y consensuar un nombre para suceder a Castellano. El encuentro, pese a que se había citado previamente en el Palau de la Generalitat, ha tenido lugar en un restaurante céntrico a la hora de comer y se ha prolongado durante varias horas.
Finalmente, el acuerdo principal se ha centrado en el nombre de la nuevo secretaria general. La consellera de Infraestructuras y secretaria general del PP de Castellón, Isabel Bonig, ha sido la elegida para el puesto, según han confirmado fuentes conocedoras de la reunión. Un nombre que ha situado sobre la mesa Fabra y que ha contado con el respaldo de Moliner. Más debate hubo con Rus y Barberá, dado que en el organigrama Valencia no queda representada en la cúpula, puesto que el presidente es de Castellón, la nueva secretaria general será también de esa provincia y el número tres, César Sánchez, procede de Alicante.
DOS AÑOS CON EL PPCV EN TENSIÓN
A lo largo de sus casi tres años como jefe del Consell y del PPCV, Fabra ha contado con un grupo muy reducido de colaboradores tanto en el Ejecutivo como en el partido. Uno de ellos, sin duda alguna, es el todavía secretario general de la formación 'popular' y titular de Justicia, Serafín Castellano. Un dirigente hacendoso y experimentado quien, no obstante, generaba profunda desconfianza en el presidente provincial del PP de Valencia, Alfonso Rus, y de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.
Rus, quien trató en vano de que Fabra no adoptara la decisión de nombrarlo en el congreso de 2012, manifestó a los suyos su disconformidad y les instó a no formar parte de la Ejecutiva diseñada por el presidente, además de promover el voto en blanco en el citado cónclave regional donde se iba a conformar la nueva dirección del partido y que también incluía el nombramiento del propio Fabra. Finalmente, apenas hubo fugas de los afines a Rus -Máximo Caturla fue uno de los pocos que aceptó el ofrecimiento de integrarse en la nueva Ejecutiva- y el voto en blanco fue de casi el 20%. La nueva dirección quedó compuesta por un buen número de dirigentes afines a Serafín Castellano, además de algunas piezas de Rita Barbéra, Císcar y Moliner.
Ya al timón del partido, los movimientos estratégicos de Castellano desde la secretaría general, dirigidos frecuentemente a apuntalar su posición e incrementar su cuota de poder, empezaron a generar roces con el presidente provincial de Alicante, José Císcar, y su homólogo de Castellón, Javier Moliner. La tensión fue creciendo: a finales de 2012 se vieron los primeras rifirrafes con el congreso de Nuevas Generaciones del PP, algo que se trasladó posteriormente a los cónclaves comarcales y locales. Aunque sin estridencias públicas, Císcar y Moliner tampoco comulgaban con la gestión y maniobras de Castellano, especialmente cuando afectaban a su territorio. En Alicante, también escocieron los movimientos de respaldo a ciertos dirigentes en su día afines a Eduardo Zaplana, con quién el presidente no ha ocultado además su buena simpatía.
Finalmente, las quejas de las direcciones provinciales llegaron a Génova. Una situación que, unida a los resultados flojos resultados electorales, han propiciado el interés desde Madrid en que Fabra buscara el relevo en la Secretaría General del PPCV.
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