VALENCIA. Sabemos de CuldeSac que son avanzadilla creativa de Valencia en la última década. Que entre sus clientes se encuentran Aston Martin, Bentley, H&M, Seat, Tiffany, Valentine... pero también jamones Castro y González. Que trabajan por balanceo entre sus distintas células (diseño de productos e interiores, eventos, construcción de marca). Que "han sabido internacionalizarse de manera muy reflexionada", señala Paco Ballester, de DissenyCV. Que, como me había dicho una de sus integrantes, Ana Valls, "CuldeSac se ha convertido en un adjetivo".
Pero, ¿y qué hay más allá de una puerta metálica, casi críptica, ubicada tras la calle Uruguay y la calle Venezuela, en el Patraix sur? La puerta da paso a un espacio que parecería que yace suspendido, sin ninguna conexión con su entorno, sino fuera por un ruido constante y una primera bocanada de hiperactividad. Antes todo esto -lo que ven en la foto- era una freiduría de patatas y escuela de arte encajonada entre viviendas de protección oficial.
"Estábamos a punto de elegir un local en la calle Cuba. Íbamos a firmar el contrato a las 5 de la tarde. Pero un rato antes pasamos por aquí y la mujer de la inmobiliaria nos dijo: os voy a ensañar esto pero yo no voy a entrar porque está lleno de pulgas. Entramos, todo era oscuro excepto un agujero que tenía la uralita y por el que entraba un haz de luz. Alberto y yo lo vimos y lo decidimos en el momento: será aquí".
Habla Pepe García. Junto a Alberto Martínez creó CuldeSac después de que uno y otro se hubiesen obviado durante años.
"Pepe y yo -toma la palabra Alberto- estudiamos juntos en el Royal College of Art de Londres. Pero no nos habíamos hecho ni caso. Luego nos presentaron. Él estaba trabajando en pijama en un piso de la Avenida de Francia, ganando premios. Yo me iba al extranjero pero tenía que hacer la objeción de conciencia y no podía salir del país. Me dedicaba a diseñar flyers para discotecas. A las 9 de la mañana, recién duchado, iba a los afters a cobrar".
El nombre les llegó como en un pálpito. "Haciendo marcha atrás con el coche, Pepe pronunció CuldeSac'. Y ese término aunaba lo que queríamos: se entendía en muchos países, en valenciano tenía un sentido porque era como el fondo de un bolso, donde cabe todo".
Sabiendo todo eso, supero la puerta metálica. Al otro lado, un bullir casi selvático sobre el que los vecinos se preguntan cosas.
"Pasean al perro y dicen, ¿qué habrá aquí?. La primera vez que llegué -me cuenta Alicia Matallín-, y como no hay cartel en la puerta, pensaba que me había equivocado".
"La gente elucubra. Se creen -señala Pepe García- que tiene algo que ver con la iglesia que hay al lado, ".
Dos canes pequeños, Duna y Pipo, circulan entre la maraña de jóvenes. Podrían parecer los talleres de una escuela con más de 40 alumnos a punto de la sublevación. Hay alemanes, franceses, canarios, catalanes, una hija de un diplomático palestino y una ahijada de la Reina Sofía.
Xavi Sempere, director creativo, me recibe.
-¿Por qué un espacio como este?
-Creo que ha influido Dani Nebot y Paco Bascuñán. Su grupo, 'La Nave', era el mito para nosotros. Un conjunto de amigos que se conoce y con un nivelón, viniendo de la nada, en Valencia, cambia la historia del diseño en España. Eran como el Elvis de los 50. También es verdad que el Royal College of Art, donde estuvieron Pepe y Alberto, está lleno de espacios abiertos donde uno si quiere se monta una tienda de campaña o se pone una bandera.
Al escuchar su nombre, Pepe García acude a la llamada: "todo está a la vista, todo está puesto por las paredes, con el objetivo de poder compartirlo. Porque si te lo guardas en un cajón no se comparte".
-¿Qué hacéis en Cul de Sac?
-Pepe García: "Más que un estudio de diseño, nosotros trabajamos para que un negocio funcione".
Xavi Sempere: "Por ejemplo, todo el mundo dice que en España se fabrica muy bien, pero luego lo pones al lado del italiano y el italiano, además de fabricar, hace otras cosas de puta madre y se lleva el gato al agua. Ahora las empresas valencianas comienzan a esforzarse y a invertir también en su marca, en que la tienda sea bonita, en que refleje sus valores, en vender intangibles. El caso de Ulanka es representativo".
Pepe García: "Ulanka es una empresa valenciana de zapatos que funcionaba muy bien pero estaba en un momento de decaimiento".
Xavi Sempere: "De repente el de al lado, sus competidores, se compran un traje bonito, se ponen guapos, y dices... ¡hostia!".
Pepe García: "Y tu cliente crece y evoluciona y si tú no lo haces con él, te quedas atrás".
Xavi Sempere: "La época de bonanza hacía que se vendiera bien y fácil, por lo que te dedicabas a surtir al mercado y no te daba tiempo a cuidar otras cosas".
Pepe García: "Esa frase tan valenciana de "Qui estiga bé que no es menege". Pero han tenido que moverse. De un mero aparcamiento de zapatos han pasado a tener tiendas con las que identificarte".
Xavi Sempere: "Levis y Converse no venden vaqueros o zapatillas, sino no hubieran durado tantos años. Venden mucho más, una idea".
Pepe García: "En cuanto empaquetas el concepto y funciona, puedes implementarte en muchos más sitios".
Xavi Sempere: "Por ejemplo, a raíz de su cambio Ulanka ha abierto una tienda en plena Oxford Street de Londres. Esto es la creatividad al servicio del negocio. Simplemente".
De entre la ebullición, y apareciendo como desde cualquier rincón, llega Sophie von Schönburg-Glauchau, directora de CuldeSac Experience, la espora dedicada a la gestión de eventos. Sophie es una alemana andaluza que trabajaba para Lladró en Nueva York, más tarde en Valencia como su jefa de prensa, hasta que hace 7 años se metió en la nave: "éste es un espacio caótico y ruidoso. O te encanta o lo odias. Hay muchos días que vengo y me molesta tanto ruido, pero te entrenas para que tu cabeza vaya a 3.000 por hora. Cualquier solución a cualquier problema, la tienes a tu lado".
- ¿Cuál es tu misión, Sophie?
-Con los eventos generamos un escenario para que la marca o el producto brille, es cuando nos preguntamos cómo hacemos para que destaque por encima de otros. Por ejemplo Aston Martin eligió Valencia para hacer una de sus presentaciones porque para ellos era un lugar de tradición y vanguardia. Ellos querían hacerlo en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, pero decidimos llevarles a lugares con cierto secreto que les fueran contando pequeñas historias para terminar probando el coche bajo el Mercado Central.
-Todos los que están en esta mesa, junto a ti, ¿qué tienen en común?, ¿por qué los fichaste?
-Es gente lo más peculiar que he encontrado. Fotógrafos, diseñadores, arquitectos... Pero a todos les interesa una cosa: contar historias.
-¿Suelen estar mucho tiempo en CuldeSac?
-Somos muy escuela. Muchos se forman y luego dan el salto a para irse a Francia o Inglaterra, o montar su propio negocio.
-¿Conocías Valencia antes de llegar para trabajar con Lladró?
-No, no, sólo de paso para ir a Ibiza. Desde el principio me impactó lo apasionados que son los valencianos por su tierra, no he conocido a nadie que lo sea tanto. Ya en Nueva York los valencianos hablaban con una gran pasión de Valencia. Y por un lado está lo mucho que todo el mundo valora la calidad de vida de aquí, pero al mismo tiempo hay cierta baja autoestima, aunque es general es en toda España.
-¿Cuál es el motivo?
-Hay una falta de trabajo en común por luchar por los mismos objetivos. En pocas partes hay tantos diseñadores como en Valencia. Si nos hiciéramos fuertes seríamos un altavoz de la hostia.
Hora del café. "Pepe, què vols?". Junto a un naranjero en la pequeña terraza, Alberto Martínez, fundador junto a Pepe, se sienta mientras fulmina una ensaimada. La voluntad porque todos los miembros de la empresa acaben contagiándose ideas, estando cerca los unos de los otros, lanzando flechas al unísono desde flancos distintos, se palpa en todos los movimientos. Si este hombre gobernara compuertas, las dejaría abiertas para provocar mezcolanzas gremiales. "Me gustaría que el poso que quedara de nosotros fuera la forma con la que hacemos las cosas". También hablamos de la cocina, piedra rosetta en las relaciones humanas del lugar: "Aunque a Xavi y a mí nos echaron porque cocinábamos muy mal". Juan Poveda, uno de los 5 socios, capta la esencia de la energía que generan: "el cliente compra nuestra vida entera, compra parte del movimiento de este espacio. Por cierto, tú viniste una noche por aquí...".
Alberto Martínez tiene una obsesión en los últimos meses: canalizar adecuadamente el fulgor de CuldeSac, su futuro crecimiento.
-¿Qué te preocupa?
-El miedo que tengo es hacernos grandes perdiendo el sentido de familia. Tengo ese temor. Estamos en el momento de saber qué será de nosotros en 5 años, cómo será esta familia. Hay muchas incertidumbres internas, porque esto ha crecido y hay que ver si tiene que crecer más. Es un momento duro.
Y acto seguido se lleva la mano a la garganta, dirección a la nuez.
"Hemos invertido mucho dinero en pensar cuál será nuestra evolución -interviene Xavi Sempere-. Porque podemos quedarnos súbitamente fuera del mercado. Tenemos la enseñanza de los últimos años, con un mar en el que hemos pescado pero que nos ha machacado la piel y hemos llegado a perder valor humano aunque luego lo hemos recuperado".
La inquietud por conservar la manada, el ambiente comunal, flota en el ambiente.
Una vez acabado el café, finiquitadas la ensaimadas, pregunto: ¿cómo debería Valencia rediseñar su estrategia?
Alberto Martínez: "Cuando te haces una herida tienes que esperar a que cicatrice. Quien controla la ciudad ya lo ha hecho lo mejor que ha sabido o ha podido. Va a evolucionar hacia unas generaciones más jóvenes, con otras ideas".
Xavi Sempere: "El propio entorno de calidad de vida podría atraer mucho talento, porque el talento está dispuestos a vivir aquí. En California se vive muy bien, en Valencia se vive muy bien. En California hay una industria y un gobierno que la apoya".
Alberto Martínez: "Estamos en unos años en los que habrá que llenar de contenidos lo que tenemos. Es una ciudad de muchos pequeños grupos interesantes. Habría que unirlos".
Xavi Sempere: "Tú vas a San Francisco y talento e industria son la misma cosa. Aquí hay un tío talentoso de la hostia en Ruzafa pero que no logra conectar con el fabricante de tornillos. En los 80 tuvimos una época dorada del diseño valenciano porque estaba fusionado con la industria. Cuando el fabricante de tornillos se dé cuenta que tiene que dar un 20% de su empresa a un tío talentoso, y el tío talentoso se dé cuenta que debe dejar de dar la espalda a la industria, esto será otra cosa. Eso está por llegar, y va a ser ahora".
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