VALENCIA. Si un domingo a mediodía te sientas en los escalones de La Lonja en Valencia, corres el peligro de que te ocurra lo que al protagonista de Medianoche en París (Woody Allen, 2011). Como si de un mágico sueño se tratara, sufrirás una regresión temporal y ante tus ojos comenzarán a danzar decenas de parejas de otra época. El viaje también será geográfico ya que, de repente, te encontrarás en el Nueva York de los años 30. No te asustes, disfruta, déjate llevar.
Colores vistosos, faldas que dejan entrever algo más de lo justo y elegantes sombreros se mezclan, en la Plaza del doctor Collado, con el sol y la música de Benny Goodman o Ella Fitzgerald. Esther y Ruggero sonríen, bailan y giran, como flotando, sobre un eje imaginario. Ella es azafata de tren y dice que gracias a esta práctica se "evade de todo". Ruggero, músico de 36 años, vino hace ocho a Valencia desde Génova (Italia) buscando un cambio de aires y se "enamoró del swing a primera vista".
Esther y Ruggero son alumnos de Spirit of Sant Louis, una de las escuelas de lindy hop que asiduamente celebra este tipo de encuentros clandestinos en el casco antiguo de la urbe. Dos ejemplos de la nueva fiebre por estos ritmos de principios de siglo XX que han encontrado acomodo y cientos de adeptos en el contexto actual de ciudades como Valencia.
LINDY HOP, LOS ORÍGENES
Si hubiera que señalar a alguien como precusores del swing en Valencia, los dedos índices de todos apuntarían a Álex y Rosa. Más de 20 años como pareja de baile (y sentimental) les avalan; amén de otorgarles potestad para aclararnos mejor ciertos términos: "El lindy hop aporta al swing más variedad de pasos, improvisación y creatividad. Así como la mayoría de pasos o figuras del swing son de seis tiempos, en el lindy hop predominan los de ocho tiempos, recordando en ocasiones al charleston. Con el lindy hop es importante no sólo seguir el ritmo, sino también la melodía".
Por explicarlo de una manera rápida y simple: Lindy hop sería el baile y swing el estilo de música. Siempre en pareja, esta forma de bailar surgió en el seno de los barrios negros de las ciudades norteamericanas y, más tarde (a finales de los años 20), se popularizó en Nueva York como una derivación del charleston. Más tarde, impactó de lleno con la explosión de la Segunda Guerra Mundial. ¿Quién no recuerda la emocionante Rebeldes del swing (Thomas Carter, 1993)? El shag o el balboa son algunos géneros afines al efervescente lindy hop.
En lo sonoro: El swing utiliza instrumentos habituales en el jazz, como una sección rítmica formada por piano, contrabajo y batería. A las denominadas big bands nunca les faltaban metales como trompetas y trombones e instrumentos de viento (saxofón y clarinete) y de cuerda (violín y guitarra).
El swing utiliza preferentemente tempos medios y rápidos, generaliza los riffs melódicos y libera el rol del batería de ciertas restricciones del jazz. Además de los ya nombrados como Goodman o Fitzerald, monstruos como Duke Ellington, Glen Miller o Count Basie han inmortalizado el género.
Álex y Rosa son los responsables de Swingar, la escuela de bailes swing más antigua de Valencia. Sin descanso desde sus inicios (realizan actividades de todo tipo en lugares tan dispares como la Playa de la Malvarrosa, la Universidad Politécnica o la sala Black Note), sus apariciones son ahora más esporádicas y espaciadas. Además, y de ahí la diferencia con el resto de escuelas de la ciudad, no se ponen los años 30 como límite temporal. Es decir, son más abiertos y extienden los tentáculos cronológicos dando cabida a combinaciones y a estilos más propios de los años 40, 50 y 60 como el boogie-woogie, blues y el rock & roll.
LUCHA DE BAILES
Además de la mentada Swingar, en Valencia existen actualmente dos escuelas de swing: Spirit of St. Louis y Black Bottom. Muy activas ambas (es raro el fin de semana que no se concentren para bailar de forma clandestina en algún punto de la ciudad), lo cierto es que no existe una buena relación entre ellas; pero la competencia y las luchas, como en West Side Story, se ciñen al baile.
De hecho, Miguel Cózar (impulsor de Black Bottom) se inició en Spirit of St. Louis, los descubrió en la calle, pero fue hace más de año y medio que decidió montar su propia escuela junto a su pareja, Carla Saz. "Empezamos con 16 personas en el Botànic y, poco a poco, fuimos ampliando, profesionalizando el asunto. El año pasado acabamos el curso siendo 40 personas y ahora ya somos 260".
Black Bottom ofrecen clases regulares cada semana y su actividad principal se centra en el lindy Hop y el charleston. No esconden su querencia por los "air steps" (la parte más acrobática del asunto) y, normalmente, los puedes encontrar los domingos en el antiguo cauce del río Túria (más o menos, a la altura de la Escuela Oficial de Idiomas), además de proponer sonadas fiestas donde, aparte de baile, se montan vibrantes jam sessions con músicos más que curtidos. Sin ir más lejos, en la última edición participó el colectivo SedaJazz, uno de los más veteranos de Valencia.
En el otro bando se encuentra Spirit of St. Louis. La escuela soñada por Javi Molina y Encarny Villarreal hace cinco años es, sin duda, la más potente de Valencia. Dos apasionados del swing, la pareja recorrió el mundo buscando el lugar ideal donde vivir y bailar. Probaron en varias ciudades de Europa y cruzaron el charco residiendo en San Francisco, en Nueva Orleans, en Nueva York... hasta que decidieron materializar sus anhelos aquí. "Al final era o cambiarnos de ciudad o traer el swing aquí".
Hoy Spirit of St. Louis es una de las academias más reconocidas del país con 350 alumnos matriculados y nueve profesores en nómina. Además, la escuela trasciende al baile y acoge y forma a cuatro bandas de música de distintos estilos siempre colindantes al swing.
MIRA QUIÉN BAILA
Que los adeptos a este baile están creciendo de manera exponencial es algo en lo que lo que los expertos consultados están de acuerdo. Para cerciorarse no hay más que acudir a alguno de los muchos encuentros convocados cada fin de semana en Valencia. Reuniones callejeras en torno al baile y la música que por clandestinas (y a diferencia de otras manifestaciones) no han sufrido roces con la Ley: "Nunca hemos tenido ningún problema con la policía. Todo lo contrario, alguna vez se ha acercado algún agente pero en seguida ha visto que simplemente transmitíamos felicidad", cuenta Encarny.
"La práctica iba en aumento, pero no sé por qué se ha puesto muy de moda en este último año", Miguel Cózar no halla una explicación científica para explicar el auge del movimiento. Encarny ratifica las mismas sensaciones: "En el último año es cuando más ha explotado todo; hemos crecido muchísimo". Buena parte de ‘culpa' de la progresión del swing en Valencia la tienen en Spirit of St. Louis que han formado, desde cero, a varios profesionales que hoy transmiten sus enseñanzas. Aunque ninguno de los dos duda de la inexorable influencia catódica: "Posiblemente los programas de televisión de baile, qué duda cabe, también han repercutido en la fuerte demanda actual".
La eclosión de este tipo de danza y de sonidos se ha producido, según cuentan los implicados, a nivel global. "Tengo amigos con escuelas en muy diferentes puntos geográficos y les ha ocurrido lo mismo: este año se les han roto las estadísticas", afirma Encarny. Cada mes hay ferias a nivel mundial: Miguel y Carla acaban de llegar del París Jazz Roots y este fin de semana, sin ir más, lejos Javi y Encarny se encuentran en el Barswingona, una de las citas más importantes de Europa. "Hay que estar activos y formarse a través de los viajes. Este baile evoluciona y tienes que evolucionar con él", señala Cózar. Como ocurre con el formato vinilo, es emocionante ver cómo, en tiempos de intoxicación digital y relaciones cibernéticas, hay gente que retorna al placer del calor de lo tocante.
¿A qué se debe esta nueva fiebre? "Igual que un guitarrista o un trompetista hace música con su instrumento, nosotros lo hacemos con nuestro cuerpo. Y, como el músico, el bailarín queda totalmente enganchado", dice Encarny. "Este es el baile que le faltaba a la gente; unifica a personas de todas las edades y no echa para atrás, como ocurre con otras especialidades, a los chicos". Al parecer la idea es sentirse vivo aunque sea bajo los efluvios oníricos de otros tiempos, de otros lugares. Y para ello no es preciso que sea de noche, ni viajar a París. Prueben cualquier domingo a mediodía en Valencia.
Sin entrar en más matizaciones, y sin animo de crear polémica, queríamos puntualizar que la Escuela de Lindy Hop Black Bottom fue creada por 4 personas: Carla Saz, Lucia Galiana, Miguel Cozar y Javier Izquierdo que son las personas que actualmente la gestionan. También queríamos resaltar que el numero de alumnos que actualmente estan bailando en la escuela no es de 160 sino de 260. Un saludo.
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