VALENCIA. Recuerdo hace unos años, cuando todo esto era campo, que la revista La Calle publicó un reportaje sobre el desarrollo del turismo en España. Contaba que, muy lejos de ser una bicoca, la mayor parte de los autoproclamados empresarios hoteleros españoles fueron engañados en los 60 por las compañías inglesas. Les hicieron firmar con engañifas, como los espejitos que les llevábamos nosotros a los indios, contratos leoninos, de modo que luego ellos podían ofertar los viajes a bajo precio a costa del hotelito local. Las compañías se forraron y el que tenía que trabajar como un condenado, pagar poco y exigir mucho a sus camareros, servir alimentos simulados y clavar por los cubatas, era el español.
Claro que por aquel entonces el Gobierno no podía preocuparse por los abusos neocoloniales que sufríamos en nuestro territorio, pues estaba concentrado defendiendo la soberanía de Peñón con el cuchillo entre los dientes. Usted dirá que ahora tenemos un escenario análogo, pero no hemos venido a hablar de la crisis del 98, sino de los turistas ingleses. Tanto si La Calle estaba en lo cierto con su reportaje como si no, la realidad es que España es uno de los destinos low cost favoritos del buen pueblo británico. Nosotros siempre nos hemos reído de este turismo, pero han sido ellos quienes han hecho una serie sobre sí mismos, riéndose aún más, y se están forrando.
Todos conocemos las escenas que regala este tipo de turismo. La peque de la familia abierta de patas sin bragas en el paseo marítimo a las cuatro de la mañana con un coma etílico, el padre con quemaduras de segundo grado tras quedarse dormido bajo el sol con un coma etílico, el hijo en el hospital con conmoción cerebral por tirarse a la piscina desde el balcón con un coma etílico, y la madre leyendo una novela romántica equivalente a las de Jazmín hasta que se baja la botella de ginebra de plástico y le da por fin un coma etílico. Bueno, así crean riqueza. Si a usted le desagrada el fenómeno qué pasa ¿Que tampoco le gusta Friedman? ¿Está en contra de la libertad? ¿Disfrutó mucho el 11S?
El caso es que estas escenas sólo son superables a día de hoy por las costas búlgaras en el Mar Negro. En ‘Sunny Beach' (municipio Nessebar, provincia de Burgas) a los ingleses se unen los rusos y lo más juerguista del sudeste europeo. No obstante, la cadena británica ITV no quiso andarse con incursiones propias del National Geographic y situó su serie sobre turistas británicos en España, en Benidorm, hermosa localidad que da nombre a la serie; una serie que es una obra de arte.
Lo es porque los extras que deambulan por el ‘resort Solana', hotelazo en un megabloque-rascacielos de arquitectura racionalista propia de Kiev, son veraneantes ingleses auténticos. Pero también porque los actores principales muy bien podrían confundirse con los extras. Prácticamente ninguno pesa menos de 100 kilos, tienen la piel pálida, nívea, están sonrosados como marcan los cánones y nunca sueltan la jarra de cerveza, el cóctel, el brandy, el gin tonic...
Como ya comentamos en la reseña sobre Derek, de Rick Gervais, en las islas se estila mucho reírse de la clase obrera, los humildes, los ancianos y los enfermos. Podríamos decir que el británico es un humor elitista, pero es que a los pijos también los deshuesan en cuanto tienen ocasión. Benidorm es un buen ejemplo de ello. La mayor parte de los personajes provienen son clase baja, jubilados, pero la burla más despiadada es a los protagonistas más finos, a los que, precisamente, caen en el hotel por equivocación y están veraneando tapándose la nariz. El punto culminante es cuando un trozo de de hez humana flotando en la piscina del hotel, merced a las olitas, las corrientes y el viento, termina acorralando en una esquina a la pija británica.
Porque la piscina, esa es otra, es el escenario central. Otro de los puntos descojonantes de la serie es que los británicos ni se plantean salir del hotel. Hay una familia cuyos hijos no paran de pedírselo cada cinco minutos a sus padres -"vamos a la playa, por favor"- Y ellos les miran como si estuvieran locos: "¿Pero para qué? Si aquí tenemos todo lo que necesitamos". Una de las coletillas que no deja de repetir es "¿Ir a la playa? ¡La playa cuesta!".
La muestra de turistas británicos, esta familia, los pijos y una jubilada con su hijo soltero, se completa con un par de gais y la joyita de la corona: un matrimonio de swingers de 70 años. Nos hemos reído como cuando a Joy, de Me llamo Earl, su mejor amiga le reprocha que un día se emborrachó y se montó un trío con sus padres. Donald y Jacqueline están muy logrados. Él no para de ofrecer a su esposa con indirectas a todos los huéspedes del hotel. El punto culminante de la primera temporada es cuando, por un equívoco, logran atraer a su habitación a una octogenaria fumadora empedernida que se desplaza en una silla de ruedas eléctrica. Allí Jacqueline espera con toda su gama de consoladores en marcha. En fin, droga dura para la mandíbula.
El personaje español, un camarero llamado Mateo Castellanos, está interpretado por Jake Canuso, un actor suizo hijo de italianos. Todas las inglesas se lo quieren tirar, incluidas las casadas. Cada vez que aparece suena una guitarrita. En la segunda temporada llega a vestirse de corto y torear. Si a quien tiene que tirarse es al personaje gay, pues oye, no le hace ascos. Para interpretarlo, el tío tuvo que ir bar por bar pillando el acento de los camareros españoles. Es un fenómeno de masas en Inglaterra.
La serie también juega al equívoco con que los españoles no sabemos inglés ni por casualidad. Eso sí, siempre que los personajes dan con algún lugareño que sí que lo entiende es cuando le están poniendo a parir en su cara.
Soprende mucho que en España ninguna cadena haya mostrado interés por Benidorm, que nos toca tan de cerca. Además de ser una de las más vistas en Inglaterra, ya va por la quinta temporada, una caja con todos los capítulos emitidos hasta el momento en DVD fue el regalo más comprado en Navidad en los almacenes Harrods londinenses.
Lo sorprendente de todo esto es que éste no es el único producto en la televisión británica dedicado a tan insigne localidad. Según cuenta Bábara Mora en su blog Pérfida TV, también hay un Benidorm ER, un docushow médico sobre las urgencias que atienden los infartos de los jubilados británicos y los incidentes típicos tras noches de jarana. Y existe un formato belga, Benidorm Bastards, de bromas ocultas a ancianos. Vamos, que Benidorm causa fascinación en el mundo entero. Por lo pronto, el Cabecicubo recomienda encarecidamente las cinco temporadas de la serie.
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