VALENCIA. En La escopeta nacional, la película de Luis García Berlanga que inspira el título de esta sección, un fabricante de electrodomésticos venido a menos organiza una cacería con la connivencia del Marqués de Leguineche para codearse con personas influyentes y poder colocar sus porteros automáticos en las urbanizaciones que se estaban levantando en aquella España en la que la agonizante dictadura seguía controlándolo todo.
La realidad, sin embargo, supera siempre a la ficción. Rafael Azcona, guionista de la película junto al director valenciano, seguro que vería reflejada su trabajo en la historia que este domingo contaba el diario Levante-EMV: 'El conseller Serafín Castellano va de cacería con el empresario al que dio el contrato de incendios por 22 millones', titulaba el rotativo el artículo, al que acompañaba una fotografía de los cazadores con sus trofeos.
La historia es que Castellano, en el año 2010 y siendo ya conseller de Gobernación, adjudicó a la empresa de aviones Avialsa T-35, el servicio de extinción de incendios, un contrato de 22 millones de euros. El director de esta sociedad, Vicente Huerta, comparte afición por la caza con el conseller y aparece en la foto que publicó el diario Levante.
Hay que dejar claro, pese a que el contrato se adjudicó por vía de urgencia, que Avialsa es una empresa de primer nivel especializada en la extinción de incendios, una de las mayores de Europa y la que tiene la mayor flota de aeronaves especializadas en este campo.
Lo que llama la antención de la historia es que no es el único caso en el que Castellano comparte cacerías con adjudicatarios de servicios del departamento que dirige o ha dirigido. El más conocido es el de la constructora Taroncher. El conseller tiene una antigua amistad con el empresario del mismo apellido y con el que ha compartido días de caza y un parany, una instalación cinegética tradicional (aunque muy criticada por los ecologistas). Y Taroncher está bajo sospecha por las numerosas adjudicaciones sin concurso que recibió durante los años de Castellano como conseller de Sanidad.
Y si bien nadie cuestiona que Castellano pueda disfrutar de sus aficiones al igual que elegir a sus amistadas, en los tiempos que corren y con la sombra de la sospecha permanentemente acechando sobre la clase política, esas cacerías corren el peligro de parecerse demasiado a una película de Berlanga.
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