Aunque Rajoy no tiene ninguna intención de abandonar el poder, el deterioro de su imagen pública y la de su partido es evidente. Se impone la búsqueda de un sucesor y ya suenan nombres
VALENCIA. El lunes, Luis Bárcenas terminó de consumar su viraje de 180º y aportó una larga declaración y buen número de documentos al juez Ruz, con el indisimulado propósito de perjudicar a su partido. Particularmente, a su atávica archienemiga, Dolores de Cospedal, y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que quizás hizo promesas que, finalmente, no pudo o no quiso cumplir.
Ese mismo día, Mariano Rajoy comparecía (obligado por la visita del primer ministro polaco) ante los medios de comunicación y, como en él acostumbra, no decepcionó: habló lo mínimo (dos respuestas a sendos periodistas), vulnerando por primera vez el funcionamiento de estas ruedas de prensa "a dos", por la vía de ignorar el acuerdo previo de los periodistas (que le habían asignado a la periodista de El Mundo una de las dos preguntas, posiblemente la más espinosa) y darle la palabra a un periodista de ABC, para que éste desarrollara su peculiar teoría de la conspiración.
En respuesta, Mariano Rajoy... leyó. Sólo le habría faltado poner en el atril un plasma y hablar a través de él, y salir huyendo después sin responder a la segunda pregunta, para que el presidente se ubicase, una vez más, a la altura de su propia caricatura.
La doctrina de Rajoy, ante las dificultades, ya era conocida: frente a ellas, lo mejor es no hacer nada, ni decir nada. Lo que no sabíamos es que se trata de una doctrina que, conforme las dificultades se incrementan, también incrementa su intensidad. Es decir, su no-respuesta. Mariano Rajoy, parafraseando el dicho de "cuanto peor, mejor", parece guiarse por un "cuanto menos, mejor". Y ya se cansarán los demás.
Con ello, la impresión ofrecida no ha podido ser más lamentable: a los mercados internacionales (cuya atenta vigilancia, supuestamente, motivan casi todas las decisiones de Rajoy); a los medios de comunicación; a los demás partidos políticos y, sin duda, también al suyo; y, por supuesto a los españoles. Al mismo tiempo, ha contribuido a desinflar un tanto las consecuencias en el corto plazo del escándalo por la vía de dejar claro que no es que ni se plantee dimitir; es que ni se plantea responder a nadie sobre las obvias dudas que genera todo el asunto Bárcenas. Y no sólo por las declaraciones del extesorero, ni por los SMS filtrados a El Mundo el pasado fin de semana.
Los candidatos de una sucesión "ordenada"
Aunque Rajoy no tiene ninguna intención de abandonar el poder, el deterioro de su imagen pública y la de su partido es evidente. Es muy posible que aguante lo que resta de legislatura, pero es más dudoso que se presente a la reelección, sobre todo si las expectativas electorales son tan negras como ahora (o aún peores). Y también puede pasar que, vía presiones internas en el propio PP o a la luz de hipotéticas revelaciones o pruebas del caso Bárcenas, se vea obligado a dimitir (su situación comienza a asemejarse a la de Rubalcaba en el PSOE). En ambos casos, se impone la búsqueda de un sucesor, como de hecho ya han comenzado a sonar nombres. El que encabeza todas las apuestas, el de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
Sáenz de Santamaría ha concentrado un poder cada vez mayor en el Gobierno desde que comenzó la legislatura. Se ha rodeado de un nutrido grupo de políticos de su generación, caracterizados por un perfil mayoritariamente técnico y moderado. Su otrora escaso peso en el PP se aparece ahora como una virtud, pues contribuye a perfilar una imagen de gestora eficaz, no vinculada con el PP y con sus escándalos de corrupción (o, al menos, no mucho más vinculada que el presidente del Tribunal Constitucional).
Por último, Sáenz de Santamaría también cuenta con una virtud que contrasta vivamente con su jefe, y es que, al menos, da explicaciones; comparece en el Parlamento y ante los medios de comunicación, y aunque no puede decirse que no rehuya las preguntas, desde luego no alcanza niveles tan ridículos como los de su jefe.
Sáenz de Santamaría ha sabido labrarse esta buena imagen pública no sólo por su buenhacer, sino porque se ha preocupado, desde un principio, por llevarse bien con los medios de comunicación españoles: comenzando por El País y El Mundo, que periódicamente le dedican todo tipo de halagos y alabanzas (a menudo desmesuradas.) Y, evidentemente, cuenta con la confianza de Rajoy, muy importante desde la perspectiva de realizar una traslación de poderes controlada por quien abandona la presidencia (al modo de Griñán con Susana Díaz).
Existen, naturalmente, otras opciones, pero ahora mismo se antojan más desdibujadas. Por un lado, la de Alberto Ruiz Gallardón, sempiterno candidato. Tampoco se ha visto manchado por el caso Bárcenas y es un veterano del partido. Sin embargo, su candidatura dentro del PP concita escasos apoyos y muchas resistencias. Y los rumores periodísticos que le sitúan detrás de todos los problemas judiciales del PP, como si fuera una especie de Maquiavelo castizo, desde luego no le ayudan.
Por otro lado, la opción de Dolores de Cospedal, número dos del PP y enemiga íntima de Soraya Sáenz de Santamaría. Aunque Cospedal ha reaccionado con claridad frente a las acusaciones de Bárcenas, dichas acusaciones, así como su vinculación con las estructuras orgánicas del PP, y sobre todo su gestión del caso Bárcenas (con las ya míticas declaraciones del "despido diferido" incluidas), la han dejado (quizás momentáneamente) en fuera de juego.
Los líderes de la revolución
Por supuesto, otra posibilidad es que Rajoy pierda la base sobre la que se cimenta todo su poder, que le permite ignorar las críticas y los requerimientos de que dé explicaciones, y que también le protege frente a las presiones externas (de los mercados o de los políticos europeos): su sólida mayoría absoluta.
Es decir, que haya una rebelión en el PP, dirigida por los adversarios internos de Rajoy, con el propósito de descabalgarlo del poder. Por supuesto, Esperanza Aguirre, pero también José María Aznar (casi mágicamente excluido, por ahora, de la lista de Bárcenas, a pesar de que durante catorce años estuvo al frente del Partido Popular), en comandita con sus aliados mediáticos, los cuales ya intentaron en 2008 lo mismo que estarían intentando hacer ahora. Y con las mismas razones: que Rajoy es un lastre para el PP y que conviene que otras personas (en concreto, ellos) le sustituyan al frente del mismo.
El problema para efectuar un cambio de estas características, además de la naturaleza jerárquica de todos los partidos políticos, muy acentuada en el PP, y la obediencia a los que mandan en cada momento, es que con un cambio así los que ya mandan ahora tienen poco que ganar en el medio plazo.
Se pondría en riesgo la mayoría absoluta, así como las bases de poder local y autonómico, en pro de un proyecto, el de Aznar-Aguirre, que genera muchas simpatías en Madrid y entre las bases del PP, pero posiblemente rechacen muchos de sus votantes más moderados. De manera que, una vez más, y merced a su ya mítica capacidad de resistencia pasiva, a la altura del mismísimo Mahatma Gandhi, tendremos que decir de nuevo: al final, siempre Rajoy. Al menos, por ahora.
#prayfor... la #MarcaEspaña visita Valencia
Esta semana hemos podido disfrutar también de un acto, con todo el oropel, de los promotores de la iniciativa "Marca España" (el Gobierno español y las grandes empresas españolas), que han visitado Valencia se supone que con el objeto de promocionar la feliz idea.
Imagínense que un país lleva años sumido en una durísima crisis económica. Al mismo tiempo, el descrédito de su clase política, asolada por la corrupción y definida por su egoísmo e ineficacia, es casi total. Pero los gobernantes del país, en lugar de intentar arreglar sus problemas, que son muchos y muy serios, y sobre todo tocar cualquier cosa que pueda sonar a regeneracionismo (¡Dios nos libre de recortarnos algo a nosotros mismos!), montan una estrategia de marketing vendiendo no se sabe muy bien qué, además de una ristra de tópicos sobrevenidos, para montar saraos fuera del país, con una ratio, más o menos, de diez editoriales negativos sobre el país por cada sarao (y eso que, sin lugar a dudas, montan muchos saraos).
El efecto final es que "Marca España" se ha convertido en una expresión fetiche... Para criticar a los promotores de la idea y sus inconsecuencias. Al menos, justo es reconocer a los promotores de "Marca España" que su visita a Valencia nos dejará una galería de fotos para la eternidad.
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(*) Guillermo López García es profesor titular
de Periodismo de la Universitat de València.
@GuillermoLPD
Los que están algo más animados son los de la extrema derecha. Tienen en sus cofrades griegos el ejemplo de lo que puede llegar a pescar una opción política de corte ultra en tiempos de turbulencia. Aquí, sin embargo tienen un par de problemas. El primero, que les falta un líder al estilo de un Le Pen, un Fini, un Haider... La mayoría de los jefecillos ultras son personajes de tercera, violentos, con una trayectoria personal y profesional dudosa y, en algunos casos, asiduos de los juzgados por asuntos que nada tienen que ver con la política. Y además, totalmemente incapaces de entenderse entre ellos. Claro que ese problema no lo ven demasiado, cada reyezuelo de esos está convencido que el es el elegido de Dios y que los demás andan equivodados. Y el segundo problema, en eso si que están todos de acuerdo, es el PP, que por eso del voto útil se acaba llevando la mayor parte de los votos de ese segmento del mercado. Pensar que el PP se hunde, o que por lo menos los votantes más ultramontanos se cabrean con Rajoy, Bárcenas y Gallardón y se largan, les provoca orgasmos. Claro que se les volvería a bajar la líbido si Aznar &Aguirre, con la ayuda de Federico y Pedrojota, se echasen al monte y montasen su propio grupo, porque por más "liberales" que se llamen, todo el mundo sabe del pie que cojean.
Gallardón de ha autodescartado.
"un proyecto, el de Aznar-Aguirre, que genera muchas simpatías en Madrid y entre las bases del PP, pero posiblemente rechacen muchos de sus votantes más moderados". La frase no tiene sentido: el PP no tiene votantes moderados, ni mucho ni poco. Saludines
Por continuar la progresión... más postizo mucho más postizo: ...¡un holograma!. Sin pasado, sin enemigos y sin opinión; perfectamente visible dirá solo lo que se le ordene y desaparecerá, no admite preguntas, creación del departamento de I+D+i del PP. Tan virtual como la Marca España, otro de sus "éxitos", ya en beneficios (para la cartera de los de siempre y sus jubilaciones).
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