VALENCIA. De una de las puertas grises que se alinean en el departamento de Medicina emergen unas notas musicales. Provienen del despacho de Rafael Tabarés, catedrático de Psiquiatría en la Universitat de València e investigador principal de uno de los grupos del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental - CIBERSAM, que nos recibe con la música de Bach imponiendo su particular ritmo a la mañana. «Son las Variaciones Goldberg, interpretadas por Glenn Gould», nos explicará después, partitura en mano.
Además de melómano, es aficionado a la literatura y, como muestra, cita a Pessoa para hablar del conocimiento basado en paradojas. «Las cosas son paradojas en la medida en que no las entendemos. Cuando las entendemos, dejan de serlo. Pessoa decía algo así como que las cosas al principio nos extrañan pero luego, nos entrañan». Precisamente una de sus líneas de investigación, desarrollada junto al profesor John Rubenstein de la Universidad de California, es el estudio de la comorbilidad inversa entre enfermedades que, aparentemente, no tienen nada que ver, como es el caso de determinados trastornos neuropsiquiátricos y el cáncer. Sobre este tema, la comorbilidad inversa en el cáncer, acaba de aparecer un artículo suyo y de Rubenstein en Nature Reviews Neuroscience, una de las revistas con mayor factor de impacto en su campo.
-Díganos primero qué es la comorbilidad inversa. ¿En qué consiste?
-Antes, sería interesante explicar qué es la morbilidad o el modelo de la multimorbilidad. Los pacientes habitualmente no tienen una sola enfermedad. Lo habitual es que tengan varios problemas médicos a la vez o uno detrás de otro y esto, además, se agrava con la edad. Por ejemplo, alguien que tenga Alzheimer es frecuente que a lo largo de su enfermedad desarrolle diabetes, osteoporosis, desnutrición... pero su enfermedad principal, digamos, es la demencia. Esto es el modelo de la comorbilidad.
En los últimos tiempos preferimos hablar de multimorbilidad. Es decir, la presencia en un mismo individuo de dos o más problemas o condiciones médicas sin que ninguno de ellos prevalezca o sea superior al otro. Sabemos que la multimorbilidad o la comorbilidad es lo más frecuente. Por tanto, si existen asociaciones directas entre enfermedades ¿por qué no pensar también que puede haber asociaciones inversas? Es decir, que por el hecho de tener una enfermedad compleja como pueda ser una demencia, podrías ser menos vulnerable a padecer otras enfermedades como, por ejemplo, un cáncer. Esto es lo que hemos denominado comorbilidad inversa.
-En la comorbilidad es inevitable fijarse porque hay unos síntomas de la enfermedad, pero ¿cómo se estudia la tendencia en unas enfermedades que, en definitiva, no se dan?
-Inicialmente a través de estudios observacionales. Es decir, los médicos observan a sus pacientes y hacen anotaciones de «estos pacientes se mueren de esto, pero no de lo otro». Con el paso del tiempo, ha habido gente que ha intentado ver si eso era así, haciendo estudios epidemiológicos ad hoc, concretos, utilizando los registros que hay en los distintos países de enfermedades, de morbilidad y de muertes.
Es decir, ¿de qué se mueren los pacientes esquizofrénicos? Eso es lo que hace que se publiquen estudios epidemiológicos muy potentes para valorar los riesgos de padecer estas enfermedades cruzadas. Y ahí es cuando empiezan a aparecer las primeras publicaciones a principios del año 2000 señalando, de forma absolutamente desintegrada, que los pacientes con demencia no se mueren de cáncer. ¿Por qué será? Y así es como la evidencia va creciendo al respecto. Nosotros hemos tenido la audacia de juntar todas estas asociaciones inversas respecto a un modelo, que es la relación entre el cáncer y el sistema nervioso. Toda esta historia empezó a finales de 2007 en EEUU.
-¿Y es ahí donde se inician estas investigaciones?
-Ahí empiezo yo a darle vueltas al asunto a partir de una investigación que hago con John Rubenstein sobre el cromosoma 8 y entonces encuentro que en ese cromosoma es muy frecuente, de los 484 genes que están anotados, que muchos estén relacionados con el desarrollo del sistema nervioso desde la embriogénesis, con las enfermedades mentales como la esquizofrenia y con enfermedades del sistema nervioso como el Parkinson o como la demencia Alzheimer, pero también con el cáncer. Y me llamó mucho la atención cómo era posible que grupos distintos hubiesen encontrado variaciones de genes, de los mismos genes implicados en procesos mórbidos tan distintos.
A partir de ahí empiezo a investigar y encuentro que ha habido grupos de investigación a lo largo de los últimos veinte años que han publicado cosas aisladas al respecto. Lo que hacemos nosotros es darnos cuenta de la asociación y juntar todo eso y hacer no solo un análisis cualitativo, sino además un estudio metaanalítico de todas las publicaciones al respecto y toda una reflexión sobre qué bases moleculares pueden estar detrás, qué razones explican estas asociaciones positivas o negativas.
Lea el artículo completo en la web de Mètode.
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