MADRID. Ya está bien. Es hora de decir basta. Los ciudadanos tienen que unirse, plantarse, rebelarse, esto no se puede tolerar, no puede continuar. Todos juntos, hermanos, luchemos contra los cuadernitos de cien páginas con letra a tipo 14 sobre la salvación del mundo que cuestan diez euros. Primero fue Hessel con ‘Indignaos', luego ‘No os rindáis' y ahora, entre otros muchos imitadores, llega también ¡¿Contra los partidos políticos!?, de Daniel Cohn-Bendit apadrinado por el mismo Hessel, con quien mantiene un diálogo en el último capítulo de la obra.
Si estos libritos te los dieran en el metro y te pidieran la voluntad, vale, pero clavar diez euracos por una breve serie de reflexiones en la era de Internet es un anacronismo, una frivolidad y, lo peor de todo, abusar de almas cándidas y razonablemente preocupadas por el futuro.
Aunque de abusos, precisamente, ha versado la última gran polémica de Cohn-Bendit. Hace tan sólo un mes reaparecieron unas declaraciones suyas epatando a la burguesía con una defensa del sexo con niños. Algo de lo que él disfrutaba, escribió parece que de coña en los 70, cuando era profesor de un jardín de infancia. Lo había publicado en una especie de decálogo del revolucionario con la intención, ha explicado, de provocar. Ahora ha dicho que se arrepiente de haberlo escrito sin conocer entonces las consecuencias del abuso infantil. Pero al fin y al cabo esa ha sido su vida, una mezcla de provocaciones, argumentos, rectificaciones y arrepentimientos hasta la contradicción final en todos sus discursos políticos. Algo que también se puede denominar evolución del pensamiento, un proceso que necesariamente encierra discordancias, pero esto es lo que hay.
Por ejemplo, en este libro, cuya primera parte es una explicación de la aludida evolución de su ideología política, cuenta que eligió ser alemán a los 14 años -nació en Francia hijo de alemanes que huían de Hitler- para no hacer la mili. Que en el mundo no hay nadie que haya elegido ser alemán por pacifismo. Unas declaraciones muy divertidas, pero que contrastan duramente con el militarismo que ha exhibido después. Primero, pidiendo que las tropas alemanas salieran por primera vez de sus fronteras tras la II Guerra Mundial para intervenir en Bosnia en la guerra de los Balcanes.
Y luego, con declaraciones similares sobre la guerra de Afganistán y la de Libia, menos fáciles de sostener que la vergüenza por el cerco de Sarajevo, y que ha omitido en este trabajo. De hecho, cuando fue elegido cabeza de lista por su partido para el Parlamento Europeo en 2003, pronunció en un discurso esta maravilla de frase: "Queremos prevenir la guerra y no las guerras preventivas". Un razonamiento meritorio en un hombre que cita a Orwell como su escritor de cabecera, pero no lo encontrará el lector desglosado en este libro. Una pena.
De su anarquismo, por otro lado, en principio furibundo, también fue renegando poco a poco. En unos congresos de la CNT en Barcelona a principio de los años 80 criticó a la Confederación por preocuparse de problemas dignos de otro tiempo. Que citasen tanto a Bakunin y similares le parecía un tanto surrealista, explicó en su momento, apoyándose en el argumento de que el militante anarquista de los 80 llevaba una vida que en el origen del movimiento habría sido calificada de pequeñoburguesa. Por eso, tras luchar toda su vida desde este credo contra las organizaciones políticas, terminó militando en una. Y el final ya lo conocen ustedes, ha llegado a europarlamentario. Él mismo reconoce que es contradictorio.
Aunque se echa en falta también, además de Afganistán y Libia, otro de sus síes, el de la Constitución Europea. Vino también a defenderla a España hace unos años y éste es un tema interesante sobre el que no reflexiona en su ‘evolución'. Tampoco dan más de sí cien paginillas.
Sin embargo, sí que critica a los partidos políticos, como todo hijo de vecino. Cree que en Europa han terminado convirtiéndose en empresas que van colocando a sus empleados, los militantes, y en Estados Unidos son una maquinaria para escenificar unas elecciones. Además de traer algunos lugares comunes no menos ciertos como que son espacios herméticos, a veces sectarios, donde la lucha por el poder, "la caza de sillones ministeriales", conducen a prácticas poco deseables. Y al primero que critica es al suyo. Bien.
Así se queja además de la extendida mentalidad del ‘no hay alternativa', la vaselina habitual de todas las políticas neoliberales. Por el contrario, afirma que alternativas debe de haber porque, sin ellas, no hay democracia. Aunque éste es un concepto muy relativo para Cohn-Bendit, ya que sitúa en plano de igualdad la Libia de Gaddafi con la Venezuela de Chávez calificándolos de "regímenes autoritarios". Una demagogia muy barata e incluso impropia de él.
La parte verdaderamente interesante llega cuando analiza el 15M español u otros movimientos hermanos como Occupy Wall Street. Ninguno de ellos han estado patrocinados inicialmente por partidos políticos, fundaciones o medios de comunicación y, sin embargo, según el autor, en Estados Unidos las nuevas leyes de control de las finanzas están inspiradas en sus protestas. Algo cuestionable. Pero sí que es cierto que, al menos aquí, las manifestaciones de Sol sirvieron para cambiar la conciencia colectiva. Algo es algo.
Por este motivo, Cohn aboga por cooperativas políticas más que por partidos que funcionen al igual que movimientos como el 15M o nuestras mareas de profesionales para "volver a discutir que tiene que ser público y qué privado". Vale.
El ejemplo paradigmático de todo esto es para él Mijail Gorbachov. El líder soviético recibió el poder absoluto y convocó elecciones libres. Sus medidas fueron de un "reformismo subversivo", dice, y no fueron inspiradas, obviamente, por la organización de la que era secretario general, el PCUS. O un ejemplo más actual, dice que el accidente de Fukushima sirvió para que Merkel cambiara su política nuclear por miedo a la opinión pública alemana, que había sido moldeada previamente por toda la brasa que habían dado durante años los movimientos ecologistas. No predicaban en el desierto aunque fueran pocos.
Al final, y en resumen, vuelve a la misma idea que promovió Hessel. De forma autónoma, sin dejarse persuadir por sectarismos, digamos que autodidacta, que cada individuo se forme políticamente y se movilice. Que la política esté de moda porque cualquier tipo de manifestación siempre importa; siempre termina cambiando algo.
Loable propósito, nadie lo podrá negar nunca a la vista de las consecuencias de la apatía general. Pero para la próxima vez que quiera expresarlo así mejor que abra un blog, porque este gasto de celulosa y su valor en euros no hay por donde cogerlo ni desde el punto de vista ecologista ni el de los primeros cristianos que entonaron aquello de "no robarás".
Título: ¡¿Contra los partidos políticos?!
Autor: Daniel Cohn-Bendit
Editor: Catarata
Fecha de lanzamiento: 12/06/2013
Colección Mayor
PRECIO 10 €
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