La restricción de los químicos, que pertenecen a la familia de los neonicotinoides, (imidacloprid, clothiandin y tiametoxan), estaba en un principio prevista para entrar en vigor este mes de julio, pero se ha pospuesto para el próximo 1 de diciembre. La Comisión Europea ha aducido a «razones legales», porque «la mayoría de agricultores ya había comprado o pedido las semillas para verano».
La polémica votación llegó a Bruselas de la mano de un estudio realizado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) como respuesta a la preocupación creciente entre los apicultores, que se publicó el pasado 16 de enero. El informe concluía que las sustancias neonicotinoides utilizadas para evitar plagas en cultivos como girasoles, maíz, algodón o colza, afectan el sistema nervioso central de las abejas melíferas y son en buena parte responsables del Desorden del Colapso de las Colonias (CCD).
Este síndrome puede provocar que muchas abejas mueran desorientadas e incluso potenciar deficiencias fisiológicas y neurológicas. Por ejemplo, "genera problemas de comunicación y coordinación en la abeja obrera, que deja de trabajar en la colmena, o problemas de fertilidad en la reina. Estas carencias en un animal social como es la abeja son una bomba", explica Enric Simó, apicultor de la Agrupación de Defensa Sanitaria Apícola (APIADS).
De hecho, el pasado mes de febrero activistas de Greenpeace, Ecologistas en Acción y la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) exigieron a la Comisión Europea que retirase del mercado los pesticidas neonicotinoides. Argumentaban que la desaparición de las abejas de miel perjudica gravemente a la economía porque "el 84% de la producción alimentaria depende estrechamente de la polinización desarrollada por las abejas".
Según alertó COAG al diario Cinco Días, la actividad polinizadora supone un volumen aproximado de 165.000 millones anuales a nivel mundial y cerca de 22.000 a Europa. Pero no sólo se trata de una cuestión económica. Como advierte Enric Simó, «está en juego todo el ecosistema. Se van a cargar el equilibrio de la biodiversidad si las colonias de abejas continúan disminuyendo».
Menos abejas en la Comunidad Valenciana
Precisamente APIADS sigue desde hace más de diez años la incidencia del CCD en la Comunidad Valenciana, donde hay más de 400.000 colmenas y casi 1.900 apicultores. Mediante un convenio con la Facultad de Farmacia de la Universitat de Valencia, analizan abejas y material vegetal en cultivos donde se han dado casos de intoxicación del animal.
"Los datos demuestran que la mortalidad de las abejas, que en casos normales sería de un 15% y en los últimos años llega hasta el 40 o 50%, es a causa de los pesticidas. Hemos detectado en las plantas dosis suficientes para provocar la muerte del insecto", explica. En la región valenciana, caracterizada por el cultivo del cítrico, el problema yace en que «los labradores pulverizan los naranjos o mandarinos en época de floración. La abeja siente gran atracción por las flores y come un alimento envenenado que la mata sutilmente», lamenta.
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