MADRID. Una conocida marca de whisky fue la encargada de recrear en Madrid el ambiente de clandestinidad que se vivía en Nueva York en torno a las bebidas espirituosas durante los años de Ley Seca. Sucedió en noviembre de 2012. Se montaron un bar un miércoles y el domingo de esa misma semana ya había cerrado.
Esa era la idea: abrir un espacio escondido en algún callejón oscuro de Príncipe Pío al que sólo tuvieran acceso unos pocos, contar con expertos bartenders en el interior de local y organizar cuatro noches de fiesta exclusiva entre unas paredes que imitaban el estilo de los años 20. Y, por supuesto, ofrecer alcohol, mucho alcohol.
A este tipo de locales secretos también se les conocía entonces —durante la época de la prohibición de la venta de alcohol en Estados Unidos— como speakeasy, una combinación de las palabras 'speak' ('habla') y 'easy' ('relajado', 'con calma'). Según se explica en algunos diccionarios, era esto lo que decían los camareros a sus clientes para dejar claro que en sus negocios se podía hablar y consumir alcohol con tranquilidad, sin miedo a ser sorprendidos por la policía.
De los 'sobrios' años 20 hasta hoy
En Barcelona hay un bar que no cierra hasta las seis de la mañana en el que para entrar hay que llamar al telefonillo de un portal y subir unas cuantas escaleras. Sólo un pequeño letrero plateado con el texto 'Barcelona Pipa Club' indica que se está en el lugar correcto, que no se corre el riesgo de despertar a ninguna ancianita. En España no hay ninguna 'ley seca' (¡por dios!), así que aquí el concepto de 'bar clandestino' no juega tanto con la ilegalidad sino con lo exótico, lo restringido y lo difícil que sea acceder a él.
El Pipa Club, por ejemplo, cuenta con unas fantásticas vistas a la Plaça Reial y, aunque el sitio ya es sobradamente conocido por todos en la capital catalana, su estructura de piso viejo en el centro de la ciudad, con sus pasillos, salas, salitas, y salones, hace que siga conservando intacto su estatus de 'speakeasy' para los que pulsan el timbre por primera vez.
Madrid no se queda atrás y también cuenta con varios espacios de acceso limitado. Uno de los más recientes (y también uno de los más exclusivos por su singularidad y su precio) es El Back.
Sus dueños son los mismos que los del grupo Le Cabrera, que cuenta con un restaurante muy cerca de donde se encuentra este selecto club. De El Back se conoce su ubicación aproximada, en la calle Piamonte (entre las estaciones de Chueca y Recoletos), y las características del sitio: una vivienda en el interior de un edificio histórico de la capital a la que se puede acceder bajo reserva para celebrar eventos, catas o reuniones de amigos. Su lema: "El Back está disponible a cualquier hora del día y de la noche los 365 días del año".
El cliente es quien elige lo que sucede en el interior (mientras que el número de copas lo permita) y las posibilidades, por tanto, son ilimitadas. ¿Qué harías tú en una impresionante casa con una decoración exquisita y con el talento del barman Diego Cabrera y el chef Benjamin Bensoussan? El teléfono de El Back es el 91 319 94 57, para reservar cuando lo tengas decidido.
Otro sitio para el que se necesita reserva es el Junk Club (Costanilla de San Andrés, 12). No está tan escondido como El Back (se encuentra en el interior de su restaurante madre, La Musa Latina), pero para entrar es necesario conocer la 'clave secreta' que proporcionan por teléfono (671 541 822). La reserva también se puede hacer a través de la web de eltenedor.es, pero vaya, pierde parte de su encanto.
Al Junk Club acuden los que quieren un lugar íntimo, fuera del alcance de las miradas de los viandantes. A él se accede a través de una puerta situada en la planta baja de La Musa Latina y, una vez dentro, todo lleva a pensar que uno se encuentra en la sala de reuniones de alguna organización secreta a la que puede acceder cualquier espía, por sorpresa, girando alguno de los elementos decorativos. No parece que este sea el lugar favorito de Alicia Sánchez-Camacho.
El Junk Club abre sus puertas de jueves a domingo (este último día en horario de comidas). El resto de la semana permanece cerrado. Con un horario similar sorprende el Kikekeller (Corredera Baja de San Pablo, 17), otro establecimiento clandestino. A simple vista se trata de una insólita tienda de muebles, pero no hay que dejarse guiar por las apariencias.
Hace unos años se hizo muy popular en Barcelona una tintorería con un curioso nombre: 'Dontell' (Aribau, 55). ¿Por qué resultaba curioso si podría tratarse simplemente del apellido de su dueño? Pues porque jugando un poco con el inglés y separando algunas letras aparecen dos palabras: 'don't tell' (lo que en castellano podría traducirse como 'no lo digas'). Y es que, tras lo que parecía ser un local de lavado y planchado de ropa al uso, se escondía un restaurante con capacidad para varias decenas de comensales.
Un poco más modesto en número y dimensiones es el Kikekeller. Celia, copropietaria del local junto a Kike, de 40 años, es quien detalla lo que se puede encontrar en su increíble espacio multiusos.
"¡Os encanta contar lo del bar, pero tenemos más cosas!", protesta ella entre risas. Y es verdad. En el Kikekeller uno puede comprar muebles, hacer consultas sobre resoluciones de espacios e interiorismo, pedir la fabricación de alguna pieza de mobiliario a medida, e incluso visitar exposiciones: este mes, la de Frédérique Bangerter.
"Hay inauguraciones todos los meses", dice Celia. "Y no nos casamos con nadie", matiza. Esto es: este mes toca dibujo pero el próximo puede estar dedicado a la moda, al cine o al diseño gráfico. Incluso puede haber actuaciones de danza contemporánea en las que los bailarines se suban sobre las piezas expuestas. "Queremos un arte que no sea para élites, donde se pueda tener cerca a las personas que están actuando, con una cervecita".
Así, de jueves a sábado, en horario de bar (desde las cinco de la tarde hasta las dos o las tres), es posible tomar cervezas artesanales, copas por 8 euros o "whiskazos" de primeras marcas por unos 30 mientras se explora el local. "La gente se sienta donde quiere", comenta la dueña. "¡Alguna vez he pillado a gente que se ha puesto a cotillear en mi ordenador!".
Esta es la magia del Kikekeller. "Desde fuera ves una tienda, pero tienes que pasar y, una vez dentro, ir descubriendo todo lo que hay", explica Celia. "Es como hacer turismo: por mucho que te hayan contado mil veces cómo es el sitio, hasta que no entras tú, no sabes lo que es". Porque en cada rincón del 'Kike' es posible encontrar un pequeño detalle, porque el baño se encuentra en el interior de un ascensor o porque la simpatía de sus encargados impedirá que el visitante salga del sitio sin una sonrisa de oreja a oreja.
Más allá del alcohol
El gusto por lo clandestino no se queda sólo en las copas y los cócteles sino que también se da a la hora de saciar el apetito. El verano pasado conquistó a muchos madrileños la 'terraza secreta' en la que un reducido número de comensales se reunía en algún punto de Madrid bajo las instrucciones de un misterioso chef. Este desconocido anfitrión era el encargado de congregar en un ático de la capital a los distintos grupos de 'aventureros gastronómicos' para que degustaran sus últimas creaciones. Una experiencia única en todos los sentidos.
Pues bien, este modelo de cenas extravagantes (que cerró llegado el mal tiempo) es el que se repite ahora en el loft de un artista español y su pareja, una mujer americana. Y lo han bautizado como 'Secret Supper Club'.
Las primeras en contarlo fueron las chicas de Madrid Confidential, una web especializada en este tipo de propuestas escondidas por la capital. Y sí, seguir sus pasos funciona. En esta ocasión hay que enviar un e-mail a los organizadores y estos responden enseguida con las primeras instrucciones y códigos de conducta: ganas de pasarlo bien, comer "rico" y conocer gente nueva. La cita se produce dos veces al mes y de momento ya pueden hacerse reservas hasta el 21 de junio.
¿Que ya se han agotado las plazas? No hay problema. Quizá quede sitio en alguno de los encuentros (también secretos) que organiza Umami Madrid. Este fin de semana fue su octava convocatoria y, una vez más, su éxito hizo que muchos de los que se apuntaron quedasen fuera, por lo que habrá que mantenerse en estado de alerta para no perderse la novena. El menú de su última cena puede consultarse en su blog.
Así es la vida en la capital. Cuando uno cree conocerlo todo aparece un nuevo lugar y le golpea en la cara. No importa si es bar, tienda, loft, cafetería como El Arquibar o sala de teatro como La Casa de la portera. El Madrid oculto, inseperado, no tiene límites.
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