MADRID. Madrugada del viernes al sábado. O del sábado al domingo. Después de una noche de juerga, Madrid amanece y con ello aparece un clásico del afterparty: el buen apetito. Los más prácticos optan por el 'cenayuno', esto es, pararse en cualquier sitio a pedir unos churros o una porción de pizza, o incluso llegar a casa y cocinar lo primero que haya en la nevera. Algunos acaban preparándose todo un menú antes de irse a dormir. Pero los hay más sofisticados... o perezosos, según cómo se mire. Para ellos se inventó el brunch.
El brunch es "un desayuno tardío para recuperarse de la noche" y se toma "hacia la hora del mediodía", explica Hugo. Habla la persona que mejor conoce La Revoltosa (Plaza del Rey, 4), la ‘taberna para gatos' que ofrece el breakfast-lunch más castizo de Madrid: "Nosotros nos resistimos a llamarlo brunch, pero ya se ha impuesto así". Cuenta que en el barrio se demanda mucho esta alternativa al almuerzo habitual que se ha convertido en la salvación de aquellos que se levantan después de una noche de fiesta y no quieren cocinar.
Una de las características del invento es ofrecer mucha variedad de productos junto a un zumo de naranja o fruta, un café o un té y un vino o una cerveza. En La Revoltosa, por 14,50 euros, dan a elegir entre los siguientes: muffin o porción de tarta de queso o zanahoria como opción dulce y bocata de jamón ibérico, hamburguesa castiza, huevos rotos con jamón o pincho de tortilla con salmorejo como opción salada. Se nota la 'marca España' en los últimos, ¿verdad? El variopinto público que se acerca a esta agradable plaza de Chueca durante todo el fin de semana confirma que sí. Pero, cuidado, que esto no es lo más común.
En el otro extremo de la Gran Vía, pasando por Plaza de España y subiendo un pequeño tramo de escaleras se encuentra el Mür Café (Plaza Cristino Martos, 2). Este establecimiento de dos plantas ofrece un concepto de brunch más fiel al original, empezando por la decoración del sitio, mucho más cercana a un estilo británico/europeo que permite evadirse en gran medida del barullo de la capital. No puede decirse que sea 'chill-out', pero sí más 'campestre' o 'rústico', adjetivo a elegir.
¿Por qué es así? Por el mimo con el que seleccionan, preparan y sirven cada uno de los ingredientes de su brunch: leche fresca de una granja de la Comunidad de Madrid, granola traída directamente desde Reino Unido, mermeladas artesanales, bagels ingleses, yogures cremosos, ensaladas espectaculares, tartas (entre ellas, las de zanahoria, chocolate o queso con arándanos) riquísimas...
El precio de su almuerzo british es de 20 euros, aunque existe la posibilidad de tomar uno con "sólo dulce" o "sólo salado" por 13 euros. Unas ofertas que surgen casi por necesidad, ya que la suma de ambas es tan abundante que "la mayoría de la gente siempre se deja algo". Por eso, dice Iván, uno de los cuatro socios fundadores de Mür, hay quien prefiere compartir y pedir alguna bebida extra fuera de menú para redondear.
En tan solo dos meses de vida, "los peores de la hostelería", explica Iván, Mür ya ha tenido tiempo suficiente para darse a conocer: ya admiten reservas para los días de brunch y ya han empezado a programar actividades especiales durante el resto de la semana, como los "martes de chicas" (con 2x1 para ellas en algunos productos), los lunes de intercambio de idiomas o los jueves de afterwork. Algunas empezaron esta misma semana y otras, como las catas de cerveza o los monólogos, están por venir. Suficiente. Ya está bien. Toca cambiar de lugar.
Salió arriba el término chill-out y resulta imposible hablar de brunch y chill-out sin que aparezca Areia (C/ Hortaleza, 92), un clásico de esta práctica en Madrid. Su fórmula lleva funcionando tan bien desde hace tanto tiempo que incluso se han animado a apostar por una combinación diferente: junto a su brunch con los eggs benedict de siempre (por 12 euros) ahora también ofrecen una 'comida del desierto' (por tres euros más), en la que el plato estrella es el cuscús.
Tener chef marroquí ayuda, por supuesto, pero también el espacio: una gran sala con una iluminación acogedora, grandes telones cubriendo techos y paredes y una cama tan deseada como inaccesible. No por su precio, no, sino por su lista de espera, ya que se ha convertido en el regalo fetiche con el que todo enamorado quiere sorprender a su pareja mientras prueban algunas de las delicias del local. Porque Areia tiene mucho más que ofrecer: cócteles para después, eventos especiales, noches de DJs, celebraciones de solsticios y equinoccios (el próximo, el 21 de marzo)... Pero vaya, que si es por camas, ahí está el Laydown (Plaza de los Mostenses, 9), donde este mueble atípico en negocios de restauración se convierte en el atractivo principal. Y los domingos sirven brunch, cómo no.
Otro punto de encuentro para los amantes de esta comida dulce y salada es La Rotonda, en el interior del Westin Palace. Su precio asciende hasta los 77 euros, pero a cambio se puede disfrutar de una ópera en vivo bajo la cúpula del restaurante de este lujoso hotel de Madrid. Este mes es el turno de Bellini, que en abril le cederá el testigo a Donizetti. El resto de la programación anual se puede consultar aquí. Una planificación exhaustiva que choca con la última recomendación de la semana: el Arquibar (Travesía del Conde Duque, 5).
El Arquibar surgió casi por sorpresa el pasado mes de diciembre a unas dos calles del Mür. Su dueña, Elisa, ha acabado convirtiéndose en hostelera por casualidad. Esta gallega de 33 años y su compañera, de 34, eran las propietarias del estudio de arquitectura de dos alturas que ahora se ha dividido en estudio, sí, en la parte superior, y en café-bar, en la inferior.
El mundo de la arquitectura no atraviesa uno de sus mejores momentos en España y ante eso a estas dos chicas les tocaba renovarse o morir. Por suerte jugaban con ventaja: "A la gente le encantaba nuestro local —podía observarse muy bien desde el exterior— y decidimos abrirlo al público". Pero no abrirlo de cualquier manera, no, sino entre tartas, cupcakes, cócteles con una ginebra gallega que quita el sentido y, claro está, el brunch. Siempre con humildad: "No teníamos mucha idea pero poco a poco nos vamos enterando".
La gran acogida que ha tenido la idea a pesar de su inexistente promoción ha pillado a Elisa desprevenida: "Entre las prisas y las obras no tenemos ni carteles en las puertas: nos tienes que encontrar", dice Elisa. "Se nos ha ido de las manos", añade. Por aquí ya pasa gente de todo tipo: 'modernos', famosos, amigos, parejas e incluso algunas ancianas que se sienten, alardea ella, "como en casa".
Tal ha sido el éxito que incluso han elaborado ya algún presupuesto de reforma de clientes que han tomado un café en el Arquibar y han conocido allí el estudio de la parte de arriba. "Está funcionando como publicidad", explica. Así que, cuidado, que igual les va demasiado bien y acaban decantándose por una de sus dos salidas.
En cuanto al brunch, todo natural. Se van sirviendo en fuentes algunas piezas de fruta, quesos y 'saladitos' para empezar y platos calientes al gusto para después. Elisa presume de cocinero: "Es maravilloso", confiesa, aunque de momento no quiere dar su nombre a conocer.
Y esto es el brunch. Una comida atípica con nombre extranjero que al final acaba seduciendo a expertos y a extraños. Porque salir a comer fuera los fines de semana y que cocine otro está muy bien. Porque reponer fuerzas después de una noche de desenfreno está mejor. Y "porque nos gusta y porque nos divierte", como diría la jefa del Arquibar. Enjoy your meal!
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