VALENCIA. ¿Representará un nuevo 'pelotazo' la cesión de la dársena interior del puerto al Ayuntamiento de Valencia? o ¿de qué manera los accesos al puerto de Valencia seguirán influyendo en la degradación de los barrios afectados? Éstas, entre otras cuestiones, fueron tratadas en el segundo debate de L'Aula Ciutat que tuvo lugar hace unos días en el Octubre Centre de Cultura Contemporània.
Los usos de la fachada marítima se sometieron a un debate más que justificado, tal como se pudo ver por la insistencia y preocupación del público asistente, muchos de ellos portavoces de las asociaciones de vecinos de los barrios afectados por el crecimiento del puerto del cap i casal. Una zona urbanísticamente sin planificar, un espacio heterogéneo, según apuntó el economista y profesor de la Universitat de València, Josep Sorribes, quien desmontó el mito de que Valencia vive de espaldas al mar.
Josep Sorribes y el arquitecto Javier Domínguez, moderados por el también arquitecto Toni Picazo, fueron lanzando ideas para evitar volver a caer en los mismos errores del pasado y dar salida a la situación actual de la fachada marítima. Una zona bloqueada por una crisis económica y también, tal y como coincidieron todos, por la poca voluntad política para planificar urbanísticamente esta franja que va desde Alboraia hasta Pinedo.
Domínguez en su intervención destacó que la inversión que hizo Valencia en el Hemisfèric equivale a la que se hizo en Bilbao con el Guggenheim; y aquí además está el Palau de les Arts, el Museu de les Ciències, Àgora y el Oceanogràfic.
Toni Picazo, al hilo de las protestas hechas por los vecinos de Natzaret, lamentó la situación del barrio a la vez que denunció la poca actividad industrial de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL).
Con todo, conceptos como transparencia, participación ciudadana, sostenibilidad y elementos que estructuren la zona de norte a sur y no de este a oeste fueron recalando como posibles soluciones a los usos de la fachada marítima. Aunque cuestionarlos podría resultar fácil, el premio Europa Nostra otorgado por la Unión Europea a los vecinos del Cabanyal demuestra cómo la participación ciudadana es más que necesaria para dar valía a ese patrimonio urbano y, por lo tanto, extensible a toda la franja del litoral.
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