Uno de los espacios más singulares de Valencia, en el pasado gran recinto para peleas de gallos y en la actualidad perteneciente al Consorcio de Museos, sobrevive entre la semiclandestinidad y la infrautilización
VALENCIA. Dentro de la Valencia imprevista (un subgnénero de la ciudad compuesto por lugares especiales aunque pocos reconocidos) existe un espacio llamativo por su tipología inicial y sus valores arquitectónicos. Se llama La Gallera, y sí, fue sede de monumentales peleas de gallo. Un Mestalla de la bronca aviar.
La Gallera está camuflada en el centro de Valencia, en el área donde las calles se retuercen como alambres viejos. Insertada en la trama del casco histórico, la entrada en el recinto provoca lo mismo que detenerse al borde de un acantilado. El efecto sorpresa viene dado por su vertiginosa verticalidad. Es un claustro cerrado de planta dodecagonal y tres alturas, organizado para que el ojo siempre mire hacia el espacio central, donde los gallos bregaban.
Se abrió en 1890 precisamente para albergar las peleas, en un momento en el que el fútbol era muy underground y los espectáculos animales una costumbre bien arraigada. Su cercanía a la plaza del Ayuntamiento aseguraba concurrencia y un lleno de apostantes en las balconadas. Corrían ríos de sangre por el arco central. Tarantino se relamería. Así fue hasta mediados del siglo XX. Desde los 90 se convirtió en sala de exposiciones, de marcado carácter vanguardista. Es un buen ejemplo de cómo reconvertir un edificio singular, aunque desafortunadamente con un desarrollo muy limitado que ha impedido un mayor lucimiento.
Forma parte del Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana, el ente público que coordina a la vez el Museo de Bellas Artes San Pío V, el Centro del Carmen, o el Museo de Bellas Artes de Alicante y Castellón, entre otros. Sin un presupuesto concreto más allá de las migajas que queden de los escasos 2,9 millones (un 20% menos que el ejercicio anterior) de los que dispone el Consorcio para todos sus espacios. No hay ni para pagar el entrante.
La fotógrafa Ouka Leele definió a La Gallera como el lugar del mundo que más le recordaba a la torre donde Dióscoro, padre de Bárbara de Nicomedia, encerró a su atractiva hija para resguardarla de los varones. Ouka Leele consiguió en 2011 reproducir la leyenda en una exposición creada para La Gallera, incluyendo un rayo de siete metros que, según la historia, mató al padre de Santa Bárbara como castigo.
Sobre La Gallera no acechan los rayos, pero sí las goteras. En la Bienal de 2007 una gotera obligó a cerrar la exposición plástica 'Lo impuro y lo contaminado', sobre el hecho religioso y su representación artística. A nadie pareció importarle demasiado. Una lona tensada impide hoy que pase el agua, aunque la justificación oficial es que sirve para oscurecer el ambiente, por exigencia de las exposiciones.
¿Laboratorio de arte actual?
El presidente del Consorcio de Museos, Felipe Garín, preguntado por el futuro del espacio, describe La Gallera como "el gran laboratorio del arte actual". Pero ciertamente es un laboratorio semiclandestino. Las intenciones que hace una década tenía su antiguo responsable Agustín Pérez Rubio (convertir el lugar en "un referente del arte actual") han quedado completamente aguadas. La propia ex consellera de Cultura Trini Miró, cuando todavía ejercía, fue muy delicada afirmando que La Gallera es "una sala un poco olvidada".
El arquitecto valenciano Boris Strzelczyk, miembro de la red europea Guiding-Architects y uno de los mayores difusores de la arquitectura local, apunta las causas: "El horario de apertura es más que reducido y nadie sabe realmente cuándo abre. No viene anunciado en ningún lugar. Ni siquiera las guías lo mencionan".
En su interior las exposiciones son creadas exprofesso para el lugar, subyugadas de alguna manera al espacio y entregando el protagonismo principal a su historia y características. Como la instalación del artista Javier Velasco, que recreó el infierno de Dante tiñendo La Gallera de rojo a través de vidrios colgantes y pinturas de mercurio, ideal para un recinto que "desde el origen habla de violencia". Mateo Maté recreó España a través de una vivienda que contenía el país, y cuya silueta sólo podía verse desde las balconadas superiores.
El uso no artístico está muy reducido. Puntualmente -apenas una vez año- la Gallera se alquila para eventos privados. Los criterios de selección parecen azarosos: rechazaron acoger jornadas de debate, aunque cedieron la instalación para una fiesta de blogueros de moda donde se presentaba una televisión de la plataforma ONO, con reparto incluido de perritos calientes.
Espacio infrautilizado
Casi todas las consultas sobre el uso de La Gallera terminan con la misma posdata: está infrautilizado. "No se sabe qué hacer con este espacio, la gestión es un desastre", explica Boris Strzelczyk, "se debería repensar el programa de usos, reactivarlo como lugar sin igual para articular recorridos por el casco histórico". "La rentabilidad a nivel social, turístico y de repercusión estaría asegurado".
La Gallera es uno de los lugares más singulares de la ciudad. Pero una vez muertos los gallos, ya no hace ningún ruido.
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La Gallera
C/Aluders, 7
96 351 72 69
Horario: de martes a viernes de 17 a 20h. Sábados de 11 a 13 y de 17 a 20h.
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