MADRID. Muy lejos de las batallas para ver quién ofrece el montadito y la caña más barata es posible encontrar oasis en los que tomar un cóctel sin escuchar nombres graciosos y originales a través de un altavoz. Son los afterwork y muchos de ellos se encuentran en las zonas más cool de la ciudad. En ValenciaPlaza destacamos cuatro opciones diferentes entre las que elegir.
El distrito de Salamanca reúne todos los clichés y estereotipos que se esperan de él. En el corazón de un Madrid convulso y gris, la zona 'pija' de la capital mantiene su ambiente de trabajo y capricho a partes iguales, donde tienen cabida los trajes que se cruzan con zapatos de tacón entre tiendas de lujo, grandes empresas y hoteles con estrellas suficientes como para llenar el Paseo de la Fama de Hollywood.
Es en este lugar y en sus alrededores donde proliferan muchos negocios de este tipo y donde es posible encontrar una mayor oferta. Están el O'Clock (Juan Bravo, 25), con su acento británico y su cambio de equipo desde octubre, con vestuario renovado y cócteles que han ganado premios por su originalidad; el MasQMenos (María de Molina, 1), la franquicia en la que se convirtió el Uno de Molina, que modificó su estética futurista para adquirir un aspecto más mediterráneo, con botellas y jamones colgando de la pared; y saliéndose ligeramente de este ‘Eixample' madrileño, el Bristol Bar (Almirante, 20), del que ya habló Vicent Molins por aquí.
Uno de los más conocidos es el DRY Cosmopolitan Bar by Javier de las Muelas, en el hotel Gran Meliá Fénix (Hermosilla, 2). El aterrizaje de este prestigioso cocktailman en la capital en el año 2010 fue todo un hito. Tras más de 30 años de recorrido profesional, 14 de ellos al frente de su hermano mayor en Barcelona, en la calle Aribau, este maestro del cóctel por fin se decidió a trasladar su experiencia a Madrid.
Sus distintas variedades de dry & tonic, frappé, fresh fruit martini y decenas de creaciones propias disponibles en todos los colores y sabores, convierten al DRY en un punto de encuentro clave para los amantes del afterwork más chic. Sin duda, la meca del cóctel original, atractivo y bien servido se encuentra aquí, donde es imposible olvidarse de aquella mítica frase de James Bond. El escenario acompaña: el huésped se sentirá como si estuviera en medio de un decorado de la saga del famoso agente secreto encarnado por Daniel Craig.
Ahora bien, utilizando un famoso quiasmo, en Salamanca 'ni son todos los que están, ni están todos los que son'. Es hora de cruzar la Castellana y al otro lado se abre una puerta hacia un concepto de afterwork tal vez menos sofisticado, pero con la misma elegancia que los del apartado anterior. Para ser exactos, serán dos puertas (correderas) las que permitan pasar: esas son las del Ditirambo café-lounge.
Javier y Ricardo son los treintañeros encargados de llevar este maravilloso local con nombre de composición lírica griega del número 5 de la calle Alfonso X. Entrar al Ditirambo es como poner los pies en un segundo hogar en el que los sillones, los cuadros y una vistosa pared de ladrillos hacen la función de salón. Sólo se echa en falta una chimenea, pero vaya, de temperatura ya está bien.
Uno de sus dueños confiesa que tuvieron que abandonar la interpretación para dedicarse a la hostelería, una "relación" esta —la de camarero-actor— que "siempre ha existido en este mundillo", explica Javier. Hasta ahora la metamorfosis les está dando buenos resultados. "Vamos funcionando", revela entre daiquiris de coco y fresa, mojitos, cosmopolitan y el ‘spritz', un cóctel basado en un vermú italiano que destaca por no ser habitual en Madrid.
En su lista de logros desde que inauguraron el local en agosto del año pasado está haber llamado la atención de un público bastante heterogéneo, que va desde "señoras en tacatá" hasta gente de unos 25 años de edad. "Vienen sobre todo muchas chicas", dicen, atraídas, quizá, por la idea de ser atendidas por dos hombres venidos del mundo de las artes que además saben preparar desayunos, tostas, salmorejo, cecina, salmón ahumado...
Otro sitio en el que no sólo se bebe, sino que también se come, y bien, es La T (Molino de Viento, 4). Con una carta breve de sorprendente variedad, platos de presentación cuidada y un espacio con una decoración onírica, este lugar se convierte en una delicia para quienes empiecen a comer con la mirada y busquen alta calidad a precios razonables (se pueden consultar los precios a través de su web).
Pero, ojo, toca hablar de afterworks, y La T destaca por su amplio sótano lounge lleno de cojines, mesitas bajas y una amplia selección de copas puestas "con mucho cariño". Así lo cuenta Jose Manuel Domenech, que aprovecha para hacer hincapié en su "política agresiva de precios" y en su atención "muy personal".
"Cuando salimos nos gusta que nos traten bien y nosotros hacemos lo mismo con nuestras visitas", dice. Un público que suele encontrarse entre los 25 y los 45 años, según detalla Jose Manuel.
Su sótano, con un estilo diferenciado al de la planta superior y una barra de alabastro natural, es un punto clave para la realización de eventos, cócteles, encuentros de empresa, afterworks de blogueros, cumpleaños y todo tipo de 'saraos'.
Es precisamente a través de internet —blogueros mediante— donde mejor se está dando a conocer este joven 'gastrobar' que abrió sus puertas hace poco más de un trimestre en pleno barrio de Malasaña. Aunque la fiebre por las redes tipo Foursquare y el espíritu 'Alberto Chicote' también tiene mucho que ver, puesto que las buenas valoraciones del local y su comida se repiten en cada rincón de críticas de la red.
Muy cerca de La T será donde concluya el recorrido de hoy. Detrás quedó el ambiente distinguido y empresarial de Salamanca para dar paso a la estética más distendida y fresca de Malasaña, porque aquí repite la última propuesta VP.
Se planteaba al inicio de este viaje la dicotomía entre el cóctel versus la caña + tapa de toda la vida. Pues bien, en el Olé Lola (San Mateo, 28) juntaron las dos posibilidades en el interior de una 'tasca & chill' que presenta un ambiente contemporáneo con un latido español más proverbial. Porque lo importado no siempre funciona y, en muchas ocasiones, lo que ha valido siempre es lo que se reinventa y acaba convirtiéndose en la combinación imprescindible para los coolhunter de Madrid.
El punto fuerte del Olé Lola se encuentra en sus cervezas artesanales madrileñas, como la Cibeles y La Virgen. O la Aora (sin hache) de León. Hugo, responsable de comunicación del grupo Moby Dick (al que pertenece el negocio), explica que la cerveza "es el nuevo gin tonic". Entre tanto cardamomo, jengibre, flor de azahar y pieles de limón hay gente "que ya está harta" y que ve en la cerveza todo un universo aún por descubrir.
En el Lola es posible reunir al amigo que trabaja en la oficina de Alonso Martínez, al del pequeño estudio en Chueca y al universitario que prefiere los cafés y los tés, porque aquí también hay. Y por haber también hay tartas, raciones minimalistas, monólogos, catas de cerveza, intercambios de idiomas, afterworks organizados por más blogueros, empresarios, desarrolladores de apps...
Y no pueden quedar fuera los cócteles, por supuesto, entre los que destacan el 'Porn Star Martini', el 'Violetera Olé' o el 'Mojito de la pasión', por un precio que no pasa de los 6€ hasta las 21:00. "Y les salen bastante ricos", comenta un cliente ocasional. Tampoco falta la carta de gin tonics, no, ni la de "mini gin tonics", en formato más pequeño y creados "para engañar", dice Hugo, para aquellos a los que les asusta tomar un gran vaso de ginebra y tónica tan temprano, "aunque al final algunos acaban igual", bromea él.
En definitiva, hay afterworks para todos los gustos. Da igual que unos vengan con aparcacoches y señor con bombín en la puerta, o con raciones de patatas bravas y decoración contemporaneocañí. Todos cumplen la misma función: hacer las veces de transición entre el pesado mundo de la empresa y la llegada a casa, dejando la carga de los problemas a un lado y rebajando el dolor de cabeza entre copas, risas y el trato casi psicológico de estos profesionales del cóctel de después.
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