VALENCIA. La publicación de los ya famosos papeles de Bárcenas en el diario El País, cuya autenticidad ha sido confirmada por grafólogos (un inusual momento de gloria de la grafología en España) y por algunas de las personas que figuran en dichos papeles, ha puesto contra las cuerdas al PP y, muy particularmente, a su presidente, que lo es también del Gobierno: Mariano Rajoy.
La triple duda sobre si los sobresueldos eran práctica habitual en el PP, a lo largo de casi veinte años; sobre si dichos sobresueldos no se declaraban a Hacienda; y, por último, respecto del origen del dinero (qué empresas, y sobre todo por qué motivos, financiaron al PP durante esos años) amenaza con destruir la credibilidad del partido en el Gobierno en un momento, a nadie se le escapa, particularmente sensible.
No es, como quizás algunos hayan interpretado rápidamente, una cuestión fundamentalmente legal, que quepa dilucidar en los juzgados. Es, ante todo, un problema político y ético, que no se desvanecerá por mucho que los delitos hayan prescrito o ni siquiera alcancen la condición de delitos.
Ni todo ha de solucionarlo la justicia, ni todas las cosas que son legales resultan aceptables. Un presidente del Gobierno que pide sacrificios a los ciudadanos no puede eludir, al mismo tiempo, la más elemental de las obligaciones: pagar impuestos.
Vuelve Gürtel
Por ahora, la estrategia del PP, tanto en las declaraciones de Dolores de Cospedal como en la comparecencia de Rajoy ayer sábado, se ha basado en negar con rotundidad cualquier vinculación con los papeles de Bárcenas y con este tipo de prácticas. Negar y, en lo que concierne a Mariano Rajoy, mantener un perfil bajo, eludiendo las preguntas de los periodistas ante un asunto que le afecta directamente. Es una estrategia que nos resulta familiar, pues ya la empleó Francesc Camps como línea de defensa fundamental desde que surgiera su vinculación con Álvaro Pérez, 'El Bigotes', y la rama valenciana de Gürtel.
Tal vez el PP no pueda hacer otra cosa que negarlo todo. Porque cabe la posibilidad, naturalmente, de que las acusaciones sean falsas. Pero también porque, si fueran ciertas, admitirlo sólo puede ser el paso previo, en casi todos los casos, de la dimisión. La situación de un dirigente del partido en el Gobierno que cobrase un dinero extra proveniente de donaciones de empresas y particulares, si no lo declaró, es insostenible; si lo declaró, es, como mínimo, equívoca. ¿Con qué legitimidad podrían estos dirigentes pedir sacrificios a los demás, si queda claro que no están dispuestos a asumirlos ellos mismos, y tanto es así que se buscan los recursos económicos necesarios para "complementar" sus salarios?
Por lo tanto, parece que enquistarse en una negativa sistemática pudiera ser, en el corto plazo, la estrategia más conveniente. Pero en el momento actual, con la ciudadanía totalmente desafecta respecto de las clases dirigentes, con unos niveles de desconfianza y crítica de las instituciones y los partidos políticos desconocidos en España, el recurso a la negativa puede resultar, fácilmente, contraproducente.
Porque cualquier dato que surja desmintiendo o poniendo en duda la estrategia del PP provoca una inmediata pérdida de credibilidad de los portavoces del partido y de su línea de defensa. Hoy, en España, muy pocos comparten la "indignación" que dicen sentir los dirigentes del PP por la aparición de los papeles de Bárcenas, y son mayoría los que están indignados, precisamente, porque creen en la veracidad de dichos papeles.
Es, más o menos, lo que ya ocurriera con Camps: la estrategia de negar, a toda costa, cualquier vinculación con la trama Gürtel y con sus pintorescos representantes en la Comunidad Valenciana, particularmente 'El Bigotes', le estalló en las manos al entonces president de la Generalitat al aparecer grabaciones y datos que evidenciaban dicha vinculación.
Unos datos que destruyeron totalmente, a ojos de la opinión pública, la credibilidad de Camps, y que terminaron por finiquitar su carrera política, por mucho que, meses después, saliera absuelto del caso judicial. Porque, en efecto, el problema no es judicial: es político. Y no se arreglará por mucho que un juez decida archivarlo.
Las fortalezas del PP, en tela de juicio
El estallido del escándalo de los sobresueldos es muy peligroso para el PP, entre otros muchos factores, porque afecta a la línea de flotación de su misma identidad como partido político. La identidad que se forjó a lo largo de los años noventa, precisamente, en contraposición con el partido socialista entonces gobernante.
La última legislatura de Felipe González (1993-1996) estuvo salpicada de escándalos que amenazaron con afectar a las propias instituciones del Estado. Dichos escándalos, desvelados por una prensa hostil a lo que entonces era conocido como "el felipismo", se apoyaron también en una estrategia de oposición extraordinariamente agresiva con el Gobierno, que quedó resumida, a los efectos, en una frase repetida hasta la saciedad por casi todos los representantes públicos del Partido Popular, en referencia a las debilidades de los sucesivos gobiernos de González. El PSOE se caracterizaría por traer a España "paro, corrupción y despilfarro".
Un paro que entonces superaba el 20% de la población activa. Unos escándalos de corrupción omnipresentes y una gestión del dinero público que había vivido enormes excesos, sobre todo en relación con los fastos de 1992. Frente a estos problemas, el PP de José María Aznar se presentó como un partido eficaz en la gestión; comprometido en la lucha contra el desempleo; e inmune a la corrupción.
Ocho años después, el PP consiguió acreditar el éxito, al menos parcialmente, en estos tres ámbitos: el paro descendió considerablemente, la corrupción -aparentemente- campaba por su ausencia, y el PP se forjó una imagen pública de eficacia en la gestión. También se forjó, es cierto, una imagen antipática (el "aznarismo"), de chulería y falta de empatía con los más desfavorecidos, pero que no invalidaba lo anterior.
Pero un año de gestión del PP en plena crisis económica está dando al traste con este legado de los años de Aznar. A ojos de la ciudadanía, que votó en masa al PP en 2011 fundamentalmente para que aplicase la tan cacareada eficacia en la gestión de las cuentas públicas para superar la crisis y reducir el desempleo, el fracaso es casi absoluto.
En primer lugar, por la terrible tasa de desempleo, rayana en el 26% de la población (unas cifras frente a las cuales las afirmaciones del Gobierno en el sentido de que ya vemos "brotes verdes" casi parecen una broma de mal gusto). En segundo lugar, porque la gestión de los gobiernos autonómicos y locales del PP, en los años de vino y rosas del ladrillo, ya demostraron con suma claridad que el problema del despilfarro de los recursos públicos no es únicamente imputable a los gobiernos socialistas.
Y ahora, finalmente, los papeles de Bárcenas suponen una puesta en cuestión absoluta del supuesto compromiso del PP contra la corrupción. Todo ello, naturalmente, sin que suponga, a cambio, suavizar en demasía la mala imagen pública del PP como partido antipático y con ciertos ribetes de chulería, por mucho de que en este aspecto, sin duda, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se halle a años luz de Aznar.
#prayfor... Ana Mato: payasos inquietantes
Para rizar el rizo, y en plena efervescencia de los papeles de Bárcenas, la investigación del juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz sobre el caso Gürtel ha desvelado pagos de la trama de más de 60.000 € a la ministra de Sanidad, Ana Mato, y su ex marido, Luis Sepúlveda. Pagos que abarcan desde viajes hasta bolsos de regalo, pasando por la organización de fiestas para los niños de la pareja, en las que se incluía la contratación de payasos.
"Tres payasos serán los protagonistas y acercarán a los asistentes haciéndolos interactuar y causando risas, curiosidad y extrañeza", según dice el informe. Aunque, sin duda, no tanta extrañeza como la que causa que la ministra de Sanidad tenga coches en su casa pagados por la trama Gürtel, viajes pagados con el mismo origen, e incluso fíe la organización de los cumpleaños de sus hijos... ¡Y luego afirme desconocerlo todo!
Guillermo López García es profesor titular de Periodismo de la Universitat de València. @GuillermoLPD
Magnifico analisis: muchos votaron al PP en 2011 esperando volver a la "recuperacion" del 96 frente a la corrupcion, el paro y el despilfarro del PSOE del Felöipismo. Ahora, finalmente, se cierra el circulo. Frente al PP tenemos a ese joven e ilusionante nuevo valor de la politica Espanyola: Rubalcaba. Esta claro ya para todo el mundo que lo que falla no es el partido X o el Y, ni Fulanito o Menganito, sino el sistema? Para coger el primer avion que salga del pais
Coincido totalmente con lo que indica, Don Viñeta. El problema es que el dinero negro es posible demostrarlo, pero el cohecho es dificilísimo de demostrar, al menos con estos datos. Y muchas de las "donaciones" ni siquiera eran ilegales en la época en la que se hicieron. Un cordial saludo
Leyendo el artículo parece que lo más grave del asunto Bárcenas de ser cierto, es que determinados políticos obtuvieran dinero negro y no lo declararan, cuando lo más grave del asunto es que se demuestre (aunque todos lo sepamos ya) que hay políticos que aceptan dinero de ciudadanos (empresarios) a cambio de usar su poder (directamente el ejecutivo, e indirectamente el legislativo) para favorecer a estos ciudadanos, o sea que la gente con dinero compra a los políticos para que les den jugosos negocios y gobiernen a su favor. Gravedad mayor si cabe viendo que hay constructoras entre las empresas que han dado dinero, en un contexto de crisis tras una explosión de burbuja inmobiliara
Lluvia, hambre, guerra en Persia no termina La fe demasiado grande traicionará al monarca Tres payasos serán los protagonistas, seacercarán a los asistentes haciéndolos interactuar causando risas, curiosidad y extrañeza
Fibonacci: el objetivo de hacer comentarios sobre la actualidad reside, justamente, en comentar aquello que está de actualidad. Por ejemplo, las consecuencias políticas de los papeles de Bárcenas. Tampoco estoy de acuerdo, por otra parte, en que haya que meter sistemáticamente a todos los partidos en el mismo saco. ¿Por qué razón, si sólo es el PP el que está en tela de juicio en este momento? ¿Por qué deberíamos difuminar la noticia apelando a una supuesta, e indemostrada, responsabilidad colectiva de los partidos?
No soy pepero ni votante del PP, pero me hace gracia el comportamiento y la visión de algunas personas. Por ejemplo del escritor de este artículo. El mismo título se puede estrapolar al PSOE. No debería el artículo tratar con todos los partidillos bajo el saco? Siempre es lo mismo y cansa.
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