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VALENCIA. "¿Te gusta el aeropuerto del abuelo?", le dijo Carlos Fabra a su nieta el día de la inauguración del más famoso de los aeropuertos de España. La frase, dicha en un entorno coloquial y dirigida a una niña, no tendría más relevancia de no ser porque el expresidente de la Diputación de Castellón y aún presidente de la sociedad pública de la Generalitat Aerocas, propietaria del recinto aeroportuario, se comporta como si el fantasmagórico aeródromo fuera su coto privado.

El pasado lunes el PSPV denunció que habían visto un coche de carreras rondando en la pista del aeropuerto. Una comitiva socialista se encontró con la sorpresa cuando visitó el recinto. Pero el asombro fue mayor este martes cuando la cadena de televisión La Sexta conectó en directo con el aeropuerto para hacer una crónica de la denuncia del PSPV y se encontró con que el deportivo seguía rodando por el asfalto.

Segú informó La Sexta, se trata del equipo del piloto castellonense Roberto Merhi, que compite en la DTM, una categoría de automilismo de velocidad que se disputa en Alemania. Las fuentes del equipo citadas por la cadena de televisión aseguraron que tenían autorización personal de Carlos Fabra para estas pruebas.

Un permiso del que la Generalitat no tenía conocimiento, según fuentes oficiales de la Consellería de Economía, Industria, Comercio y Turismo, de quien depende formalmente el aeropuerto. El departamento que dirige Máximo Buch informó que recabará información en Aerocas sobre esta actividad.

Las pruebas de coches de carreras en aeropuertos no son algo fuera de lo común. Las escuderías prueban en este tipo de recintos, con las largas pistas de despegue, aspectos técnicos de sus bólidos que no se pueden analizar en los trazados de los circuitos tradicionales. Por ejemplo, el equipo McLaren de Fórmula 1 ha utilizado en alguna ocasión el aeroclub de Mahón, en Menorca, para hacer pruebas de velocidad y aerodinámica.

La clave, por tanto, no está en que un deportivo use la pista, sino en las formas en que se hace. Primero porque, según se desprende de las palabras de unos y de otros, la autorización no se ha tramitado por los cauces que debería. La Generalitat, dueña del aeropuerto, no tenía conocimiento de que se estaba utilizando. Tampoco hay constancia de que el equipo de carreras pague nada por el uso de la pista. Y no será porque a la empresa pública Aerocas le sobre el dinero, ya que el mantenimiento del recinto sin aviones le cuesta a las arcas autonómicas 13 millones de euros al año.

Todo apunta a que ha sido Carlos Fabra quien ha dado su permiso personal sin contar con nadie. Una decisión que se une a las negociaciones que el polémico político mantiene con un fondo de inversión libio supuestamente interesado en quedarse con el aeropuerto, contactos que se han realizado al margen de la Generalitat y que han generado malestar en el Consell, hasta el punto que el ejecutivo de Alberto Fabra ha creado una comisión para tomar el control de la posible venta.

Una nueva muestra de la forma de entender la gestión de la cosa pública de Carlos Fabra. Al fin y al cabo, nadie hasta ahora le ha parado los pies. ¿Por qué razón sigue en la presidencia de Aerocas si ya no es presidente de la Diputación y, además, la institución provincial no tiene peso alguno en el accionariado? Quizá porque la sombra de su estatua en los accesos al aeropuerto es muy alargada...

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