VALENCIA. El Partido Popular de la Comunitat Valenciana ha entrado en una fase de desestructuración general desconocida para la formación en los últimos años. Bajo una cáscara de fiabilidad, se esconden luchas de poder latentes o insinuadas que dejan entredicho la habitual rectitud jerárquica de la formación que lidera Alberto Fabra.
Es cierto que los grupos o familias dentro del partido, como en tantos otros, siempre han existido. Sin embargo, la crisis económica y las medidas adoptadas para combatirla han hecho aflorar las diferencias entre los dirigentes populares y con el propio presidente del partido.
GRUPOS PARLAMENTARIOS DIVIDIDOS Y DESORIENTADOS
El grupo de diputados en Les Corts son fruto de la elección de Francisco Camps. El actual líder ha acometido una reforma en la dirección del grupo para apartar a los parlamentarios imputados, un gesto de cara a la opinión pública que, no obstante, no ha mejorado la cohesión del grupo.
El recientemente nombrado portavoz, Jorge Bellver, tiene la misión de apuntalar el equipo de Les Corts. Sin embargo, su experiencia parlamentaria es breve (lleva poco más de un año en la Cámara) y se enfrenta al reto de supervisar de una amalgama de diputados con altos egos y diferentes objetivos.
Además, existen diputados con amplia experiencia como Rafael Maluenda, quien no ha sido promocionado tras ocupar temporalmente la portavocía; el secretario general del PPCV, Serafín Castellano, o la viceportavoz, Marisol Linares, que mantienen fuerte influencia en un grupo en el que muchos diputados dudan sobre a quien deben dirigirse, según señalan fuentes del grupo.
Tampoco contribuye a la unidad del grupo la situación de los diez parlamentarios imputados: denostados en la dirección, pero integrantes de pleno derecho en la bancada 'popular'.
Por otro lado, tampoco puede decirse que los parlamentarios nacionales conforman un grupo compacto a las órdenes de Fabra. De hecho, varios de ellos tienen su núcleo de actuación e influencia en Madrid y otros se adscriben a distintos dirigentes del partido. Así, la negociación para la presentación de las enmiendas en el Congreso a los Presupuestos Generales del Estado para obtener 144 millones más de inversión, se llevó directamente entre Consell y Ministerio de Hacienda.
Un procedimiento habitual pero que, a juicio de diversos cargos del partido consultados, también obedece a la poca confianza que ofrece el grupo parlamentario en Madrid. "Si hubieran tenido que presentar las enmiendas para plantear un pulso, habría que ver cuantos se hubieran prestado a ello", reflexionaba un diputado autonómico consultado por este diario. Cabe recordar que los parlamentarios nacionales ‘regatearon' recientemente al secretario general del PPCV, Serafín Castellano, a la hora de plasmar el calendario de la campaña similar a ‘Responem' ideada para informar a los ciudadanos sobre los presupuestos.
LA DISTANCIA ENTRE LÍDERES PROVINCIALES Y SECRETARIO GENERAL
Pero si en el ámbito parlamentario la atmósfera está enrarecida, las relaciones puramente orgánicas en el partido todavía lo están más.
Seis meses después de que Serafín Castellano fuera nombrado secretario general del PPCV y tomara las riendas del mismo, se ha constatado la fortaleza de unas direcciones provinciales que mantienen las distancias con el ‘número dos' regional.
Las escaramuzas comarcales en la provincia de Valencia siguen presentes. El presidente del PP en este ámbito, Alfonso Rus, mantendrá el dominio general en los congresos aunque no controle por completo comarcas como Camp de Túria o Camp de Morvedre. La tensión histórica entre Rus y Castellano, que dura casi una década, no se resolverá sin duda en la presente legislatura.
A este conflicto hay que unirle la poca sintonía entre Castellano con el vicepresidente del Consell y líder provincial del PP alicantino, José Císcar. Si sumamos la independencia histórica de Castellón, donde Javier Moliner ha puesto los cimientos para construir la era post-Carlos Fabra, el mapa del PPCV refleja una poderosa personalidad de las estructuras provinciales al margen de la dirección regional.
Aunque esta circunstancia se ha repetido con anterioridad, el escenario de crisis económica -los alcaldes son también principales damnificados- y la figura todavía poco apuntalada del presidente Fabra, contribuyen a la mayor fidelización con los líderes provinciales.
Otro factor determinante que contribuye a la pérdida de fortaleza del PP se encuentra en Valencia capital. La alcaldesa Rita Barberá, referente autonómica y nacional no ha congeniado con Fabra. Al margen de esta falta de ‘feeling', el poder local del PP acusa de forma especial la falta de fondos para invertir y el propio desgaste de gobernar durante más de dos décadas en la ciudad.
En breve se decidirá la nueva dirección del PP local de Valencia. Un proceso que controlará Rita Barberá y en el que Fabra no tendrá cartas que jugar. Así pues, todo apunta a que la alcaldesa hará las cosas a su manera hasta el final de la legislatura: el problema es que Valencia es una ciudad demasiado grande para que un presidente de la Generalitat tenga tan poca influencia en ella.
Todas estas cuestiones, reflejan una pérdida de dureza en la que había sido en los últimos años una estructura poderosamente rocosa. Este agrietamiento estructural se ha agravado definitivamente con los desaires del Gobierno central a la Comunitat Valenciana. El partido comienza a partirse entre el ‘seguidismo' incondicional a Fabra y Rajoy o la mutación a un carácter más reivindicativo que se plasme en acciones firmes y no solo en palabras pronunciadas dentro de las fronteras autonómicas.
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