VALENCIA. Este año es bisiesto y, como marca la costumbre, el primer martes de noviembre tendremos comicios a la Presidencia de los Estados Unidos. Un país donde el bipartidismo puede ser calificado de casi perfecto.
Los norteamericanos destacan en su constitucionalismo por ser fieles a su herencia, esa que les ha llevado a ser la primera potencia del mundo. Como los romanos y su ley de las XII tablas, admiran sus viejas costumbres y son reacios a las modificaciones: sólo cuando la exigencia es perentoria las implementan en modo de enmiendas.
Así, mantienen un sistema electoral que responde a necesidades de otra época, como la elección de un cuerpo electoral por cada estado que elige al presidente y vicepresidente en sesión única. Pero a su vez fueron ellos los primeros en introducir los debates entre candidatos en televisión, lo que evidencia el carácter innovador y al mismo tiempo tradicional que conjugan sus campañas electorale.
Los dos grandes partidos copan el mapa electoral tiñendo los Estados de rojo Republicano o azul Demócrata. Pero eso no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que los dos grandes partidos eran el Partido Demócrata-Republicano y el Partido Federalista. Una serie de crisis internas derivaron en un proceso que terminó con la desaparición de ambas formaciones allá por 1820 y la aparición primero del Partido Demócrata y posteriormente del Partido Republicano, surgido del precedente del Partido Whig.
EL TERCER HOMBRE
Siempre son más de dos los candidatos que concurren a la carrera presidencial. Primero en los largos procesos internos de los partidos que comienzan en enero del año electoral en los Caucus de Idaho. Y después llega la curiosa amalgama de independientes multimillonarios capaces de costearse ese capricho o nominados por partidos minoritarios con cierta infraestructura como el Partido Verde, el Partido Libertario o el Partido de la Constitución.
En la historia reciente solo hubo dos casos en que un tercer hombre se coló en la recta final de las Presidenciales siendo su actuación decisiva para el resultado final.
El primero y mas llamativo fue el empresario Ross Perot: su nivel de popularidad fue tan alto que participó en el debate televisado de las elecciones del 92 junto a Bush padre y Bill Clinton. Obtuvo casi un 19 % del voto popular con un mensaje conservador. Su participación fue decisiva para que Clinton se aupara a la Casa Blanca puesto que se nutrió de mucho voto tradicional republicano que mermó las posibilidades del candidato de este partido.
Por otra parte, Ralph Nader fue nominado por el Partido Verde en el año 2000. Articuló una campaña que giraba en torno al debate generado tres años atrás en la cumbre mundial de Kioto y que recogía el anhelo de alcanzar la barrera del 5% de los votos para poder obtener financiación federal para el partido. Se quedó en un 2,7%, un resultado no comparable al de Perot pero que superaba lo que regularmente obtienen los candidatos pequeños.
Teniendo en cuenta que Al Gore y George W. Bush obtuvieron unos resultados muy ajustados, la derrota mínima de Gore generó una cierta controversia en las filas demócratas que vinieron a responsabilizar en parte de su derrota al incremento de votos del candidato verde, achacándole a este el haber facilitado la victoria republicana.
_____________________________________________________________________________
(*) José Morgan es abogado y Coordinador del Fòrum Persones i Societat Valenciana
Interesante documentación para profundizar en el sistema de partidos estadounidense.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.