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Hoy, Día Mundial del Ahorro

La importancia del ahorro
y la cultura financiera para la
estabilización de la economía

Por VICENTE PALLARDÓ *. 31/10/2012 "El ahorro fue esencialmente olvidado, cuando no castigado, en el último ciclo expansivo. Ahora sufrimos las consecuencias..."

VALENCIA. El día 31 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro y, por tanto, nada más oportuno que recordar hoy la relevancia del mismo. Por desgracia, un elemento clave como es el ahorro para la estabilidad a medio y largo plazo tanto de las economías familiares como de la economía en su conjunto fue esencialmente olvidado, cuando no castigado, en el último ciclo expansivo. Ahora sufrimos las consecuencias.

En efecto, en un escenario económico dominado por el consumo desaforado, el menosprecio del riesgo y de las implicaciones futuras de las decisiones tomadas por los agentes (todos los agentes, no sólo los financieros) y el endeudamiento hasta nuevos máximos históricos (fenómenos acaecidos no sólo en España, sino en buena parte de Occidente), el ahorro pareció contemplarse como una reliquia del pasado.

Además de un factor de protección contra los malos momentos para las familias, el ahorro de un país es esencial porque constituye la base para financiar su inversión productiva, la que debe garantizar la generación de riqueza futura (y, por cierto, sólo creando riqueza es posible sostener las prestaciones sociales que definen el modelo europeo de Estado del Bienestar).

Desde luego, si uno no ahorra lo suficiente por sí mismo siempre puede recurrir al ahorro exterior, como aconteció en España desde 1995 hasta todavía hoy, por un importe total de 600.000 millones de euros. El problema, más que en el hecho en sí de recurrir a esa financiación externa, estriba en su utilización: cuando en lugar de financiar la citada inversión productiva, ese enorme volumen de liquidez prestada se dedica a sostener un boom inmobiliario, del consumo y de la parte menos útil del gasto público, el futuro de esa economía queda comprometido. Hay que devolver lo recibido y no se obtienen beneficios del empleo de ese dinero. Ese es el drama de la economía española.

Si a lo anterior agregamos una crisis financiera internacional sin precedentes, con el aumento de la aversión al riesgo derivado de la misma, más un proceso de contagio respecto a otros países de la periferia europea, proceso adornado por todo tipo de errores en su respuesta por parte de los responsables nacionales y europeos, más el descubrimiento de que parte de nuestro sistema bancario estaba en condición ruinosa, el drama se convierte en tragedia.

Esta situación extrema se habría evitado si durante el largo período de expansión previo a la crisis nuestros agentes económicos hubieran gastado menos y ahorrado más. Por supuesto, otras medidas y decisiones hubieran sido igualmente importantes, pero un mayor ahorro hubiera ayudado sustancialmente.

Unas familias menos endeudadas, un sector público que hubiera generado un colchón de seguridad significativo ante el cambio de ciclo (en todos los niveles de la Administración Pública), una banca en situación más confortable, que pudiera mantener su papel crítico de proporcionar crédito a las empresas... qué diferente sería el escenario actual con ese mayor ahorro durante la expansión.

Entre los varios aspectos que hay que modificar para que reconozcamos la importancia del ahorro, vale la pena detenerse en citar al menos dos. El primero, es imprescindible, cuando la crisis se supere (nótese que no se está diciendo que deba hacerse ahora) recuperar tipos de interés significativamente mayores que los vigentes durante los años previos a la crisis.

Los bancos centrales marcaron una senda de tipos de interés injustificadamente bajos, que, por tanto, penalizaron el ahorro y favorecieron el consumo excesivo y a crédito (para muchos economistas, también explican, al menos en parte, las burbujas inmobiliaria y financiera que nos han llevado a la situación actual). Es una situación que no debe volver a repetirse. A pesar de las apariencias en el corto plazo, los tipos de interés a un nivel razonable, a largo plazo, son muchos más sanos para el crecimiento que los tipos demasiado reducidos.

Un segundo aspecto crítico es el de la necesidad de elevar la cultura financiera del ciudadano medio. Por desgracia, con esos incentivos distorsionados (dinero abundante y muy barato) muchas personas se embarcaron en deudas a las que no pueden hacer frente. Incluso familias e individuos que sí fueron prudentes y mantuvieron sus niveles de ahorro se han visto arrastrados a opciones de inversión que han resultado ruinosas. También es algo que se debe modificar con urgencia.

En este sentido, para contribuir a potenciar la cultura financiera, y dentro de ella recordar la importancia del ahorro y de su adecuada inversión, en la Facultad de Economía de la Universidad de Valencia se ha organizado una mesa redonda bajo el título "La importancia del ahorro en tiempos de crisis", apoyada por la Cátedra en Finanzas Internacionales-Banco Santander, dirigida a la comunidad universitaria. Esperamos que sea el inicio de una actividad divulgativa global que deseamos extender por diversas vías al conjunto de la sociedad.
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(*) Vicente J. Pallardó es analista de coyuntura económica, investigador del Instituto de Economía Internacional y profesor de Estructura Económica de la Universidad de Valencia.

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