VALENCIA. El concurso de acreedores es el único instrumento de reestructuración válido en situaciones empresariales de crisis avanzada ya que une a la potencia de un plan de viabilidad y de reconducción todos los institutos jurídicos recogidos en la Ley Concursal. Dichos institutos consisten fundamentalmente en la paralización de las ejecuciones contra el deudor junto a la congelación de la masa pasiva, así como las quitas y esperas de hasta el 50% y 5 años que se pueden conseguir con la aprobación del convenio.
Y ello es así, porque para afrontar la crisis, en primer lugar, es necesario su reconocimiento para poder anticiparse a sus efectos mediante las acciones correctoras oportunas. Este reconocimiento es lo que permitirá la anticipación que es la principal ventaja competitiva que solo se consigue en situaciones de crisis a través de los beneficios que otorga la Ley Concursal, siempre que conlleve la implementación de un Plan de Viabilidad que no sea producto de la improvisación o la intuición, sino de una reflexión profunda y una metodología ad hoc.
En situaciones de crisis es muy habitual que en el intento de la corrección de los problemas de toda índole que afectan a la empresas éstas se queden sin liquidez y sin financiación. Las entidades financieras y los acreedores estratégicos, lógicamente preocupados por la posibilidad de perder sus créditos, exigen nuevas garantías sobre la deuda antigua (generalmente hipotecarias) en perjuicio del resto de los acreedores ordinarios, a cambio de un poco de oxígeno y unos meses más de lenta agonía. Con ello se sacrifica la viabilidad de la compañía que posteriormente precisará de esas garantías para aprobar un convenio con sus acreedores o de un apoyo para la obtención de financiación a la salida de éste.
El problema de la falta de liquidez señalado absorbe, en el intento de su corrección, todo el tiempo del empresario que abandona la dirección de sus negocios al estar sometido a una tensión enorme: el banco que no deja de llamar; quejas de los proveedores por impagos; presión del personal por el retraso en el pago de las nóminas; crece la morosidad de los clientes y no se cumplen las previsiones de ventas.
Finalmente, se pierde la confianza en uno mismo y en el equipo y, como consecuencia, se abandona la gestión, que es, en definitiva, la única posibilidad de salvación. De facto, en estas situaciones, el empresario se transforma en su principal enemigo ya que es incapaz de dar una respuesta fría, y desapasionada que solo puede encontrar a través de la incorporación de especialistas en restructuración de empresas.
Como conclusión, en situaciones de crisis empresarial la respuesta del empresario carece desgraciadamente de un enfoque técnico y profesional. Las características de esta respuesta suele ser la siguiente:
• Negación de la realidad de manera sistemática.
• Matar al mensajero que se atreve a anunciarla. Aquellas personas de su entorno que le comunican la verdadera realidad suelen ser rápidamente apartadas.
• Comienzo de una huida hacia adelante sin dar solución a los problemas, lo cual siempre conduce con posterioridad a la liquidación y al cierre.
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(*) Jorge Perepérez Ventura y Pilar Pérez Marín son socios de Audit Ibérica S.A., abogados y economistas especialistas en reestructuración de empresas.
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