VALENCIA. Los periodos de crisis económica suelen provocar cambios importantes y enfoques nuevos en el seno de las empresas. En la actual, uno de los más evidentes y reconocidos es el rol que han jugado los directores financieros. Hasta 2007, último año en el que la liquidez y el crédito campaban con alegría, estos profesionales casi pasaban desapercibidos. Cierto es que manejaban balances, gestionaban IVAs, optimizaban la planificación fiscal, emitían informes ejecutivos para el Consejo de Administración con desigual influencia. Su función se parecía a la del aire que respiramos: existe, pero es invisible; lo necesitamos, pero no lo valoramos. De hecho, en la estructura de una gran empresa solían tener un reconocimiento salarial por debajo de sus compañeros del área comercial o de producción.
Pero todo esto ha cambiado con la crisis. Dejaron de ser aire para convertirse en oxígeno. ¿Que caen las ventas? Hay que controlar y asegurar el efectivo disponible. ¿Existen problemas para pagar la próxima nómina? Se necesita renegociar con los bancos, ¿Qué cambia el marco fiscal? Debemos saber el impacto en nuestro negocio. Sin duda, la continuidad de una empresa pasa cada vez más por el despacho del director financiero y su área. En KPMG, como auditores y asesores externos que somos, nos relacionamos diariamente con ellos desde hace años y, hemos observado esta revalorización profesional, y hemos querido conocer cómo afrontan la crisis preguntándoles directamente a través de una encuesta.
La conclusión principal del estudio se refiere a la necesidad de disponer de información financiera suficiente, veraz y actualizada sobre la empresa. Internamente, es crucial para la toma de decisiones (siempre lo ha sido), pero también pasa a serlo externamente (ésta es la novedad). La crisis obliga a compartir cada vez más esta información con bancos, aseguradoras, clientes o proveedores. También la complicada situación hace a su vez que el informe de auditoría adquiera mayor relevancia para transmitir confianza a esos agentes tanto internos como externos. Sin confianza no hay crédito ni se logra convencer a los inversores.
De hecho, al margen de analizar y reducir costes operativos, lo que más les ha quitado el sueño a nuestros encuestados es a asegurar la financiación del negocio y a la gestión del capital circulante. Es decir, a la renegociación bancaria de plazos y tipos de interés, al aprovisionamiento de cantidades adicionales de tesorería y al alargamiento de los períodos de pago a proveedores.
Otros puntos de actuación destacada frente a la crisis de nuestros CFOs, como les denominados en la jerga de negocio internacional, son el desarrollo de modelos de negocio más eficientes; el incremento de recursos en las áreas con más valor añadido; la creación o mejora de un mapa de riesgos y actualización permanente en el conocimiento de unas nuevas legislaciones en materia contable, fiscal, laboral, medioambiental siempre cambiantes. Los resultados de la encuesta ponen de manifiesto que dado que su tiempo es escaso y la complejidad del negocio creciente, han contado con el asesoramiento de profesionales especializados para mejorar el beneficio o reducir áreas de riesgo.
En cualquier caso, la misión del "nuevo" director financiero se sintetiza en dos pinceladas fundamentales: conocimiento interno de los números para optimizar recursos y transparencia externa con los mismos para proyectar confianza y generar financiación.
En mi opinión, este protagonismo adquirido por los directores financieros no será coyuntural. Llegó con la crisis, pero no se irá con ella. Empresarios y administradores han reconocido su función y aprendido a valorar el papel que desempeñan ahora... y, por lógica, también cuando todo esto pase. Es obvio que con la crisis, y por su seguridad, los agentes del mercado exijan información de gran calidad, veraz y en tiempo razonable. Pero, ¿dejarán de hacerlo cuando se supere esta recesión económica? No deberían, si lo que se pretende es no repetir la asfixia y contar con suficiente oxígeno.
La experiencia de treinta años de auditor me ha enseñado que, quitando grandes excepciones, no hay sectores buenos ni malos, hay compañías bien gestionadas o mal gestionadas, y es aquí donde estos señores de los números, continuarán teniendo un papel fundamental para el futuro de nuestras empresas.
Bienvenidos pues a la era en la que empresarios, administradores y consejeros reconozcan y valoren, de forma definitiva, el trabajo de estos profesionales. Quien tiene un buen director financiero, tiene un tesoro. Elíjanlo bien y, sobre todo, cuídenlo para que nadie se lo quite.
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Juan Latorre es socio de KPMG
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