En esta tercer entrega sobre quién domina el planeta, Javier Cavanilles consigue descubrir cómo funciona el mundo siguiendo la liturgia conspiranoica: desde internet, y sin levantarse del sillón
VALENCIA. Cuando alguien dice que existe un gobierno mundial en la sombra, el listo de turno -ese que logró predecir la crisis dos años después de que empezara- suelta una carcajada. A esos no está de más preguntarles si han oído hablar de la ONU. Fue un intento, tras la II Guerra Mundial, de crear una especie de parlamento global para evitar que la Humanidad se exterminase a sí misma. Pues sí, ese es uno de tantos intentos de lograr algo parecido a un gobierno mundial. Hechas las presentaciones, sólo nos queda hablar de quién manda ahora, cómo, y si está o no en la sombra.
Para hacerlo sencillito, vayamos por partes. En primer lugar, no existe ningún gobierno mundial ni parece posible que pueda haber un consejo de administración que controle todo el planeta. Entonces ¿de qué hablamos? Un término más adecuado es el del manido ‘Nuevo Orden Mundial', en el que lo fundamental de la lucha por el poder no ha cambiado nada, pero las circunstancias en que se produce son otras. Fin del misterio. Gobierno Mundial, de Esteban Cabal, es un buen libro para entender por dónde van los tiros.
Entonces ¿qué es lo nuevo? Que todo va mucho más rápido que antes, y que lo que llamamos la globalización se basa en una nueva realidad: el estado-nación está muriendo, las instituciones surgidas tras la II Guerra Mundial están artríticas y ahora la guapa del baile es la ‘transnacionalización'. El fenómeno tiene poco de especial. Y que nadie piense que es cosa de ‘los amos del mundo': es el mismo marco en el que se mueven las ONGs antiglobalización.
Lo nuevo es que se ha creado un vacío político que está siendo ocupado por los más rápidos y las empresas se están moviendo como pez en el agua. Eso es lo que da miedo. Imaginemos una firma cuya central esta en Nueva York, cotiza en varias bolsa, contrata la elaboración de sus productos en varios países (cuanto más pobres mejor), tiene sedes independientes en otros tantos, los accionistas están repartidos por medio mundo, los principales directivos han nacido en lugares distantes entre sí, y tiene su residencia fiscal en un paraíso. ¿De qué país es? ¿Qué ley se le aplica?
Esas empresas transnacionales tienen una serie de características. La principal es su poder que es de tal magnitud que distinguir entre países y corporaciones está más pasado de moda que los Bonnie M. Ahora hay que hablar de 'Entidades Económicas Globales'. En 2010, de las 150 EEG 87 eran empresas. Si dividimos por tercios: en el primer tramo encontramos 42 países y 8 empresas (la primera, puesto 22, la norteamericana Walt Mart); en el segundo, la relación es de 14 a 36; y en el tercero, 7 a 43.
Otro dato importante es que una empresa no es un castillo. El consejo de administración, los accionistas, y su cartera de inversiones les conecta con otras empresas. No están dirigidas por 12 tíos en una habitación cerrada que fuman puros como carreteros -como pretenden algunos conspiranoicos hardcore- sino que son redes con intereses comunes: menos regulación, menos barreras arancelarias, menos monedas en el mundo, menos derechos para los trabajadores, menos impuestos para ellos, más paraísos fiscales...
Como explica un reciente estudio del Swiss Federal Institute of Technology (Zurich), un conglomerado de aproximadamente 1.318 empresas son dueñas del 60% de la riqueza mundial. Por si fuera poco, 147 de ellas suman el 40% (las otras 1.171 el 20% restante). Por supuesto, en el listado destacan los sospechosos habituales: Barclays Bank, JPMorgan Chase & Co, Goldman Sachs, AXA, UBS,... Su poder es imparable y sobre su concepto de la ética basta con que leer los periódicos: han convertido la información financiera en una apéndice de la página de sucesos.
El caso de Goldman Sachs es paradigmático y esta semana hemos tenido un buen ejemplo. Primero compró la candidatura de Obama (fue la empresa que más dinero aportó en 2008), luego trufó su administración con sus tonton macutes, y cuando a alguien se le ocurrió pedirle cuentas por su papel en el hundimiento de la economía mundial, bastó dar a entender que Romney no es tan mal candidato para irse de rositas. Algo así explica que Mario Draghi (ex capo de la firma) haya llegado a dirigir el Banco Central Europeo, la sucursal en Frankfurt del Banco Internacional de Pagos de Basilea, el cartel de los banqueros.
Por supuesto, no sólo tienen poder económico sino también político. Hay muchas formas de conseguirlo, desde el soborno a la utilización de lobbies para lograr que la legislación se adapte a sus necesidades. Un dato: en Bruselas hay cerca de 15.000 lobbistas que trabajan para unos 2.500 grupos de presión. El número de diputados es de 750 (sin contar al presidente) lo que supone una relación de uno por cada 20. Así se explica que dos de cada tres asesores de la Comisión Europea para Empresa e Industria hablen en nombre de grandes compañías (482) y el resto (255) se los reparten ONGs, asociaciones de consumidores, representantes de las PYMES, sindicatos... Está claro quién manda en la Europa de los pueblos.
Por supuesto, hay intentos para intentar controlar su poder (dándoles todavía más), como el informe que se adoptó el pasado 8 de mayo para regular su actividad. Fue a iniciativa del parlamentario finlandés, miembro del Partido Popular Europeo, Alexander Stubb, que dijo que "los lobbies son parte esencial del trabajo de los eurodiputados; la labor legislativa sería muy pobre sin su contribución". Esto es lo que se le llama poner al zorro a cuidar a las gallinas.
Esta gente hace que Spectra parezca una asociación filantrópica. En estos momentos la European Round Table of Industrialists (ERT) - el überlobby por excelencia, cuyos socios suman 1.000 millones de euros- presiona para lograr una Unión Europea en la que las grandes empresas tengan derecho de veto sobre cualquier norma que limite su poder (el eufemismo que emplean es que "impidan el crecimiento económico"). De momento, ya se ha asegurado 20.000 millones en ayudas públicas entre 2014 y 2020 a través del programa Horizon. Capitalismo con dinero público.
Otro mecanismo a tener en cuenta en la famosa puerta giratoria (revolving door), que tampoco es nuevo, y que permite a las empresas aumentar su poder en las instituciones y controlar esa influencia desde esa tierra de nadie que es la transnacionalización. Euroburócratas y empresarios van y vienen, como Pedro por su casa, del sector privado al público, para beneficio del gran capital. Primero consiguen sentar en el sillón que supervisa a su sector al hombre adecuado. Este se dedica a arrimar el ascua a su sardina empresarial y, acabada la misión, le espera un cargo bien remunerado en algún gigante financiero como recompensa por su labor.
Pero el retrato del mundo transnacional no estará completo sin estudiar el papel de las organizaciones que han suplantado a los parlamentos a la hora de diseñar el futuro de occidente. El famoso Club Bilderberg es el más llamativo, pero sólo uno de los muchos taldes que utilizan las 6.000 personas que controlan el mundo para intentar para lograr sus objetivos. Y lo hacen a plena luz del día.
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Conspiranoia Times 1 . Los eurocobradores del frac
Conspiranoia Times 2. Lo que pasa en Bilderberg
(*) Javier Cavanilles es periodista y escritor. Autor de los libros 'Los caras de Bélmez' y 'El tarot, ¡vaya timo!', Cavanilles está especializado en temas paranormales y conspiranoias. Puede seguirle en twitter en @desdelmasalla
Como anécdota, conozco varios recién titulados que curran en esos lobbies en Bruselas..., los muy cutres sólo dan curro de becario, sin apenas asignación económica... y cuando se acaba la beca, adiós... La pasta gansa sólo para los directivos y los políticos.....
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