El periodista Javier Cavanilles vuelve a meterse en la piel de un conspiranoico para explicar cómo se ve desde este punto de vista el famoso Club Bilderberg, que para algunos es una especie de Ministerio del Miedo que controla en la sombra todo lo que pasa en el mundo y más
VALENCIA. El pasado 1 de agosto, el Defensor del Pueblo de la Unió Europea anunció que investigaría la relación del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, por un más que supuesto conflicto de intereses. La noticia, fielmente reflejada en la prensa, pasó prácticamente desapercibida. Después de todo, ¿quién es ese ignoto Observatorio Corporativo Europeo (CEO) que le denunció y por qué le parece mal que Draghi forme parte del Grupo de los 30, del que casi nadie ha oído hablar? De todas formas, la sangre no llegará al río: el BCE tiene hasta octubre para responder pero ya ha insinuando por dónde se pasará la queja.
En principio, que el exGoldman Sachs Draghi forme parte de un foro de debate en el que participan destacados miembros de la élite financiera pública y privada tampoco debería tener nada de especial. Sin embargo, el Grupo de los 30 forma parte de ese ente difícil de acotar que para los conspiranoicos constituye el verdadero gobierno mundial y que, según los mejor informados, es el embrión del cada vez más cercano futuro gobierno en la sombra de esta parte del mundo.
El Club de los 30 no es el más conocido de esa maraña de instituciones que constituye el 'Gobierno Mundial'. La niña bonita es, sin duda, el llamado Club de Bilderberg una institución que hoy es un secreto a voces, pero que durante muchos años su simple mención estaba poco menos que prohibida. Se les puede definir de muchas formas, pero el exbilderburguer Will Hutton (editor de The Observer durante años) lo bordó: son los altos sacerdotes de la globalización.
Bilderberg se reunió por primera vez en 1954 en Holanda, en el hotel del que toma el nombre. El fin era noble: crear un punto de encuentro entre políticos, intelectuales, casas reales, altos funcionarios... de Europa y EEUU para buscar puntos de encuentro y contrarrestar un posible auge del comunismo en un continente arrasado por la II Guerra Mundial. El Prince Bernhard de Holanda, tenía el currículum perfecto para tomar la batuta: era un exnazi.
Desde entonces, una vez al año (con alguna excepción) se reúnen un fin de semana unas 140 personas. Un pequeño grupo (unos 30) forman parte del Steering Committe (Juan Luis Cebrián, capo de Prisa, es el único español), y el resto son invitados más o menos ocasionales. No hay orden del día, cualquiera puede decir lo que quiera, y todos los asistentes se comprometen a cumplir con las llamadas normas de la Chatman House (su más claro antecesor, fundada en 1919): discreción total. Lo que pasa en Bilderberg se queda en Bilderberg.
La última cita fue en Virginia (EEUU) del 31 de mayo al 1 de junio, y la delegación española incluía a Juan Luís Cebrián, Juan María Nin (Caixabank) y Soraya Saénz de Santamaría. Este año la Reina Sofía, que últimamente no gana para disgustos, no asistió. El dato llamó la atención ya que, como buena parada de larga duración, tiene mucho tiempo libre y no se suele perder una.
Los invitados insisten en que sólo es un punto de encuentro para intercambiar opiniones; otros, que "«que se reúnen secretamente para planificar acontecimientos que más tarde simplemente aparecen como que han sucedido» (The Times dixit). Pero un dato objetivo da la medida de quiénes son: Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, se reunió la noche antes del anuncio de su nombramiento con el núcleo duro de la organización para explicarles cual sería su programa.
No es de extrañar, desde el Tratado de París al de Lisboa, no hay un solo paso en la Europa de los mercaderes que no se haya debatido aquí antes de que la opinión pública oyera la primera palabra. En 1955 se trató por primera vez la necesidad de instaurar el Euro, ahí es nada. Tampoco es casualidad que las reuniones precedan en días o semanas a los encuentros del G-8 y el G-20. Dicen que solo dan opiniones, pero eso como si el Padrino dijera que solo aconseja.
Pero el problema de Bilderberg no es que todo lo que decidan sea malo (que no lo es) sino ¿qué legitimidad tienen? La respuesta es sencilla: ninguna. Esto lo reconocen hasta los autores del magnífico y muy objetivo Bilderberg People (Ian Richardson, Andrew y Nada Kakabadse), el único estudio académico serio sobre esta banda de apandadores en sus más de 60 años de existencia. Un dato que habla por sí solo del secretismo que les rodea.
Lo que es innegable es que dan miedito. Mientras duró la Guerra Fría -esos tiempos felices en los que el enemigo era la URSS y los malos, de la CIA- fue un pilar necesario para la democracia en Europa y la construcción de la Unión Europea. Al igual que Bismark creó la seguridad social para evitar el auge del movimiento obrero, Bilderberg fue un valuarte de la socialdemocracia europea. Por aquel entonces la economía era keynesiana, de Von Misses sólo se hablaba para hacer chistes y el sociópata Milton Friedman llevaba pantalón corto. En sus primeros años era habitual que gente como el sindicalista americano Walter P. Reuther (apodado el ‘Martin Luther King blanco') fueran invitados.
Ahora, el negocio es otro. Como aseguró en vísperas de la cita de 2010 (Sitges) William Claes, ex secretario general de la OTAN: "Los participantes, obviamente, tienen en cuenta lo que se decide a la hora de poner en práctica las políticas en los ámbitos que les atañen". Políticos con posibilidades, como Tony Blair en su día, fueron invitados al cónclave cuando era solo un joven laborista. Obama y Hillary Clinton firmaron la paz en la cita de 2008 (Virginia, EEUU). Por supuesto hay discrepancias, como la que provocó la invasión de Irak que casi cuesta un cisma entre partidarios (EEUU) a la cabeza y detractores (Francia). Es lo que pasa siempre que hay que repartir un botín.
Si el invitado convence -es decir, repite el guión- alfombra roja. Los directivos de las principales empresas, los grandes medios de comunicación, financieros, intelectuales for hire y académicos le abren sus corazones y sus chequeras. Tiene a su disposición una red de amigos de las que no se consigue ni en Twitter. Sólo hay que ver las listas de los asistentes de los últimos años para ver quienes son... y qué poder tienen.
El principal problema no es el secretismo, sino la banda de lemmings ideológicos que lo constituyen y que van de la izquierda a la derecha, evitando los extremos. La única condición es ser defensor acérrimo del libre comercio y tener una visión neoliberal de la economía. Contra las democracias no tienen nada siempre que el sistema garantice que, salga lo que salga, al final se haga lo que ellos quieren. Y eso no es lo peor. Lo realmente preocupante es que Bilderberg no está sólo. El ‘Gobierno Mundial' es mucho más... y a veces mucho peor.
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Conspiranoia Times 1 . Los eurocobradores del frac
(*) Javier Cavanilles es periodista y escritor. Autor de los libros 'Los caras de Bélmez' y 'El tarot, ¡vaya timo!', Cavanilles está especializado en temas paranormales y conspiranoias. Puede seguirle en twitter en @desdelmasalla
Deberían revisar la ortografía del artículo: Steering Committee, Chatham House, Bismarck y baluarte, en lugar de como aparecen aquí.
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