VALENCIA. Minutos antes de empezase a rodar el balón en la semifinal de la Eurocopa entre España y Portugal, cuando quien más quien menos se preparaba para sufrir con la Selección, Banco Financiero y de Ahorros, matriz de Bankia participada por Caja Madrid, Bancaja y otras cinco cajas de ahorros, envió a la Comisión Nacional del Mercado de Valores uno de los documentos más esperado de las últimas semanas por el sector financiero español: el montante de la valoración de BFA, realizada por HSBC, Credit Agricole y Rotschild para el FROB.
Habían pasado algo más de tres horas desde que el consejo de administración, constituido también en junta general de accionistas, comenzara la reunión clave para su futuro en una de las 'torres kio' de la madrileña Castellana. Todos los consejeros, los que aún representaban a las cajas de ahorros, eran pesimistas: en el mejor de los casos el banco que crearon las siete cajas valdría 'nada o casi nada'. Algunos, casi como terapia, se agarraban a la posibilidad de que quedase un resquicio que no expulsase definitivamente a las cajas fuera del banco. Quizá pudieran mantener entre todas un 10%, decían.
Pero era una esperanza poco firme. Por la mañana, cuando la Comisión Europea autorizó al Estado a capitalizar los 4.400 millones de euros de la ayuda inicial, ya quedó bastante claro que esto supondría la nacionalización total del banco. "Lo más probable es que el banco valga cero", reconocían. Pronto iban a descubrir que se equivocaban.
A la misma hora que en Madrid arrancaba el consejo y la junta de BFA, en Valencia se reunía el consejo de administración de Bancaja. Era un encuentro poco más que de trámite, el que se celebra antes de la asamblea general. No se iba a tratar ningún tema relevante. No hacía ni dos semanas del último consejo. En esta reunión hubo una ausencia: el vicepresidente Antonio Tirado. Tirado fue el encargado de representar a Bancaja, con los votos delegados del resto de consejeros, en la junta de BFA en Madrid.
La decisión de Bancaja de no enviar a todos sus representantes a un encuentro cuyo final se preveía, fue una decisión adoptada por la nueva presidencia de la caja. Había que estar en Valencia para dar la cara ante la asamblea. En Madrid poco se podía hacer. Solo esperar a que se diera la cifra. Y esperar la llamada de Tirado con las noticias.
Cuando a las siete de la tarde comenzó la asamblea de Bancaja en el Centro Cultural de la Fundación Bancaixa, en Madrid seguían a puerta cerrada. Pero la incógnita ya se había desvelado. El presidente del Banco Financiero y de Ahorros, José Ignancio Goirigolzarri, mostró al resto de consejeros el documento que le había remitido el FROB con las valoraciones de la entidad. La cifra final causó sorpresa, estupor, malestar e incluso ciertos gestos de impotencia. No es que BFA valiese cero euros. Es que tenía un valor negativo. Y no uno cualquiera: -13.365 millones. El ladrillo acumulado en los balances se lo comió todo... y más.
Algunos consejeros no daban crédito. La cifra superaba con mucho el peor de los escenarios. Pidieron explicaciones sobre el método de cálculo utilizado por las consultoras, por los activos que se habían valorado, hasta por el desglose de ese valor (si es que se le puede llamar así) por cajas. Pero Goirigolzarri no estaba para muchas explicaciones. Quizá solo para una: el FROB capitalizará las ayudas de 4.300 millones que tenía otorgadas al banco y se quedaría con el 100% del capital. "¿Prefieren dimitir o ser destituidos?", les preguntó Goirigolzarri a los miembros del consejo.
Dimitieron. Y Goirigolzarri y sus equipo de estricta confianza en Bankia tomó el control de un nuevo consejo de administración reducido al que se incorpora un representante del FROB. Los representantes de las cajas salieron de la torre de la Castellana sin cargo y sin el patrimonio que aportaron.
En Valencia, mientras tanto, la asamblea de Bancaja, la última ordinaria antes de que se convoque la que servirá para iniciar los trámites de disolución y constitución de la fundación de carácter especial, transcurría con una normalidad solo alterada por algunas intervenciones de consejeros notablemente molestos con la gestión de la dirección de la caja, personalizando en José Luis Olivas e incluso en Aurelio Izquierdo, el fatal desenlace.
Una críticas que encajaban en el derecho, legítimo, al pataleo ante una situación irreversible. El dato, el 'maldito dato', llegó a Valencia sobre las 20.30 horas, con la asamblea avanzada. Pero el discurso que había pronunciado el presidente José María Mas Millet no había perdido ni un ápice de vigencia: "Previsiblemente, transcurrido el verano, celebraremos una nueva asamblea para someter a consideración la transformación en fundación de carácter especial".
El fino hilo que seguía uniendo hasta ese momento Valencia con Madrid, Bancaja con Banco Financiero y de Ahorros-Bankia, se rompió. Y aquel camino que hace un par de años decidieron emprender juntos Bancaja y Caja Madrid en un banco común se bifurcó: el nuevo banco, nacionalizado y con un proceso de recapitalización por delante, ha emprendido su camino al margen de sus fundadores y se lanza a un plan de saneamiento complejo pero garantizado por el rescate europeo a la banca española. El próximo paso, la inyección de 19.000 millones más de dinero público.
Y Bancaja, asumida la nueva situación, hará lo propio. Seguir su camino. En solitario. Con muchas incógnitas abiertas. Pero si algo se desprende de las palabras de Mas Millet ante la asamblea es que la caja valenciana no piensa mirar atrás. Ahora la prioridad es poner en marcha la nueva fundación y hacerlo con garantías de futuro. "La prioridad, buscar fuentes alternativas de financiación e ingresos recurrentes". En otras palabras, reconstruir sobre la 'zona cero' de una crisis financiera que ha dejado a Bancaja sin otro patrimonio que el de su fundación.
Las luces de la torre kio en Madrid y las de Pintor Sorolla en Valencia se apagaron a última hora del día.
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