VALENCIA. "La economía china se encuentra en medio de una desaceleración gradual" indica en su inicio la última actualización trimestral del Banco Mundial sobre el gigante asiático. Si la locomotora china comienza a detenerse ¿qué implicaciones tendrá sobre la economía mundial o sobre España?
Podemos aproximar principalmente a través del comercio exterior el impacto directo de la evolución de China en España. Así, las exportaciones españolas a aquel país han tenido una tendencia creciente en la primera década del S. XXI. Si a esto añadimos que las exportaciones tienen cada vez una mayor relevancia en nuestro PIB, la conclusión es que la importancia del mercado chino cada vez es mayor para España.
Por tanto, si la nueva potencia mundial ralentiza su crecimiento, una de las posibles consecuencias el ritmo de aumento de su demanda externa se reduzca, lo que implicaría un estancamiento o caída de las ventas españolas en aquel mercado, frenando todavía más la posible recuperación.
Por el contrario, la desaceleración de la principal economía asiática podría afectarnos de manera positiva a través de la reducción de los precios mundiales de las materias primas y productos energéticos. Si reduce su crecimiento, demandará cada vez una cantidad menor de estos productos. Y ello podría repercutir en la caída de los precios mundiales. Si ocurre esto, sería más barato adquirir materias primas o petróleo, para lo que España es muy dependiente del exterior. En función de qué efecto de los dos anteriores sea el dominante, el resultado para la economía española de esta ralentización será de un signo o de otro.
Otro segundo efecto, este indirecto, puede ser el impacto de la desaceleración china sobre la economía mundial. Si tuviera más elementos negativos (reducción de su demanda exterior de bienes y servicios procedentes de los países desarrollados) que positivos (caída de los precios de las materias primas, en especial el petróleo) ello conllevará una disminución del crecimiento económico, con repercusiones negativas sobre todas las economías avanzadas, entre ellas España. Es lo que parecen estar descontando los mercados bursátiles de los países más próximos, los de Asia, cuya evolución en las últimas semanas ha sido claramente negativa.
En relación con ello, cabe señalar, aunque sea de forma sintética, un interrogante. De un tiempo a esta parte, se viene debatiendo sobre la posibilidad de que China y EE.UU. pugnen por el liderazgo mundial o incluso que China sea la vencedora de esta "carrera", dado que el peso de una economía depende de su PIB y no del PIB por habitante, que es un indicador de bienestar.
En este debate, uno de los principales argumentos utilizados para defender la conclusión de que China va a sustituir a EEUU es su elevado ritmo de crecimiento a lo largo de los últimos treinta años. Si éste se "desacelera", ¿se puede seguir manteniendo con la misma contundencia que China vaya a superar a EE.UU. como primera economía mundial en el medio plazo?. En este punto, hay casi tantas opiniones diferentes como economistas interesados en este punto.
Las causa de la desaceleración
¿Qué factores explican esta probable desaceleración? ¿En qué medida se preocupan por ello las empresas extranjeras allí instaladas? Según el BM, "se espera que domine una debilidad cíclica, proyectándose un crecimiento del 8,2% en 2012 y del 8,6% en 2013". Estas no son unas tasas de crecimiento bajas si las comparamos con las que actualmente experimentan los países avanzados. Sin embargo, al contextualizarlas en la historia reciente de la República Popular China, con tasas de crecimiento entre el 9 y el 15% durante las últimas décadas, la perspectiva cambia.
El modelo basado en el impacto transformador del mercado exterior parece haber superado su momento de máximo esplendor, porque las principales causas de esta ralentización radican en la base estructural de su crecimiento. Como es conocido, gran parte del mismo se debe al tirón de la demanda externa (el comercio representa un 55,2% de su PIB entre 2008 y 2010). Y del total exportado, prácticamente el 40% dependen de la UE-27 y EE.UU. Por tanto, el lento crecimiento de la UE-27 y la lenta recuperación de EE.UU. pueden estar pasando factura al crecimiento de China.
Pero la crisis mundial no es la única causa de la ralentización. Hay otros elementos. Entre ellos, el reajuste de la política interna que contrajo la inversión, sobre todo en infraestructuras. Ello está teniendo una repercusión apreciable en el crecimiento al reducir la demanda de bienes intermedios.
El incremento de costes
Otro de los temas de debate es la percepción que tienen las empresas extranjeras instaladas en aquel país acerca de la situación. Aunque ésta es heterogénea según el sector del que se trate, en uno de sus últimos informes, el US-CBC muestra que lo que más preocupa a las empresas estadounidenses instaladas en este país asiático es el incremento de los costes (laborales, materiales, de transporte).
Frente a esta situación hay dos visiones, a mi parecer, confrontadas. Por un lado, las empresas no piensan relocalizar su actividad en otros países de Asia para reducir costes puesto que su objetivo es establecerse en el mercado chino de manera permanente. Pero, por otro lado, muchas de las encuestadas opinan que este aumento de costes será un problema en el largo plazo. Al menos mientras se mantengan las regulaciones en los precios. Porque en estos momentos, a pesar de aumentar los costes no pueden incrementar los precios de venta porque el gobierno los mantiene regulados a fin de que la inflación se mantenga bajo control.
Sin consenso en las conclusiones
¿Cuáles son, por tanto, las conclusiones de la información disponible? Por un lado, la constatación casi generalizada de que la economía china ralentiza su ritmo de expansión principalmente por una contracción de la demanda, tanto externa (debido a la situación de EE.UU. y UE-27) como interna (debido a la contracción de la inversión y el consumo nacional). Y por otro, que los empresarios extranjeros empiezan a preocuparse por un aumento de los costes de producción. El cual, unido a la regulación de los precios por parte del Estado, puede generar problemas para mantener las tasas de la rentabilidad de las inversiones en el futuro.
Frente a esta conclusión, hay otra casi de signo opuesto. Se puede defender que una ralentización del crecimiento puede reducir las tensiones internas del país mientras que el aumento de los salarios de los trabajadores unido a una rebaja de la inflación puede aumentar la capacidad adquisitiva de la población asalariada. En cuyo caso las previsibles tensiones sociales de un rápido crecimiento acompañado de un aumento de la desigualdad se reducirían.
En otras palabras, se podría pensar que se está dando un cambio en el modelo de crecimiento que mantenga la perspectiva de que el gigante asiático acabe, en poco tiempo, siendo la primera potencia mundial. Eso sí, siempre que consiga evitar la conflictividad social que suele asociarse a un aumento de la desigualdad que acompaña a las etapas de intenso crecimiento como el experimentado hasta ahora por el gigante asiático.
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(*) Oscar Chuliá es licenciado en Economía por la Universidad de Valencia y alumno del Master en Desarrollo, Instituciones e Integración Económica (Curso 2011 2012).
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