BELGRADO. Hay una curiosidad idiomática que viene a explicar de forma muy poco sutil la situación de Serbia durante las últimas tres décadas. En serbio, "esperanza" se dice "nada" (нада). Desde las crisis que se iniciaron en los años ochenta, el país ha atravesado, además de las guerras de la región, un periodo en los noventa tan dramático como pudo serlo la República de Weimar. Y después del bombardeo de la OTAN y la independencia de Kosovo, mientras se empiezan a notar seriamente los efectos de la crisis mundial, Serbia sólo ha recibido una buena noticia: la candidatura oficial a la entrada en la Unión Europea. Se diría que es la luz al final del túnel, pero lo que los ciudadanos están vislumbrando con preocupación es la grave situación de España, Portugal o la vecina Grecia.
Gobierna el país Boris Tadic. Europeísta, la candidatura oficial al ingreso en la Comunidad es su gran baza electoral. Adelantó, de hecho, las elecciones presidenciales un mes después de que el Consejo de Europa abriera la puerta al país balcánico. Pero de momento, las encuestas sólo le dan un punto más por encima de su rival, el nacionalista Nikolic.
No obstante, de la rentabilidad política del nuevo estatus del país da buena cuenta el giro del discurso de la oposición. Nikolic ha pasado de estar en contra del ingreso en la UE y advertir de las terribles consecuencias económicas que supondría, a supeditarlo a una devolución de Kosovo, para actualmente enarbolar el eslogan "En la UE, pero con orgullo" y rechazar posibles alianzas con partidos antieuropeístas.
Con todo, el apoyo de la población al ingreso en la UE es, según las últimas encuestas, del 50%. Un 30% estaría en contra y un 15% le da igual. Un número de indiferentes que ha ido creciendo conforme las medidas que se han tomado durante los últimos años, profundos cambios estructurales dictados por Bruselas, parecían no obtener el resultado perseguido. Nikolic, por su parte, dijo en su momento que si el Gobierno cumplía con estas medidas de estabilización habría que enviarlo a la cárcel. Ahora: "Serbia no tiene solución sin la UE".
Sin embargo, el discurso antieuropeo no necesita gastar un solo dinar en publicidad. Les basta con citar la situación que están atravesando los países que rodean Serbia: Hungría, Rumanía o Bulgaria. O los llamados PIGS, como ha hecho recientemente Dragan Todorović, del Partido Radical.
El caso de España es paradigmático. En los telediarios se informa puntualmente de todas las manifestaciones de los sindicatos españoles contra la reforma laboral, los recortes en sanidad y educación, así como de la huelga. Hace unas semanas, la cadena B92, la más europeísta, ofreció un documental sobre los desahucios en España. Un reportaje duro que venía a concluir que los ciudadanos que se enfrentan a la Policía para impedir los desalojos lo hacen porque "saben que tarde o temprano también les tocará a ellos.
Entre los electores, el rechazo a la UE tiene motivaciones, obviamente, políticas. A excepción de España, Rumanía y Eslovaquia, todas las naciones europeas reconocen la independencia de Kosovo. La postura del exministro español Miguel Ángel Moratinos, abogaba por reconocer el acuerdo al que llegasen Belgrado y Pristina. Actualmente, el discurso de Angela Merkel también pide diálogo, pero un diálogo que concluya en el reconocimiento de Kosovo por parte de Serbia. Una imposición que se interpreta como un doble rasero. La comunidad internacional dicta que serbios y albaneses no pueden vivir en un mismo Estado al mismo tiempo que promueve lo contrario en Macedonia o impide que los serbios puedan separase de bosniacos y croatas en el país vecino, Bosnia Herzegovina, entre otros agravios más o menos fundados o mera propaganda.
Pero aunque estos problemas de ‘alta política' existan, la situación económica es la verdadera protagonista de los comicios. El 65% de la población serbia es mayor de 40 años. Son generaciones que vivieron en el comunismo. Fueron una clase media urbana que disfrutó de aceptables servicios sociales y poder adquisitivo. Aquella época se recuerda como ‘The good old days'.
Los menores de esa edad, en cambio, han crecido en unas condiciones bien diferentes. Actualmente, estudiar un año de Arquitectura cuesta más de 2.000 euros, cuando el salario medio está entre 350 y 390 euros mensuales. El paro, que va en ascenso, ha superado el 23%. Los universitarios, para encontrar trabajo, no pasan por un periodo de becarios, son ‘trabajadores voluntarios': trabajan gratis. Una ley reciente obliga a que se pague algo a estos trabajadores, pero todavía no se cumple en todos los casos. En estas circunstancias, ese fenómeno llamado ‘fuga de cerebros' es sangrante. Si el Estado beca a un joven para que estudie fuera del país, tiene que firmar un compromiso de que volverá para trabajar en Serbia.
Y mientras el FMI pide más recortes al país por el aumento del déficit en el primer trimestre de este año, en Serbia no hay movimientos que se opongan a esta situación como los sindicatos españoles o las protestas que en la vecina Rumanía han logrado derribar al Gobierno por los ajustes en Sanidad. Un artículo de Filip Balunovic en el diario ‘Alo' tras el 1 de Mayo describía la situación con tintes dramáticos. Se titulaba ‘Cochinillo contra la crisis' y decía:
"En Portugal, España, Grecia, Filipinas, Indonesia, hasta en EEUU han entendido el 1 de mayo como una oportunidad más de protestar contra el hecho de que la clase media esté desapareciendo y que es el grupo vulnerable que injustamente está pagando un alto precio por el comportamiento de la elite capitalista. Pero parece que sólo en Serbia los pobres no salen a protestar ni siquiera en un día en que está considerado ‘educado' hacerlo. En lugar de eso, los trabajadores en Serbia están haciendo barbacoas, pero incluso en el prado se puede ver quién está comiendo cochinillo y quién se ha llevado los bocadillos de casa".
Es extraño, ciertamente, porque las condiciones de vida siguen siendo muy duras. Con el nivel salarial estancado, el precio de la comida y la ropa no ha dejado de subir en los últimos años. Hasta un punto en el que no es inusual que la gente salga del país para comprar en Hungría o Bulgaria. En invierno, con -20º, comprar un abrigo puede hacerle un roto al presupuesto familiar. Vesna Volarevic, del EFG Bank, explica a ValenciaPlaza.com que lo normal es solicitar créditos para comprar ropa, un coche, irse de vacaciones o pagar los gastos de un recién nacido o los estudios de un hijo mayor. Son préstamos al 10 ó 15%, si piden 1.000 euros a devolver en 5 años, pueden terminar pagando 2.500, porque además se dan en euros, que sube respecto al dinar, la moneda local. La refinanciación de estos créditos también es corriente. Se cubren deudas con deudas: "Puedes estar toda la vida con créditos".
Ivana, una mujer de 60 años, recuerda los tiempos de la Yugoslavia unida: "Yo no tenía mucho dinero, pero podía irme a comprar zapatos a Italia". En los restos de la clase media permanece esta clase de recuerdos. Y la siguiente generación se resiste a perder la ilusión de este nivel de vida. Ha alcanzado la categoría de mito. En primavera, llueven créditos para salir de vacaciones al extranjero. Pero también para comprar. Hay agencias que ofertan viajes de un día para ir a centros comerciales de Praga u otras capitales cercanas. También proliferan páginas de ofertas que sirven para poder acudir a un salón de belleza por la mitad de precio, por ejemplo, que te permiten llevar un nivel de vida para el que no tienes dinero. "Tú en tu mente tienes como algo normal viajar, vestirte, pero no puedes conseguirlo. Para tus padres era algo normal", reconoce Ana, una estudiante.
En este contexto, el presidente Tadic no se ha andado con ‘brotes verdes', directamente acude a las elecciones con la advertencia de que los próximos años serán "muy duros" para Serbia. La población está acostumbrada a sobrevivir lo más dignamente posible en condiciones económicas calamitosas desde hace muchos años, pero el problema ahora es la esperanza. No saben si, pese su interminable retahíla de problemas, avanzan al fin y al cabo hacia un nivel de vida europeo, o si lo que ocurre es que los países europeos retroceden hacia el suyo.
Es lamentable que esta sea la evolución de los países ex comunistas a la integración en las llamadas socialdemocracias europeas. Quizá occidente debió establecer una especie de Plan Marshall para evolucionar de estados autoritas a democráticos sin que el coste para las personas sea tan alto. O habría que preguntarse si eran mejor los 'goods old days' sin libertad a esta libertad para morirse de hambre. Buen trabajo, chicos.
MUY buen reportaje. Cruda realidad que se puede asemejar a la que nos espera a la mayoría de españoles de menos de 40.
Belgrado, ¡qué hermosa eres! (con dedos y todo)
El dedo no,los dedos, porque en la foto siguiente también se vislumbra una rojezidquierdoinferior (me da por hacer palabros como los alemanes). Joder Álvaro, en estos casos se miente, se dice que las afotos son del corresponsal, de la agencia efe, del sursum corda, ...
mío, mío
interesantísimo. para pensarlo, de verdad, pero una pregunta: el dedo que aparece en la foto es tuyo o del corresponsal?
Esto es totalmente cierto Square. Me arrepiento de no haberlo señalado en el texto.
Y otra cosa que me preocupa (y asusta) seriamente, es si los "Old good days" que los serbios (y macedonios) echan de menos no fueron realmente una ficción apuntalada con créditos occidentales que estaba destinada a terminar hundiéndose.
es para pensarlo.
Y todos juntos retrocedemos hacia la chinanización, hacia el cuencoarrocismo salarial.
Pues mucho me temo que somos nosotros los que retrocedemos, y todavía no hemos visto nada. Los que ahora rondamos los 30 y tenemos trabajo ya estamos echando de menos los tiempos en los que con un sueldo se podía mantener una familia. Seguramente en otros 10 años los que ahora rondan los 20 echarán los tiempos en los que había posibilidad de que en una casa entraran dos sueldos. Y encima aquí no nos podemos comprar una pljeskavica en el centro de Madrid a euro la pieza.
Buen artículo. Gracias, Jelena y Álvaro
En el prado, el que se ha llevado el bocadillo de casa es Rajoy, generando confianza
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