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Vicepresidentes de la Generalitat
Un cargo creado para el 'desgaste'

X. AGUAR. 25/04/2012 Císcar ha dado la razón a Fabra al nombrarlo vicepresidente y portavoz. Una presencia poderosa y solvente para un cargo cuyos poseedores han tenido suerte dispar: sólo uno, José Luis Olivas, llegó a alcanzar la jefatura del Consell
José Císcar, vicepresidente de la Generalitat

VALENCIA. Tras su ascenso al poder, una de las decisiones de mayor peso que ha adoptado hasta la fecha Alberto Fabra ha consistido en el relevo de la anterior vicepresidenta del Consell y portavoz Paula Sánchez de León por José Císcar

La imperiosa necesidad de adoptar medidas potentes contra la crisis dejaba a responsables heredados del anterior ejecutivo en una posición débil a la hora de defenderlas. Además, el perfil político de Císcar desprendía mayor consistencia de la que estaba considerada mano derecha de Francisco Camps en su última etapa.

Francisco Camps y Paula Sánchez de León

Gran responsabilidad para el lugarteniente de Fabra en un puesto que ofrece un fuerte desgaste: de los nueve vicepresidente que ha tenido la Generalitat, sólo uno, fugazmente, llegó a la jefatura del Consell y para la mayoría de ellos, este puesto supuso su techo político.

José Císcar está cargando sobre su espalda gran parte de las responsabilidades del Consell. La coordinación con Alberto Fabra funciona y, a día de hoy, es lo que está manteniendo 'entero' al Gobierno valenciano ante el inicio de legislatura más complicado de la democracia.

El dilema para Alberto Fabra sobre si conceder a Císcar un cargo orgánico en el PP además de sus responsabilidades en el Consell es un hecho. Según la decisión que adopte el presidente de la Generalitat, el futuro de su 'virrey' será uno u otro. Si le invita a ser presidente del PP alicantino, encontrará un aliado perfecto para la pacificación de la provincia, aunque le abrirá también la puerta a una cuota de poder territorial propia.

Señalarle como secretario general del PPCV permitiría al líder ‘popular' establecer un férreo control del partido en el ámbito regional: una opción también interesante para Fabra aunque debería lidiar con el desaire que produciría la decisión en Valencia, en especial para Rita Barberá.

No conceder un puesto orgánico a Císcar implicaría la preferencia expresa de Fabra de mantenerle con dedicación única y absoluta al Gobierno valenciano. Una iniciativa que, no obstante, le haría perder la ocasión de utilizar las habilidades de su 'primera espada' en labores de cohesión en el partido. Algo a lo que sigue contribuyendo desde la coordinación del PPCV, un puesto que le otorgó Camps y que todavía conserva, manteniendo un estrecho contacto con el secretario general actual, Antonio Clemente.

VICEPRESIDENTE: ¿PREMIO O MALDICIÓN?

La vicepresidencia de la Generalitat ha sido un puesto codiciado por muchos. Un cargo que en algunos casos se ha quedado en una mera figura decorativa y, en otros, se ha elevado hasta dibujar una sombra -demasiado- alargada tras el presidente.

El primero que ostentó el cargo fue Felipe Guardiola en el gobierno preautonómico y en la I Legislatura del Consell. Eduardo Zaplana fue el que recuperó esta figura doce años después, en 1999. José Luis Olivas (vicepresidente primero) y José Joaquín Ripoll (segundo) fueron sus capitanes. Con la salida de Eduardo Zaplana hacia el Ministerio de Trabajo, Olivas se erigiría en presidente de la Generalitat de transición antes de la llegada de Francisco Camps.

José Luis Olivas y Eduardo Zaplana

Zaplana propició entonces una cadena de movimientos para asegurarse el control desde la distancia. Ripoll permaneció en la vicepresidencia hasta que fue enviado a liderar el PP alicantino y presidir la Diputación.

El también zaplanista Julio de España, que se encontraba en ese cargo, pasó a presidir Les Corts Valencianes. Serafín Castellano, también afín al expresidente, fue designado líder provincial del partido 'a dedo' y portavoz en la cámara.

Fernando Giner, también zaplanista, se convirtió en presidente de la Diputación de Valencia tras las elecciones. Por su parte, Olivas, meses después, pasó a ocupar la presidencia de Bancaja, donde todavía hoy continúa al frente aunque visiblemente debilitado.

Camps tampoco tuvo libertad para nombrar el Consell. No hubo vicepresidente en un primer momento y sólo pudo nombrar a dos titulares de su cuerda: Gerardo Camps y Esteban González Pons. De esta manera, Zaplana mantenía su presencia en todas las instituciones y controlaba gran parte de los puntos estratégicos excepto la provincia de Castellón, donde reinaba Carlos Fabra, y la ciudad de Valencia, donde Rita Barberá era intocable.

Víctor Campos durante el juicio de los trajes

En agosto de 2004, la guerra era evidente. La primera crisis del Consell terminaba con Víctor Campos como vicepresidente de la Generalitat. Una concesión de Francisco Camps a Carlos Fabra, uno de sus primeros aliados en la lucha contra Zaplana. Campos dimitiría por sorpresa en 2007 aludiendo motivos personales para recalar en la empresa privada. Posteriormente, fue imputado en la causa de los ‘trajes', en la que se declaró culpable antes de llegar al juicio.

Su predecesor en el cargo José Joaquín Ripoll, consiguió aguantar durante años las acometidas del ‘campismo' en Alicante. En 2011, fue desplazado finalmente y no pudo repetir al frente de la diputación en lo que fue considerado la última victoria de Camps antes de su dimisión. Ripoll, quien acudió a apuntarse a la lista del Inem tras su derrota, fue rehabilitado por Alberto Fabra como presidente del Puerto de Alicante, pese a encontrarse imputado por el caso Brugal.

Tras la salida de Víctor Campos en 2007, Camps decidió revolucionar el Consell con la inclusión de tres vicepresidencias ante las exigencias de sus colaboradores. Vicente Rambla (primero), Gerardo Camps (segundo) y Juan Cotino (tercero), fueron los elegidos.

Gerardo Camps y Vicente Rambla

Rambla fue el más consistente. Por momentos, incluso se especuló con que podría convertirse en el relevo de Camps si este daba el salto a la política nacional, algo que siempre pusieron en duda los barones provinciales debido a su poco peso territorial. El vicepresidente primero, imputado en la causa de presunta financiación irregular del PPCV, se vio fuera del Consell en 2011 cuando Camps renovó gran parte del Gobierno valenciano.

En cuanto a Gerardo Camps, su intermitencia y sus problemas de salud generaron una situación insostenible con el empresariado valenciano, que presionó para que no continuara. El jefe del Consell, selló su salida hacia Madrid al Senado el año pasado para después pasar al Congreso de los Diputados.

Cotino fue el que recibió una recompensa más amplia tras ser vicepresidente. Camps lo destinó a la presidencia de Les Corts, puesto que todavía ostenta, aunque con un margen de poder y maniobra muy reducido con la llegada de Alberto Fabra.

En cuanto a Paula Sánchez de León, la última dirigente que ocupó el puesto antes de José Císcar, rozó la presidencia de la Generalitat -era la petición de Camps- pero fue rechazada por Génova. Alberto Fabra le proporcionó una salida elegante como delegada del Gobierno, cargo en el que permanece actualmente.

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