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VALENCIA. La empresa en la que trabajaba Carmen Roig cerró y, junto a dos socios, fundó su propio negocio, Junta 3. Muchos de sus conocidos les tacharon de locos "en plena crisis, con la que está cayendo".

La historia no tendría nada de especial, sino fuera porque ocurrió hace 20 años y aquella crisis, la de 1993, también llegó un día en el que terminó y se abrieron nuevos horizontes.

Dos crisis más tarde, la empresa ha aprobado un inversión de 400.000 euros en maquinaria para mejorar la producción de elementos de amortiguación ferroviaria, que es a lo que se dedican. Aunque sus clientes son nacionales, el destino de su producción es principalmente la exportación.

ARRANCAR CON LO JUSTO

"Empezamos a pelo, sin ayudas ni subvenciones ni nada de nada", comenta Roig. Entre los tres excompañeros juntaron lo necesario para la constitución de la sociedad limitada (el equivalente a 3.000 euros) y le pusieron "muchas ganas", reconoce. La actividad de cada uno de ellos era complementaria, uno procedía de administración y los otros dos, de producción.

Con el único apoyo de un cliente de su antigua compañía, alquilaron lo justo para instalar allí una máquina "muy antigua" y comprada en la liquidación de la empresa en la que habíamos trabajado.

Empezar un proyecto en plena crisis no es ninguna bicoca, pero agudiza el ingenio y obliga a abrir mucho los ojos para ver todas las posibilidades que salgan al camino. "Era eso o irse al paro". Los primeros ingresos se reinvirtieron directamente en la compañía porque, si no se hace así, no se puede crecer, asegura Roig.

CUESTIÓN DE ACTITUD

"También nos podíamos haber equivocado", reconoce Roig, "pero lo intentamos y salimos adelante". De todos modos, la experiencia le dice que no todo el mundo sabe asumir los riesgos.

En su opinión, la gente más joven debe entender que han de buscar su propio camino y no esperar que nadie les resuelva sus problemas. En ningún momento ha creído que sea fácil, peor tampoco considera que haya muchas más alternativas.