VALENCIA. "No mezcle pasado con presente". El expresidente y ex ministro deja bien claro a lo largo de la entrevista y en varias ocasiones que lo suyo fue un mandato cerrado, sin consecuencias posteriores. "Dejé una comunidad líder en España". Ahí es nada. ¿Alguna equivocación en la construcción de los grandes ‘emblemas', como Terra Mítica, la Ciudad de las Artes, la ciudad de la Imagen? "En absoluto (...) fueron pensados en términos de rentabilidad para el territorio, no para ellos mismos. Esa rentabilidad se logró con creces"... Y por si resta alguna duda, ahí está Terra Mítica: "No será un proyecto tan malo cuando a su subasta comparecen tres empresas".
Zaplana tampoco se siente corresponsable de la pérdida de las cajas de ahorro y del Banco de Valencia. ¿Cómo pudo ocurrir? "Por la pésima actuación de sus gestores en los últimos años". Naturalmente también por la del Banco de España y de Pedro Solbes, que le acusaron de "agorero" y de "no tener ni idea" cuando él lo advirtió en 2008. "Fue usted -señala el entrevistador, el periodista y director de Información Juan Ramón Gil- quien cambió la Ley de Cajas que dio el control político de las entidades al Consell...". La respuesta ya es, a estas alturas de la conversación, previsible: "Niego la mayor: fue justo lo contrario. Conmigo salieron los cargos políticos de los consejos de las cajas...". ¿Pero no se acuerdan?
Y remacha su gestión del sistema financiero valenciano: "Que conste, mi gobierno no influyó en la gestión de las cajas". "Cuando yo me voy, [las cajas] están en plena pujanza y totalmente saneadas. Julio de Miguel o Vicente Sala podrán merecer la opinión que quieran, pero uno era profesional y otro empresario y esos eran los presidentes y así el resto de los consejeros".
En otro momento, la entrevista penetra en el escabroso terreno de la corrupción. Ahí la pirueta del campeón de las piruetas es magistral: "Yo soy responsable de mi gestión. Uno no puede impedir que la corrupción aparezca (...) A mi no me tembló el pulso cuando creí que algún caso tenía envergadura (...) La transparencia es la mejor conducta posible". Olé.
¿Alguna responsabilidad sobre el nombramiento de personas posteriormente implicadas, como el propio Camps, Alperi, Lorente, Blasco, Ripio, Castedo...? "Es verdad, tengo algún buen amigo entre quien usted ha citado. Pero no son iguales todos los casos de los que habla". Y una vez más: "Yo solo soy responsable de mi actuación y de lo que cada uno hizo cuando yo era presidente".
Tras una larga zambullida en el diagnóstico, profundo, de las causas que han conducido a la Comunitat a su situación actual, el entrevistador vuelve a la carga preguntando por la falta de sentido crítico de las elites empresariales y sociales. "¿No la agudizó usted con el intervencionismo y el control radical que empleó en todos los ámbitos durante su gobierno? "Eso no es verdad. Con mi gobierno hubo más debate que nunca". ¿O qué se creían ustedes?
En ese momento la conversación se introduce en uno de sus momentos álgidos, cuando el expresidente es preguntado por la presión de su gobierno sobre los medios de comunicación críticos. "Usted utilizó recursos públicos para atacar a los periódicos que no controlaba". Respuesta: "Rechazo esa percepción. Ustedes también tendrían que hacer examen de conciencia de esa época...". Claro, ¿no? ¿Ah, no? Pues el ahora asalariado de Telefónica lo vuelve a aclarar: "Esto es una idea subjetiva suya, fruto de una coyuntura difícil (...) Yo he respetado siempre la crítica y la libertad. Pero eran otros tiempos y hoy una de las cosas que más me satisfacen es recuperar afectos y poder ir con la cabeza bien alta...".
Un caudillo, sí señor. Lo que se está perdiendo esta Comunitat y en general el mundo libre por tener a este campeón de campeones ahí, malgastando su precioso talento político en un oscuro despacho de Telefónica. Si es que nos merecemos todo lo que nos pase.
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