VALENCIA. Peor no se le podían poner las cosas al presidente de Bancaja. Con la rebelión de los representantes de la caja en el consejo de BFA, dos de forma expresa, Ángel Villanueva y Rafael Ferrando, y otros tres de perfil (el propio vicepresidente de BFA, Francisco Pons, más el socialista Remigio Pellicer, José Rafael García Fuster y el ‘ausente' Antonio Tirado), el papel de José Luis Olivas comienza a tambalearse seriamente salvo que esta tarde actúe con contundencia.
Tal vez antes le toque recibir de algunos consejeros petición de explicaciones por no haber convocado con toda urgencia un consejo extraordinario en el momento mismo en que a principios de mes fueron conocidos en Pintor Sorolla ‘los sucesos de Madrid', es decir, las acciones iniciadas por la dirección de BFA y Bankia encaminadas a restar peso a Bancaja en el seno del grupo.
Bien por falta de cálculo y de una correcta evaluación de la acciones a desarrollar, o bien por dejadez ejecutiva (la pérdida de la costumbre), el presidente de Bancaja ha perdido un tiempo valiosísimo para corregir una situación antes de que ésta estallara con toda su crudeza, como así ha ocurrido finalmente. Ahora será muy difícil afrontar una decisión aprobada en el consejo del BFA con los votos de los consejeros valencianos que deberían haber representado los intereses de Bancaja.
Olivas lo tiene crudo: o ejerce de presidente y toma decisiones a la altura de la situación que posiblemente lleven apareadas destituciones y nombramientos, o su papel al frente ese "El Álamo" en que se ha convetido Bancaja puede haber dejado de tener sentido. La solución, dentro de un rato, a las cinco de la tarde, en Valencia.
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