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VALENCIA. La absolución del expresidente de la Generalitat, Francisco Camps, en la causa de los trajes liberó el pasado miércoles al que fuera responsable autonómico de una carga muy pesada que había portado durante casi tres años. Sin embargo, este veredicto no implicará, salvo trastorno generalizado en el PPCV, una confrontación como la mantenida entre el propio expresidente y Eduardo Zaplana. Las razones son muchas, pueden contarse hasta diez.

Mariano Rajoy no quiere que se mueva nadie. Ha dejado claro que Alberto Fabra es el jefe del Consell y no quiere conflicto de ningún tipo. Este argumento es fundamental, pero no sólo por el apoyo al líder regional del presidente del Gobierno, sino por la coincidencia desde Génova de que el tiempo de Camps ya ha pasado.

Aunque sin tropa propia, cierto control del aparato. Pese a que Fabra dista todavía de asumir un dominio absoluto del partido, sí mantiene una relación fluida con el secretario general del PPCV, Antonio Clemente. En general, las diversas fuentes consultadas de la formación coinciden en que no hay voluntad de "revuelta". La estructura piramidal y jerárquica del partido contribuirá al aborto de posibles conatos o reivindicaciones que pudieran surgir: una llamada desde la calle Quart -domicilio donde se ubica la sede del PPCV- todavía impone lo suficiente.

Primeros espadas que han estado cerca de Camps, como la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá o el presidente de Les Corts, Juan Cotino, han apelado públicamente a la calma. No son pocos los que apuntan a una comunicación de Mariano Rajoy con la propia responsable municipal para solicitar tranquilidad.

 La crisis económica, un elemento disuasorio. Desde La Moncloa tienen la misión de sacar al país de una situación de riesgo límite, un trance que también sufren los gobiernos autonómicos. Rajoy no quiere ni oír hablar de convulsión en el partido con los problemas a los que tiene que hacer frente. Más aún viniendo de la Comunitat Valenciana, una región que adjunta elementos especiales relacionados con presuntos casos de corrupción y con la imagen de despilfarro. En resumen: la gestión en los últimos años del Consell fue muy mejorable por lo que el mensaje desde el Gobierno va dirigido a centrar todos los esfuerzos en revertir la pésima situación económica.

Alfonso Rus no tiene intención de contribuir a la inestabilidad. Pese al punto de vista ofrecido por el presidente provincial sobre el papel insuficiente de los ‘populares' valencianos en Madrid en la última Junta Directiva del partido, también apoyó sin fisuras las medidas de ajuste adoptadas por el presidente Fabra. Si su continuidad en el PP provincial está garantizada sin alternativas ni zancadillas y la comunicación con Presidencia es fluida, Rus no creará problemas. Los contactos ya se han iniciado.

La responsabilidad política, una carga muy pesada para el expresidente. La justicia ha determinado que Francisco Camps y Ricardo Costa no son culpables de cohecho impropio. No obstante, la relación continuada y cercana con personajes como Álvaro Pérez ‘El Bigotes' ha quedado en la retina y en la opinión pública. No hubo delito, pero sí desafortunadas relaciones que han dañado de forma muy dificil de reparar la imagen del expresidente.

El proceso pendiente de la presunta financiación irregular del PPCV. Aunque Camps no está imputado, el propio Ricardo Costa y otros miembros destacados de su Consell sí se hallan implicados. Esta causa amenaza con convertirse en un auténtico calvario para los ‘populares' valencianos y la relación con el exresponsable autonómico será lógica e inevitable.

El conflicto entre Camps y Zaplana, en la memoria. La guerra entre los dos bandos se prolongó durante años y conllevó situaciones vergonzosas para la formación popular. Las heridas de aquellas batallas, todavía abiertas en muchos casos, no invitan a reeditar conflictos de esa índole. Además, los implicados recuerdan que los principales beneficiados fueron los que primero se alinearon al entonces presidente Francisco Camps. Esta reflexión contribuiría a la no beligerancia de los indecisos.

El modelo agotado de Camps. Fabra ha optado por cambios de rumbo en las políticas llevadas a cabo por el Consell hasta ahora. Si para un presidente también del PP resulta difícil justificar el viraje sin asumir con claridad que lo anteriores planteamientos fueron erróneos o incorrectos, dar marcha atrás para el presidente que tomó muchas de las decisiones resultaría absolutamente incoherente. No obstante, según apuntan fuentes del PPCV, Fabra tratará de sortear las contraposiciones con el anterior Ejecutivo para no evidenciar el desmarque con el Consell de Camps.

Les Corts como salvaguarda. En la hipótesis -descartada por la mayoría- de que hubiera una confrontación abierta, la cámara ejercería de cortafuegos a favor de Alberto Fabra. No sería la primera vez que Les Corts se utilizan para la escenificación de una división interna, algo que ya ocurrió con el plante zaplanista de 2004. Aunque tal vez Camps contara con fieles suficientes para armar ruido si fuera su intención, la realidad es que un movimiento de esas características encendería la luz roja de Génova, que procedería con firmeza.

Todos estos argumentos ponen negro sobre blanco la realidad del cambio en el PPCV. La tendencia, tras el veredicto de los trajes, irá encaminada a una solución tranquila y consensuada que beneficie a Camps y, posiblemente, a dirigentes de su entorno. Todo indica que, por el propio funcionamiento del partido, cualquier movimiento a favor de una restitución o una revolución en el ‘statu quo' actual, conducirá a sus protagonistas al descalabro político.