LONDRES (EFE). "En Estados Unidos entregamos a la banca 700.000 millones de dólares. Si hubiésemos invertido sólo una fracción de esa cantidad en la creación de un nuevo banco, habríamos financiado todos los préstamos que se necesitaban", explica Stiglitz en unas declaraciones al diario Independent on Sunday.
En realidad se habría conseguido con mucho menos: "Pongamos 100.000 millones, apalanquemos esa cantidad por un factor de diez a uno (atrayendo fondos del sector privado) y obtendremos una capacidad crediticia de un billón de dólares, más de lo que necesita la economía real", explica.
El problema en Estados Unidos es que el estímulo fiscal no fue el que era necesario: "Consistió en buena parte en recortes de impuestos, y cuando se dio dinero a los bancos, fue a los que no debía haber ido".
"Consecuencia de todo ello es que no se ha restablecido la actividad crediticia. Es previsible que este año se embarguen dos o más millones de casas más que el año pasado", advierte el experto estadounidense.
Tras los ataques de los mercados financieros a Grecia, primero, y luego a España, el consenso parece ser el de que los gobiernos deben ahorrar, critica Stiglitz, que compara la situación actual a la de la de EEUU de Herbert Hoover.
Los gobiernos, como el británico, no sólo se niegan a estimular la economía, sino que se dedican a recortar el gasto, como hizo Hoover en 1929, con la consecuencia de que el "crack" de Wall Street degeneró en la Gran Depresión.
"Hoover creía que cuando se entra en recesión aumentan los déficit, por lo que optó por los recortes, y esto es precisamente lo que quieren ahora los estúpidos mercados financieros que nos metieron de lleno en los problemas que tenemos", señala el premio Nobel.
Según Stiglitz, es el clásico error de quienes confunden la economía de una familia con la de una nación.
"Si una familia no puede pagar sus deudas, explica, se le recomienda que gaste menos para que pueda hacerlo. Pero en una economía nacional, si se recorta el gasto, decae la actividad económica, nadie invierte, disminuye la recaudación fiscal, aumenta el gasto en desempleo y uno termina sin dinero para pagar las deudas".
"Hay muchos experimentos que lo demuestran gracias a Herbert Hoover y el Fondo Monetario Internacional", dice Stiglitz, según el cual este último organismo aplicó esas recetas erróneas a Corea, Tailandia, Argentina, Indonesia y muchos otros países en desarrollo en los años 80 y 90.
"Sabemos lo que ocurre. Las economías van a debilitarse, se reducirán las inversiones y se producirá una terrible espiral descendente", dice Stiglitz, que recuerda lo sucedido en Japón, que acometió un experimento similar en 1997, cuando estaba en vías de recuperación, aumentó el IVA y se hundió en une nueva decisión.
La respuesta, según Stiglitz, no es reducir el gasto público sino redirigirlo: "Se puede recortar el dinero que se gasta en la guerra de Afganistán. Se recortan varios cientos de millones de dólares desperdiciados en el sector militar. Se reducen las subvenciones al petróleo".
"Hay muchas cosas que se pueden recortar. Y hay que aumentar el gasto en otras áreas como la investigación y el desarrollo, la infraestructura, la educación", todas ellas áreas en las que el Gobierno puede obtener una buena rentabilidad de sus inversiones.
Según Stiglitz, "no hay tampoco ninguna razón por la que no podrían aumentarse en un 40 por ciento los impuestos a las ganancias especulativas (del sector inmobiliario).
Ese tipo de especulación, dice, "no beneficia a la sociedad y la tierra va a seguir ahí, con independencia de que la gente especule o no. Y a cambio de eso, se rebaja el gravamen a otras actividades como la investigación y desarrollo".
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