VALENCIA. En todos los confines del Estado, analistas, tertulianos y periodistas se preguntan si, dado el previsible descalabro del PSOE en dos semanas, no estaremos ante lo que se denomina un cambio de estructura electoral.
En cualquier territorio en el que suceden elecciones democráticas, existen unos márgenes dentro de los cuales suelen moverse los votantes. Poniendo un ejemplo burdo pero claro, a nadie se le ocurre pensar que UPyD va a obtener el 50% de los sufragios este 20 de noviembre. Sin embargo, eso no quiere decir que UPyD no pueda estar en situación de hacerlo nunca, pensando a largo plazo.
Los cambios de gran alcance ocurren, y normalmente no toman más de dos elecciones. Sus causas suelen ser de dos tipos, casi siempre combinadas: por un lado, factores económicos o políticos relativamente repentinos y de gran calado que provocan un cambio profundo en la dinámica social, que obviamente se refleja en el voto de manera intensa. Por otra parte, a veces un partido se desmorona o reconvierte por factores internos, que, obviamente, suelen estar conectados con los citados factores externos.
La España de 1982 asistió a un cambio de este tipo, con el PCE y la UCD hundiéndose, dejando paso al PSOE y la entonces llamada Alianza Popular, ahora PP, escenario que se viene consolidando desde entonces. La Comunitat Valenciana participó de esta dinámica, por descontado. Pero en la primera mitad de los noventa tuvo su propio cambio estructural que, si bien tiene un calado menor que el anterior, es el que ha venido condicionando la dinámica de partidos en la región hasta hoy. El punto de inflexión fue 1993:
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El salto de AP/PP se combinó con la bajada del PSOE, causada por la crisis económica con sus enormes niveles de paro, incluso superiores a los actuales. Los populares, entonces, comenzaron un proceso que ha culminado con la monopolización del voto de centro y derecha, prácticamente en un 100%.
En este proceso tres hechos, además de aprovechar el momentum de la crisis, jugaron un papel clave: uno, el desmoronamiento del PSPV, que aún hoy se mantiene como una organización disfuncional incapaz de estructurar campañas potentes en su territorio; dos, el aprovechamiento de la espectacular salida de la crisis desde 1995-1996, de la que el PP se atribuyó todo el mérito, y que al basarse en construcción litoral y turismo tuvo a la Comunitat Valenciana como una zona privilegiada; y tres, la capacidad de definir la identidad valenciana asociada con los valores y proyectos del partido, creando una asociación fuerte en el imaginario del votante: el PP vela por los intereses valencianos.
De esta manera, el PPCV llegó al millón de votos en 1996 en la Comunitat, y no ha bajado desde entonces. Al contrario, ha subido hasta 1.400.000 en las últimas elecciones, las de 2008. El PSPV, por su parte, utilizó el "efecto Zapatero" (sumado al "efecto 11M" en 2004) en las dos últimas elecciones para superar su barrera del millon, cosa que no hacía desde 1982.
¿Tenemos ahora un factor externo que nos permita prever y, en caso de que se diese, explicar un cambio en la estructura de voto? Desde luego, la crisis económica podría jugar este papel. Ahora mismo, el desempleo es la principal preocupación para los ciudadanos valencianos y españoles, de una manera aplastante. La pasada semana se publicaron los resultados de la última Encuesta de Población Activa, dejando a la Comunitat con una tasa del 24,73%, 3,2 puntos por encima de la media nacional. Este diferencial no ha hecho más que crecer durante la crisis:
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Una observación muy superficial podría llevarnos a pensar que esto beneficia al PP, dado que la mala situación económica juega en contra del actual Gobierno. Sin embargo, recordemos que en la Comunitat (y, en realidad, en España durante el periodo 1996-2004) el artífice de las políticas de desarrollo económico fue el Partido Popular. Si a esto le sumamos que el PPCV está en un momento de crisis interna y externa tras la dimisión de Camps, veremos que en realidad la interpretación no puede ser inmediata. Entre una parte de los votantes relativamente grande, la asociación entre crisis, paro, "boom" inmobiliario y corrupción es real. Y el PP está alrededor de esta construcción ideológica. Esto, obviamente, anula una parte del efecto rebote por la vinculación entre crisis, Gobierno y PSOE, y dejará probablemente al PP dentro de su horquilla de las últimas décadas: entre el millón cien mil y el millón cuatrocientos mil.
Aún más importante, el PSOE (y menos el PSPV, como apuntábamos al principio) no está en disposición de aprovechar esta situación de debilidad del Partido Popular. De hecho, cabe esperar que descienda incluso por debajo del millón. Tendremos, pues, una situación similar a la de 1996 y 2000 en los partidos mayoritarios, con una diferencia relativamente estrecha y sumando en torno al 70% del total de los votos. ¿Y dónde irá el otro 30%? Los grupos minoritarios han seguido un proceso de pérdida de votos bastante importante en la Comunitat:
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Esto solo quiere decir, sin embargo, que su límite de crecimiento es bastante bajo, o lo que es lo mismo, que no podemos esperar un cambio espectacular. Sin embargo, esto no descarta el cambio per se. Analizando cualitativamente la situación, los dos principales partidos minoritarios en la Comunitat son de izquierdas: EU y Compromís, que se presenta con el recién nacido Equo. Por tanto, cualquier efecto que se pueda prever será en relación con el electorado potencial del PSPV y la abstención. Su "techo" podemos aproximarlo con los resultados de las Autonómicas de mayo, cuando sumaron ni más ni menos que 320.000 sufragios, un 50% más que en 2007. Habida cuenta de que, como hemos definido, el factor principal de decisión de voto ahora y entonces es el mismo (la crisis), y de que las fechas electorales son muy cercanas, podemos considerarlo como un límite válido.
Compromís está en un momento particularmente fuerte, gracias a dos factores: por un lado, está siendo capaz de articular un discurso desde la izquierda que, sin resultar excesivamente radical, sí conforma una crítica que casa con la visión del correspondiente espectro del electorado, que va desde los tradicionales votantes de EU hasta aquellos que están más escorados dentro del colectivo socialdemócrata. Por otro, asocia a este discurso algo que es más importante de lo que parece en la Comunitat: una carga identitaria, una descripción vaga pero reconocible de lo que es "ser valencià" asociada con un proyecto político y social específico. Además, su discurso ha dado un salto cualitativo durante estos meses, asociado también en cierta forma al 15M, de manera que utiliza temas de calado estatal (e incluso internacional, económicamente hablando) cuando antes nunca lo hacía. En pocas palabras, están listos para ir al Congreso de los Diputados, y las condiciones contextuales son inmejorables.
Combinemos el potencial de los minoritarios de izquierdas con la plausible debacle socialista, añadamos una abstención moderada, y tendremos un posible escenario en el cual el PPCV se mantiene con 1.300.000-1.400.000 votos (46%), el PSPV baja a 800.000 (29%) y EU-Compromís llegan a los 300.000 (11%), estando más cerca que nunca de los socialistas. Desde luego, no es un cambio radical en la estructura de voto, ni da el anhelado titular espectacular para analistas, tertulianos y periodistas. Pero, de consolidarse la tendencia hacia 2015, sería una dinámica muy importante para la Comunitat: la fragmentación de la izquierda a través de un doble componente ideológico e identitario-nacional.
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(*) Jorge Galindo Alfonso es sociólogo
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