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VALENCIA. El secretario general del PSPV y portavoz del grupo socialista en Les Corts, Jorge Alarte, trabajó denodadamente para darse a conocer a la ciudadanía durante la campaña de las elecciones autonómicas del pasado 22-M. En unA carrera contrarreloj, el candidato de los socialistas valencianos logró aupar el reconocimiento de su figura ante los ciudadanos hasta más del 40%. El exalcalde de Alaquàs había logrado que al menos cuatro de cada diez valencianos supiera de su existencia. Pese al esfuerzo, Alarte distaba mucho del entonces líder del PP valenciano, Francisco Camps, quien superaba holgadamente el 90% en notoriedad.

Sin embargo, la vehemencia entonces de Jorge Alarte por lograr mayor cuota de popularidad se ha diluido en las últimas semanas. La cercanía de las elecciones generales propició antes de verano una tregua interna en las familias del PSPV. Como el padre que tiene una conversaciónn importante y manda callar a sus hijos, Ferraz ordenó ‘chitón' a la federación valenciana. Mejor. Más tiempo para preparar el día después.

Según admiten fuentes del partido, la precampaña de perfil bajo que se vive en el PSPV no es casual. El líder de los socialistas valencianos no quiere implicación directa ante una muy probable derrota en el ámbito nacional y un más que seguro ‘rapapolvo' en el territorio valenciano. En esta tesitura, la misión será de objetivos mínimos para la dirección socialista que encabeza Alarte: salvaguardarse y no forzar a una militancia bastante ‘tocada' ya, que deberá dar lo mejor de sí para lo que venga tras el 20-N. La batalla orgánica.

Otro de los factores que justifican el alejamiento de Jorge Alarte de la campaña es el de proteger a toda costa su figura de los medios de comunicación. Las encuestas arrojan una derrota posiblemente más contundente incluso que la de las autonómicas y hay que recordar que el líder del PSPV afirmó que dimitiría si no mejoraba los resultados de Ignasi Pla y no lo hizo.

A priori, la entrada de fuerzas como Esquerra Unida y Compromís-Equo en el Congreso devorarían escaños de PP y PSOE. Los augurios para los socialistas valencianos nunca habían sido tan nefastos: se oyen voces de que no se alcanzará el sexto diputado por la circunscripción de Valencia.

El acuerdo de paz con el sector lermista está formalizado hasta el 20-N. La prórroga del mismo puede llegar hasta la celebración del Congreso Federal del PSOE, donde el juego de estrategias será de alto nivel: la delegación valenciana, quien primero vivirá su particular batalla por la elección de delegados, deberá decidir si existe una postura unificada para apoyar a un candidato o las familias toman sus propios caminos.

Mientras, un candidato como Alfredo Pérez Rubalcaba pide el lleno en la Plaza de Toros de Valencia, algo que Alarte consiguió -con la ayuda de algún pequeño trozo de lona- en las autonómicas junto a Rodríguez Zapatero. La cita es el 6 de noviembre y también acudirá el expresidente del Gobierno, Felipe González. Sin duda, un reclamo que puede ser determinante para ayudar al lleno ante una militancia valenciana desmoralizada.

DEL AFÁN DE PROTAGONISMO FRENTE A LA PREMEDITADA APATÍA

Jorge Alarte, multiplicó en el último tramo de la legislatura pasada sus apariciones en medios de comunicación, así como su volumen de movimientos en pos de un aumento de notoriedad. El líder del PSPV siempre se quejó amargamente del hándicap que suponía no disponer de un escaño en Les Corts para erigirse como portavoz de la oposición.

Así, ante la bicefalia obligada que cedía parte del protagonismo al síndic socialista en Les Corts, Ángel Luna, el secretario general del partido se multiplicaba para crecer en popularidad ante la inminencia de los comicios autonómicos.

El contraste con la realidad actual es notable. En la web se observan un gran número de intervenciones y notas de prensa de varios diputados del grupo socialista. Ante la previsible derrota, Alarte aparece lo justo y reparte juego entre sus colaboradores. En Les Corts, su discurso centrado en el expresidente Francisco Camps debe ser revisado ante el nuevo liderazgo del PP, encabezado por Alberto Fabra.

Además, por supuesto, Alarte afianza sus relaciones orgánicas de cara a la posible guerra que nazca tras el 20-N. Su oposición no está parada: Francesc Romeu recaba tropas con afán de ‘vendetta' y la llamada familia lermista tampoco se detiene. Demasiado trabajo en ciernes para dar la cara en unas elecciones imposibles de ganar.