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VALENCIA. La entrega de los premios Rey Jaime Primero sirvió para que lo volviera demostrar y, a pesar de mostrarse incómodo, fue el mejor orador con diferencia: tuvo algo que decir. Un discurso duro, recto y en primera persona del plural que hizo removerse en sus asientos a algunos de los presentes.

EL EJEMPLO

Los actos oficiales suelen servir para lanzar tres o cuatro discursos de aliño y "echarse un cigarrito para el pecho por lo bien que lo hemos hecho" premiados y organizadores. Juan Roig prefirió sacar partido a sus cinco minutos para explicar cómo salir de la crisis.

Después de las cortesías de rigor, la estructura de este discurso es circular. Comienza y termina con los premiado que le sirven de excusa para dejar la cosas claras delante de la Reina y de quien haga falta. La percha del tema la toma ensalzando a los premiados por "trabajar, esforzarse y arriesgar", las tres claves que le valen a toda la sociedad para salir de la crisis.

A partir de ahí, diagnostica y receta. Se inculpa, como todos los presentes deberían, de contribuir a construir una "sociedad del mínimo esfuerzo", ejemplificada en la metáfora bíblica "el maná que caerá del cielo", una figura que repite hasta tres veces. "Los acontecimientos han demostrado que nos hemos equivocado, pero estamos tardando mucho en cambiar la situación". Pero... "en manos de todos está la solución".

Y a los tres minutos apunta, dispara y lanza su frase clave: "Hay que tomar decisiones valientes aunque éstas sean impopulares y molestas" y lo que es mejor: las da en dos minutos.

Después, remata el recado citando a los destinatarios ("empresarios, trabajadores, políticos y funcionarios"), felicita de nuevo a los premiados, recoge sus papeles y se va. ¿Para qué más?