VALENCIA. Las necesidades de capital obligan Banco de Valencia, Bancaja y CAM a vender sus participaciones empresariales, incluidas las de negocios considerados intransferibles como Aguas de Valencia y Ribera Salud.
"Vamos a seguir en Aguas de Valencia porque produce unas sinergias importantes para nuestro negocio principal. No pensamos irnos". La categórica afirmación, reiterada en los últimos años, la pronunció a principios de este mismo año el hasta el viernes consejero delegado del Banco de Valencia, Domingo Parra.
Han pasado diez meses y el banco está buscando un comprador para su participación en la histórica concesionaria de aguas potables.
El de Aguas de Valencia podría ser una más de las desinversiones en participaciones empresariales a las que se está viendo obligado el sector financiero español para hacer frente a sus necesidades de capital. No en vano tanto el grupo Bancaja como Caja Mediterráneo (CAM) han ido deshaciendo parte de las posiciones que mantenían en distintas compañías a medida que han encontrado el comprador adecuado.
Sin embargo, hay aspectos que convierten a la salida del Banco de Valencia de AVSA en un episodio singular. No en vano la entidad financiera se empleó a fondo hace unos años en mantener el control de la concesionaria en la descarnada batalla que libró contra sus anteriores socios, el grupo francés Bouygues, o más recientemente aunque con menos virulencia, con los nuevos accionistas, los también franceses Suez.
La 'valencianidad' de AVSA se convirtió en una cuestión casi de Estado. Aquel episodio, lleno de intrigas e intereses a menudo poco explicables, en el que participó de forma activa el banco y la Generalitat del entonces presidente Eduardo Zaplana, acabó por extender la idea de que AVSA era una pieza de la que el Banco de Valencia no prescindiría nunca.
La crisis, sin embargo, ha cortado de raíz cualquier argumento para mantener una de las participaciones empresariales que la entidad financiera puede hacer líquida de manera más o menos sencilla y por la que podría ingresar cerca de 100 millones de euros.
Una cantidad nada despreciable teniendo en cuenta que en los próximos dos años el banco tiene comprometidas dotaciones para reforzar su capital por unos 400 millones. Por el lado negativo de esta venta forzada está la salida de una empresa con beneficios recurrentes y que, como reconocía en la cita del principio de este artículo Domingo Parra, aporta sinergias al banco: los recibos del agua, debidamente gestionados, son una fuente de liquidez que muchas empresas quisieran.
Pero lo cierto es que el banco negocia con varios posibles compradores la venta de su 50% de Inversiones Financieras Agval, propietaria del 65% de AVSA. Entre los interesados está su socio, Eugenio Calabuig, presidente de la sociedad, que tiene el derecho de tanteo sobre el paquete del banco. También ha entrado en la puja, según distintas fuentes, el fondo de capital riesgo Atitlán, presidido por Roberto Centeno.
En los dos casos, el banco trata de cumplir su 'compromiso' con la 'valencianidad' del accionariado de AVSA que justificó la 'guerra' por su control.
LOS 'DAÑOS COLATERALES' DE LA PÉRDIDA DEL SISTEMA FINANCIERO PROPIO
Pese a la lógica de la operación, la salida del Banco de Valencia de una empresa de referencia es un síntoma de la situación que atraviesa el sistema financiero valenciano tras la reestructuración del sector. Las prioridades han cambiado.
Otra muestra es Ribera Salud. La sociedad que en su día crearon Bancaja, CAM y Caixa Carlet con el amparo, si no impulso, de la Generalitat, para gestionar el que iba a ser el primer hospital público administrado por una empresa privada, se había consolidado en estos últimos años como referencia en el sector sanitario español.
Participada al 50% por Bancaja y CAM (tras la absorción de Caixa Carlet por los primeros y el reparto de sus acciones), Ribera Salud ha ido creciendo de la mano de socios 'tecnológicos' -aseguradoras como Asisa o DKV- hasta gestionar el 20% de la sanidad pública valenciana. Los objetivos de futuro iban incluso más allá. Ribera Salud ya ha optado en solitario a alguna concesión, convirtiéndose en operador del sector y no solo como socio financiero.
Tanto Bancaja, especialmente, como CAM veían en Ribera Salud a una empresa estratégica: un sector de fuerte crecimiento y con poca competencia en España. Se aspiraba, y así lo repetían y consta en sus informes anuales más recientes, a consolidar un grupo valenciano líder en el negocio sanitario. Los proyectos de expansión eran ambiciosos y requerían invertir más.
La crisis y la redifinición del sistema financiero local, de nuevo, ha chocado con esos planes. Si las dos cajas ya habían optado por dar entrada a un un socio externo, ofreciendo el 33% de Ribera Salud a quien aportase fondos para reforzar el negocio, pese a que era una tarta que no querían repartir, al final, los problemas de liquidez de las propias cajas han llevado a poner en el mercado el 100% del capital. Lo venden todo.
La operación puede cerrarse este mismo mes y en ella están interesados Atitlán (de nuevo el fondo de la familia de Juan Roig aparece en escena) en compañía de Asisa, el grupo Capio, propiedad de CVC Capital Partners y principal competidor de Ribera Salud en España, y los fondos Vista Capital (Grupo Santander) y de Mercapital.
Aguas de Valencia y Ribera Salud son los dos ejemplos más claros de la pérdida de influencia de las entidades financieras valencianas en el tejido empresarial por lo que tienen de emblemáticas. Con la CAM intervenida por el Banco de España y a la espera de saber quién será su nuevo propietario y Bancaja (y todo su grupo, incluido el Banco de Valencia) integrada en BFA/Bankia, el diseño de las prioridades que antes se hacía desde la Comunitat Valenciana se aleja poco a poco. Son los daños colaterales de la pérdida de un sistema financiero propio.
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