VALENCIA. Con el eco aún reciente de la Valencia Fashion Week y el casi siempre rehuido debate sobre la falta de una apuesta firme por parte de la industria por el diseño y los diseñadores como vía de futuro, llega la Valencia Disseny Week y la feria Habitat Valencia, el histórico certamen del mueble reconvertido ahora en una cita con toda la oferta vinculada al interiorismo.
La proximidad de los tres acontecimientos quizá permita, por una vez, prolongar más allá de los días marcados en los calendarios, el necesario análisis sobre qué necesitan las empresas valencianas para posicionarse en los mercados, dominados cada vez más por grandes multinacionales.
El del mueble es uno de los casos más sangrantes de la falta de reflejos de una industria que tuvo casi todo en su mano para reconvertirse. Un gran escaparate internacional, como era la propia Feria Internacional del Mueble, para un sector con fuerte implantación, sobre todo en los alrededores de Valencia, con capacidad de producción y experiencia internacional. Sin embargo, la última década ha sido el relato de un fracaso colectivo, con cierres de empresas históricas y pérdida del liderazgo.
¿Por qué ocurrió? Lo cierto es que los propios empresarios del sector han reconocido reiteradamente su incapacidad para afrontar una reestructuración que acabase con la histórica atomización de pymes. Sin tamaño, los retos que tenían que afrontar individualmente eran inabarcables. La competencia internacional acabó engulléndoles.
Entre los desafíos que el sector no fue capaz de superar, al margen de la propia estructura empresarial, estaba su adecuación a las nuevas tendencias y demanda de los consumidores. El mueble clásico, que tan buenos resultados dio durante décadas, entró en una espiral de desinterés. La razón, no por compleja al necesitar de varios elementos coincidentes en el tiempo, deja de ser explicable: por una parte los gustos cambiaron con la modernización de la sociedad, por otra, y esta es clave, se hizo patente una nueva manera de entender el concepto de amoblar la casa.
Los muebles ya no son para siempre. Eso lleva aparejado que tampoco pueden ser ni tan caros ni tan aparatosos que dificulten su renovación. En el sector, en pocas palabras, ha ocurrido lo mismo que en el textil para vestir: todo el mundo quiere acceder a los diseños más actuales pero sin tener que pagar lo que cuestan los, por llamarlos de alguna manera, originales.
Zara o H&M, por poner dos ejemplos de liderazgo mundial en ese campo, se ocuparon de que vistiésemos a la última moda a precios tan asequibles que permiten cambiar de ropero cada temporada. Parece evidente, por tanto, que Ikea es el 'zara' de la casa.
Una empresa sueca se hizo ya no solo con el mercado si no, especialmente, con las aspiraciones de una clase social inmensa. Muestra de ello, el peregrinaje de tantos valencianos a Barcelona o Madrid primero, a Murcia después, para comprar en las tiendas habida cuenta de que en Valencia no hay aún.
Ese es el escenario, por tanto, ante el que se encuentra en la actualidad el sector del mueble -y el de la iluminación o el textil-hogar, también negocios tradicionales de la Comunitat Valenciana- y a que debe hacer frente.
Si hubo una oportunidad para plantearse un camino propio para competir -¿por qué nadie pensó y llevó a cabo la unión de tantos pequeños esfuerzos para, con el tejido industrial y el conocimiento del mercado emular una aventura como la de Ikea?- quizá ya haya pasado.
Sin embargo, sí que hay un detalle que no pasa inadvertido: el éxito del diseño. Ya sea con los grandes nombres o enseñas o a través de lo que, en resumen, serían las marcas blancas -que emulan las tendencias que marcan otros- los consumidores buscan esas tendencias.
Si hay algo efímero es la moda. Lo es por definición. Porque es moda. Los cambios en los gustos los marca la industria y, para ella, los diseñadores. Ya sea en un proceso consciente de renovación de la oferta para seguir vendiendo o porque se adentran en los cambios de la sociedad, los profesionales del diseño tienen la palabra en cada vez más sectores del consumo.
Así, de la ropa a los coches, de los muebles a los ordenadores o teléfonos móviles (¿acaso alguien duda de que el éxito de Apple va más allá de la calidad de sus productos?) el exterior tiene tanta o más relevancia que el interior, hasta el punto de que el packaging (el diseño de las cajas o envoltorios en las que van los productos) es un elemento esencial.
Pese a muchos sinsabores, el diseño valenciano continúa manteniendo el poso de los tiempos en que la Comunitat Valenciana dio nombres de prestigio incuestionable. Y lo sigue haciendo. Aunque en muchos casos para verse reconocidos tengan que salir fuera, cuando no asisten a la confirmación de ese dicho valenciano que dice que 'la Mare de Déu, quan més lluny, més milagrosa'.
La reivindicación que el año pasado comenzaron ellos mismos a través de la Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana con la puesta en marcha de la Valencia Disseny Week, que este jueves arrancó su segunda edición, es una llamada de atención al sector industrial que aún sobrevive para que no deje pasar otra oportunidad.
Pero es que estaban todos tan a gustito ...
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