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EL FIN DE LAS CAJAS DE AHORROS

Al cielo y al infierno: los seis ejecutivos que marcaron el rumbo de Bancaja y CAM

JOAQUIM CLEMENTE. 27/08/2011 Los seis directores generales que han pasado por Bancaja y CAM en las dos últimas décadas son clave para entender por qué, pese a casi unir sus caminos, han acabado en puertos tan distintos. Algunos dimitieron por enfrentamientos políticos y por la deriva de las cajas. Otros aguantaron tanto que se enfrentan a posibles reponsabilidades

 * En la foto, de izquierda a derecha y de arriba a abajo, Emili Tortosa, Fernando García Checa, Aurelio Izquierdo (exdirectores generales de Bancaja, excepto el último, que sigue ocupando el puesto), Antonio Gisbert, Roberto López Abad y María Dolores Amorós (exdirectores generales de CAM).

VALENCIA. Tuvieron todo el poder en sus manos, y por tanto, toda la responsabilidad, y cada uno optó por ejercerlo de manera distinta. Dicen que una retirada a tiempo es una victoria. Pero en un país en el que la dimisión nunca se valora como un ejercicio de responsabilidad ética y los cargos se defienden con una pasión digna de mejores causas, el abandono voluntario de un puesto de alta responsabilidad es una posibilidad tan remota que incluso ha banalizado la petición de dimisión.

Sin embargo, en el caso de las dos grandes cajas de ahorros valencianas, Bancaja y Caja Mediterráneo (CAM), y en concreto en el cargo ejecutivo de mayor responsabilidad, la dirección general, la excepción alcanza el 50%. Y es que de los seis directores generales que han pasado por las dos cajas en los 20 últimos años, tres dimitieron tras agrios enfrentamientos -y consecuentes indemnizaciones- con los políticos que, también en ese periodo, quisieron influir en la gestión del negocio.

Los que se marcharon a tiempo, viven hoy alejados de los problemas de las entidades que ayudaron a crecer y mantienen un prestigio social y profesional sin mácula. Otros viven un infierno.

El papel de los directores general de Bancaja y CAM ha sido clave en la historia de las dos entidades en las que, formalmente, el presidente no tiene funciones ejecutivas. La mayoría se crió en las cajas -alguno literalmente, como Emilio Tortosa, que empezó de botones- y, con la excepción de Aurelio Izquierdo, aún director general de Bancaja y uno de los adjuntos de Banco Financiero y de Ahorros (matriz de Bankia), todos salieron para no volver.

Los dos más veteranos son uno de cada caja: Emilio Tortosa, director general de Bancaja entre 1989 y 1998, y Antonio Gisbert, su homólogo en CAM entre 1992 y 2001. Su llegada al cargo fue distinta. Mientras que Tortosa fue ascendiendo escalones y alcanzó la dirección general tras la depuración emanada de la intervención de la Caja de Ahorros de Valencia por el Banco de España, Gisbert aterrizó en CAM tras haber ocupado distintos cargos en la primera etapa de la Generalitat de Joan Lerma, lo que, de entrada, ya generó recelos en la entidad.

A ellos hay que apuntarles la modernización de las entidades, despojándolas de aquel cierto aire de montepío funcionarial. Igualmente manejaron con mano firme las necesidades de concentración de las pequeñas cajas valencianas, con fusiones y más fusiones, auspiciadas por el Consell socialista.

LA LLEGADA DEL PP CAMBIÓ EL PAISAJE

Pero para Gibert y Tortosa las cosas se torcieron cuando el PP llegó al poder de la Generalitat. El Gobierno de Eduardo Zaplana, con su mano derecha para el sector, José Manuel Uncio, director del IVF, se marcó como objetivo controlar los órganos de las cajas de ahorros. Los desencuentros no tardaron en llegar. Tortosa fue forzado a dimitir en 1998, harto, como ha confesado, de las injerencias políticas que pretendían (y consiguieron) hacer de la caja un brazo financiero de los proyectos de la Generalitat. Como premio de consolación ocuparía durante años un sillón en el consejo del Banco de Valencia.

A Gisbert, que nunca le perdonaron su proximidad a los socialistas, los últimos días se le hicieron eternos. Con un Zaplana empeñado en lograr la fusión de las dos cajas, el director general de CAM lideró el frente opositor hasta el punto que consiguió tumbarlo, ofreciendo a cambio la creación de una estrambótica sociedad, Cartera de Partipaciones SA, que incluía participaciones en empresas pertemnecientes a las dos cajas. Su futuro a partir de ese momento estaba escrito. El consejo de administración le tumbó planes estratégicos y tensó la máquina. "O te vas, o te echamos", le vinieron a decir. Gisbert, que hasta el proyecto de fusión, había conseguido zafarse del marcaje, no pudo más y dimitió formalmente en enero de 2001. Su indemnización, según informaciones de la época, alcanzaría los 6 millones de euros.

He aquí, por tanto, al menos tres aspectos que han influido de forma decisiva en la situación actual de las cajas y de los que los ejecutivos fueron protagonistas destacados: la apuesta por convertir a las vetustas estructuras de las dos cajas en modernos bancos, los procesos de fusiones de cajas pequeñas, pero sobre todo, el fallido intento de fusión entre ambas.

SEGUNDA GENERACIÓN

Para los relevos se optó por directivos de las propias cajas. En el caso de Bancaja, de su sucesor natural, Fernando García Checa, 'cajero', pese a su procedencia del mundo de la auditoría -Arthur Andersen- antes de incorporarse al equipo que formó Tortosa. En CAM emergió la figura de Roberto López Abad. Unos cambios que abrieron una nueva etapa en la que, pese a algunos fingidos intentos por reabrir el melón de la fusión, las dos entidades empezaron a separar cada vez mas sus caminos.

García Checa mantuvo un perfil bajo de cara al exterior pero firme en el seno de la caja. Como director general impuso la expansión de Bancaja y se centró en el negocio típicamente bancario. Un crecimiento paralelo al auge del ladrillo al que le animaban desde el consejo de administración, presidido entonces primero por Julio de Miguel, y después por José Luis Olivas.

Algo similar hizo Roberto López-Abad que, con Vicente Sala (fallecido hace escasos días) de presidente y de contacto con el Palau de la Generalitat, fue agrandando su poder en la entidad hasta controlarla por completo. Como su rival, inició una expansión por toda España, realizó fuertes inversiones en bancos en el extranjero y en empresas destacadas. Y, como no podía ser de otra forma, se enfrascó en el ladrillo, negocio que tanto dinero dio como castigo trajo.

La salida de Checa, volviendo a Bancaja, fue de nuevo traumática. La llegada de José Luis Olivas modificó notablemente la forma de trabajar de Checa. El expresidente de la Generalitat desembarcó en Pintor Sorolla dispuesto a mandar en una entidad que conocía muy bien como exconseller de Economía. Y pese a que no tenía atribuidas competencias ejecutivas expresas, comenzó a ejercerlas de facto. La ambición del 'banquero' chocó con la del 'cajero' y Checa acabaría presentando su dimisión (fuentes no contrastadas sitúan el monto de su indemnización en 12 millones de euros). Poco amante de los focos, el director se fue sin hacer ruido, si bien su preocupación por el incremento de ladrillo en el balance del negocio -frente a un Olivas deseoso de entrar en grandes proyectos que dieran visibilidad a la caja- estaba en el fondo de desencuentro. Era 2007. La crisis se asomaba por la esquina.

Minucias, en todo caso si se compara con lo ocurrido y protagonizado por Roberto López. Para él no fue un problema el cambio de presidente forzado por Francisco Camps, ya en la Generalitat, para apartar a Sala y nombrar a Modesto Crespo. Su poder era ya total. Tanto que, llegado el momento de afrontar la crisis, lideró las negociaciones con Cajamurcia, BBK y Cajastur. En todos los casos, y pese a que la situación de CAM era delicadísima, como se ha demostrado con la intervención del Banco de España, López-Abad fue el elemento de la discordia que acabó rompiendo los acuerdos. Su ambición de mantener una cuota de poder relevante en la entidad que se creara puso en riesgo, cuando no abortó, unos acuerdos que tal vez hubieran evitado llegar al momento en el que se encuentra la caja.

ME VOY PERO ME QUEDO

López Abad dimitió de CAM, sí, pero lo hizo para irse al Banco Base, el que había creado con Cajastur, Cantabria y Extremadura. Y, de camino, se llevó un extravagante título de director general honorario y vitalicio. Pero cuando el acuerdo se rompió, López Abad no volvió a la caja. Se mantuvo como único consejero del fantasmagórico Banco Base, ejerciendo su poder en CAM desde las sombra.

Su intención era volver a escena cuando se pusiese en marcha Banco CAM, pero el Banco de España estaba francamente enfadado por su comportamiento en el proceso de fusión con Cajastur. Su regreso se convirtió en imposible. Un día, de repente, emergió de las sombras, esgrimió su condición de empleado de CAM y pidió la prejubilación anticipada. La indemnización alcanzaría los 3,5 millones de euros.

La nueva etapa la asumieron Aurelio Izquierdo y María Dolores Amorós, ambos segundos de sus predecesores. Izquierdo asumió su papel secundario ante un Olivas liberado de corsés y libre para negociar con Rodrigo Rato la fusión con Caja Madrid y la mirada fija en la capital de España. Un proceso limpio, quirúrgico, rápido -precipitado también- y con el que el presidente de Bancaja se aseguraba un puesto en la futura Bankia. Izquierdo, por su parte, sigue en el puesto -vacío de funciones- y en una de las direcciones generales de una Bankia controlada por gente de Rato.

Amorós, sin embargo, está en estos momentos suspendida de empleo, que no de sueldo. Su breve mandato (de finales de 2010 hasta que los administradores del FROB la destituyeron) fue una concatenación de decisiones y declaraciones cada vez más confusas y ofuscadas, fruto del intento de protagonizar una huida hacia adelante para escapar de la intervención.

Tortosa, jubilado, preside la Fundación Etnor para la Ética en los Negocios. Gisbert dirige con el mismo pulso firme que empleó en CAM la nueva Ruralcaja y, por tanto el grupo CRM (Cajas Rurales del Mediterráneo). Checa asesora a empresas y ha montado una propia sin ninguna vinculación con el mundo financiero, Bkool, dedicada a una de sus pasiones: el ciclismo. Ellos dimitieron.

López-Abad, pese a que se prejubiló, no está eximido de posibles responsabilidades, si al final los administradores de CAM encuentran un quebranto societario por decisiones cuestionables. Pero a la sala de espera de la planta del infierno dedicada a los gestores de cajas y bancos, de momento solo ha bajado Amorós, señalada con el dedo por los administradores con su destitución y suspensión de empleo.

Si bien todos han contribuido a llegar a su destino de manera similar, lo cierto es que el despropósito protagonizado por la CAM en el último año y lo que está por venir, pone sobre la picota tanto al consejo de administración como a los ejecutivos. Un final distinto al de Bancaja, que, con el proyecto de Bankia mimado por todos los implicados en la salvación del sistema financiero español, logró diluir sus problemas y apartar miradas y escrutinios.

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1 comentario

27/08/2011 20:16

Buenas tardes: lamento decirle Sr Clemente que ni en la CAM ni en Bancaja los directores generales funcionaban de forma autonoma sino por directrices del partido gobernante de turno y sus correspondientes presidentes en ambas Cajas.- En todo caso son tán responsable unos como otros. El Sr Tortosa me parece que no se "dejo" y eso lo llevo a a renunciar.- Atte Alejandro Pillado Valencia 2011

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