LONDRES. "La mejor opción es la de un banco que mantenga la capacidad de operar en los mercados financieros y servir al mismo tiempo al cliente minorista", dice Stephen Hester, director ejecutivo de Royal Bank of Scotland.
Ante la proximidad de la fecha -hacia mediados del mes de septiembre- en que la Comisión Independiente del Sistema Bancario (ICB) publicará su primer informe sobre la reforma del sector financiero en el Reino Unido, el temor de la banca global británica a ver su negocio dividido en pedazos les ha forzado a hablar. Hester ha declarado que "mi experiencia me lleva a creer que establecer barreras de contención entre diferentes departamentos bancarios aumentará el riesgo sistémico y dañará nuestra habilidad para sortear la volatilidad de las bolsas".
Barclays ya ha avisado de la reducción en el volumen de crédito y el alza del coste del capital si se introduce la escisión entre la actividad comercial y la mayorista; de momento, la entidad ha anunciado que recortará su plantilla en 3.000 puestos de trabajo antes de 2012, un golpe que se dejará sentir con particular fuerza en España, donde Barclays retirará el 80% de su infraestructura y personal.
HSBC, según ha confirmado el presidente del banco, Douglas Flint, ejecutará un plan análogo para disminuir su presencia en 20 países, con decenas de miles de contratos rescindidos. Flint culpa de la debacle a los gobiernos occidentales, que "se empeñan en inflar al sector a nuevas regulaciones, precisamente cuando la economía mundial atraviesa su peor momento".
La ICB, sin embargo, no cede. Sus documentos de investigación avalan la fragmentación de las entidades financieras para que, en caso de nuevas crisis de productos derivados, la actividad comercial y de ahorro de los bancos se libre del efecto arrastre que provoca el riesgo inversionista. La frontera será más o menos impermeable y discontinua, pero el gobierno de Coalición de Downing Street pretende que el ahorro y el crédito doméstico de los bancos de inversión queden protegidos en manos de firmas subsidiarias. Y Banco Santander, con 1.400 oficinas y más de 25.650 personas en nómina en Gran Bretaña, opina lo mismo.
MADE IN SANTANDER
En efecto, si la definición de banca comercial que la ICB ha de ratificar en pocas semanas fuera suficientemente amplia, la rama británica de Banco Santander incluso evitaría las reformas estructurales -y la factura de las mudanzas internas- que sufrirán sus competidores en el Reino Unido.
Vicent Cable, el popular secretario de Economía, ha asegurado que el estudio de la comisión "destruye completamente la amenaza de que si aplicamos nuevas normas a los grandes bancos, se irán del país y se establecerán en otros con marcos más flexibles". Sin duda, la experiencia de Santander, que cuenta con cerca de 26 millones de clientes en la isla tras sus adquisiciones en 2010 de sociedades de ahorro y sucursales en Inglaterra, es un buen argumento para Cable.
Para los cíclopes del capital que hasta hoy habían dominado la Square Mile, el barrio financiero de Londres, las perspectivas son otras. Barclays y Royal Bank of Scotland reclaman que se impida colocar dinero en la banca comercial a las corporaciones con ingresos superiores a 20 millones de libras esterlinas. Por desgracia, sus sospechas de que podrían sufrir una hemorragia de clientes y de que el capital correrá en volandas hacia los brazos de la banca comercial, les delata: es un reconocimiento tácito a la presión externa para que admitan que sus actividades en el sector de los derivados y swaps cotizados conllevan un grado de peligro del cual debe alejarse la economía del ciudadano ordinario.
La agencia de calificación de riesgo Moody's ha abierto la veda con una nota reciente en la que alerta de una revisión a la baja para 14 entidades británicas, entre ellas Lloyds, Royal bank of Scotland y Santander UK. Moody's destaca que "para Barclays, las consecuencias de la propuesta de la ICB sería fundamentalmente negativa, puesto que el departamento inversionista Barclays Capital constituye la mayor parte de la hoja de balance y de beneficios de Barclays". Tras la separación entre la banca comercial y la de inversión, "es de esperar que las líneas de crédito serán más caras para Barclays, lo que disminuirá sus rentabilidad".
"En un ambiente de inseguridad", añade la agencia, "lo más probable es que los mercados prefieran la transparencia a los altos resultados". La propia ICB describe las operaciones de secciones bancarias similares a Barclays Capital como "profundamente complejas", porque "aprovechan las variaciones entre los diversos regímenes legales y fiscales vigentes en la comunidad internacional" para huir de las regulaciones más estrictas.
"Si no entiendes un producto financiero, no lo vendas a tus clientes": el lema del presidente de Banco Santander, Emilio Botín, resuena en el Reino Unido, que ha perdido casi cinco puntos porcentuales de producto interior bruto (PIB) y más de 700.000 puestos de trabajo desde que estallara la crisis bancaria en 2007. Sobretodo cuando, a pesar de la hecatombe financiera, los bancos británicos todavía poseen una hoja de balance cuatro veces superior al PIB del país. Con un 80% del Royal Bank of Scotland y el 40% de Lloyds TSB bajo asistencia pública, la voz del Santander en el debate de la corrección organizativa bancaria se escucha alta y clara.
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