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La crisis cambia el paisaje urbano de Valencia

PILAR TAMAYO. 03/07/2011 La crisis se lleva por delante el paisaje urbano de Poeta Querol, Moratín, Barcas o Redención. Cierre masivo de comercios de siempre, de los llegados con la Copa y los que no han superado el primer año de existencia

VALENCIA. Cada mañana, en Valencia ciudad se levantan 31.517 persianas de comercios, restaurantes y cafeterías. ¿Son muchas o pocas? Concretamente, 344 menos que en 2008, año en que la crisis ya empezó a afilar sus uñas. Darse una vuelta por Ciutat Vella es descubrir una ciudad diferente a la de unos meses. El paisaje urbano ha cambiado tanto que calles como Las Barcas, Moratín y hasta las hace unos años intocables Marqués de Dos Aguas, Redención o Poeta Querol se han transformado.

El listado impresiona: La Creación, Concha del Pozo, Torretta, Purificación García, Atenea, Armani, Hugo Boss, Creaciones Giménez, Betoret, Ivarte, Siete Mares, Luisa Spagnoli, Lasserre, Altarriba...

Ni siquiera las tiendas de siempre han soportado el drástico parón del consumo, generado por el paro y el miedo a perder el puesto de trabajo de quienes aún lo conservan. Ni La Creación, establecimiento histórico de ropa de hogar en Poeta Querol; ni los sensacionales muebles de Giménez haciendo esquina con Colón ni la vanguardia en iluminación de Diseño y Luz en Jorge Juan han sobrevivido.

La esquina de Maestro Gozalbo con Burriana también ha perdido su identidad con la despedida del Bar Goya. 51 años después de servir sus primeros cafés, la familia Villanueva no ha logrado sobreponerse a tantos contratiempos: la desaparición de los cines Martí y Goya, las obras del metro, la rehabilitación del edificio que convirtió en invisible el mítico cartel del Goya y, por encima de todo, la persistente recesión. No es la única cafetería de postín que se ha despedido: también la situada al lado de Julián López, en Periodista Azzati.

A la ropa de Concha del Pozo en Moratín va a sustituirle una horchatería en busca de los turistas que llenan el casco antiguo y donde Atenea vendió joyas durante los últimos cuarenta años, en el chaflán de la plaza del Ayuntamiento con la calle Barcelonina, hoy despachan golosinas a peso. Aún espera un novio el local de la inolvidable Altarriba, en la esquina de Paz con Muñoz Degrain, donde miles de valencianos encargaban sus regalos de Reyes cada año.

El cartel de liquidación anuncia un inminente cierre de otra marca histórica, Bravo, la enseña del lujo por excelencia de Madrid que llegó a Poeta Querol con zapatos, bolsos y cinturones para ellos y ellas. Y también acecha a Carlos Betoret, en Barcas.

El vacío de la Copa

Se han ido las míticas y las que trajeron el lujo a la Valencia de la Copa del América. Es insólito contabilizar hasta tres locales vacíos en Redención, donde Patos aguanta como llanera solitaria de una zona que han dejado la pastelería El Parisien, Ítaca o Javier y Javier y donde Choé ofrece unos descuentos que podrían ser antesala del adiós. Antes, emprendieron el camino de la clausura Loewe, hoy con un único punto de venta; el diseñador Enrique Lodares (hoy en un piso), Purificación García (permanecen sus tiendas de Colón y Aqua), North Sails o Luisa Spagnoli, todos ellos en la antiguamente conocida como milla de oro.

El panorama en la contigua plaza del Patriarca continúa testimoniando el efecto de la crisis: ya no están ni la ropa de niños Bon Point ni Presen Rodríguez ni Kabak y es posible que sigan su ejemplo el outlet de Alex Vidal en Salvá y Papos en el Patriarca, ambas con ofertas. También Hugo Boss rebajó su apuesta valenciana, soportando el tirón en la antigua esquina de Iberia en la calle de la Paz pese a que se marchó de la calle Correos, adonde llegó con ropa de mujer.

Otra esquina emblemática, la de Colón con Jorge Juan, también ha modificado su aspecto, tras la marcha de Armani, siete años después de su apertura y ya no se encuentran los diseños de Etro o Paco Rabanne que colgaban de las perchas de las Siete Mares de Begoña Buqué en Sorní ni los franceses de Laserre en la Paz o Torretta en Hernán Cortés.

Cumplir sólo un año

No han cumplido ni el año Luisa Spagnoli, conocida por la calidad de su punto, en Poeta Querol ni los exquisitos helados de Venchi en Colón.

Los cierres son interminables y transversales: alcanzan concesionarios de coches, como Saab en el chaflán de Ciudadela, las galerías de arte como Estil y My name is Lolita o electrodomésticos (Ivarte o Radio Castilla) pero se muestran con más intensidad en Moratín. De San Vicente a la plaza del Ayuntamiento se contabilizan hasta seis locales vacíos (la bisutería Lince liquida 37 años después) y en Barcas, con una desoladora imagen entre el Teatro Principal y la cafetería Barcas 7.

La Valencia de 2011 es otra.

 

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