VALENCIA. Hace ya 15 años que Joan Lerma dejó el liderazgo del PSPV, dejando tras de sí una estela erigida en corriente o 'familia' que lleva su nombre, su marca. Nadie afirma públicamente que exista, pero se manifiesta, aunque el término nunca salga de la boca de sus integrantes en público y, sólo de forma costosa, en privado. A lo sumo, se habla de ‘sensibilidades'.
Los socialistas valencianos llevan años en un bucle del que no logran salir. Como la ruleta de un casino donde muchos juegan y sólo gana la banca. Entran y salen aspirantes, pero sólo gana Lerma.
Los clásicos siempre serán modernos, dice la sabiduría popular. Para comprobarlo, sólo hay que atenerse al resultado del Comité Nacional del PSPV del pasado domingo. Secretario general en apuros, ‘lermismo' al rescate: estabilidad, calma, diálogo, sumar ‘sensibilidades'... pacto. No es nuevo, pero tiene su público. ¿Desde cuándo ocurre esto en el PSPV?
En 1995 Joan Lerma, pese a que las encuestas le favorecían, pierde las elecciones autonómicas frente al candidato del PP, Eduardo Zaplana. El declive del ‘felipismo' por el paro, los escándalos de corrupción y el GAL perjudicaron en cierta medida al líder de los socialistas valencianos. No obstante, aún le dañaron más varios asuntos de índole regional: en la Comunitat Valenciana empieza a instalarse una sensación de abandono por parte del Gobierno Central. Barcelona celebra los Juegos Olímpicos de 1992, Sevilla la Expo Universal e inaugura el AVE, Madrid es Capital Cultural de Europa también en ese año.
Para Valencia, en cambio, ni siquiera se ha terminado la A-3. José Bono, entonces presidente de Castilla-La Mancha, se enzarzó con Lerma para que el trazado no pasar por las Hoces del Cabriel. El proyecto fue completado por el PP con José María Aznar en 1996, quien pactó con Bono.
También influyó en la derrota de Lerma la campaña contra el catalanismo. Términos que usaba el PSPV o que llevaba en sus siglas sufrían rechazo. Eran tiempos fuertes para Unió Valenciana, que pactó con Zaplana para entrar en el gobierno autonómico.
Este conjunto de factores llevó a Lerma a la derrota. El dirigente socialista se marchó de inmediato a Madrid, nombrado ministro de Administraciones Públicas por Felipe González, evitando, de paso, estar presente en la investidura de Zaplana.
Los críticos con Lerma ya habían iniciado movimientos en el PSPV. Un grupo de jóvenes activos impulsaron a un prestigioso profesor universitario, Joan Romero. Uno de ellos, Joan Ignasi Pla, años después secretario general del PSPV.
El congreso se celebró en 1997 en la Universidad Politécnica y Romero logró la victoria por tres votos frente al considerado candidato del sector oficial, Antonio Moreno. No obstante, el PSPV estaba profundamente fraccionado: estaban los afines a Ciprià Ciscar, muy poderoso en Madrid todavía como secretario de Organización del PSOE, los cercanos a Antoni Asunción, a quien el gesto de dimitir como ministro por el caso Roldán le proporcionó popularidad, los partidarios del propio Romero, favorables a desvincularse de Ferraz más al estilo del PSC; las corrientes como Izquierda Socialista y, por supuesto, los fieles a Joan Lerma, numerosos y con un fuerte referente.
En este escenario, el liderazgo de Romero no duró mucho. En marzo de 1999, con los carteles electorales ya impresos, los conflictos internos en el PSPV desembocaron en la dimisión del secretario general, quien había superado en las primarias previas -por muy poco- a Antoni Asunción y a Clementina Ródenas. El ambiente venía cargado. Meses antes, 89 miembros del Comité Nacional inaugural del mandato de Romero firmaron una moción de censura contra el dirigente auspiciados, según los cronistas del momento, por Lerma y Ciscar. Curiosamente, el portavoz de esa moción fue Ximo Puig y el órdago terminó en una ampliación de la Ejecutiva que no cerró los conflictos.
El desastre se avecinaba y el exministro Asunción fue el elegido para medirse con Zaplana, quien gozaba entonces de altos niveles de popularidad. El resultado, aunque digno en semejantes circunstancias, no evitó que el candidato del PPCV lograra la mayoría absoluta. Los socialistas quedaban muy ‘tocados': Romero fuera; Asunción, la cara de la derrota; Císcar sin un referente claro por el que apostar. Este contexto desembocó en un maratoniano congreso extraordinario (septiembre de 1999) en el Palacio de Congresos de Valencia que, en vez de solución, echó más sal a la herida del puño y la rosa. Pla venció el cónclave con un 42% del respaldo pero tuvo que dimitir 48 horas después junto al presidente del partido, Joan Lerma, a instancias de la dirección federal.
A continuación se abrió un periodo convulso en el partido que estuvo dirigido por tres gestoras con fuerte influencia de Císcar, sobre todo en las dos últimas. La primera fue presidida por Juana Serna, la segunda por Diego Macià (quien dimitió en el 2000 por un choque con el secretario de Organización del PSOE) y, finalmente, por Francisco Granados.
CONGRESO DE ALICANTE: MOMENTO CLAVE DEL PSPV
En este escenario, la figura de Lerma emergió en el Congreso Nacional del 2000, celebrado en Alicante. Todos señalaban al renovador José Luis Ábalos, que contaba con el apoyo de los afines a Ciscar, como principal favorito. Y lo era. Así lo señaló el propio José Blanco horas antes de la cita con las urnas.
Sin embargo, Lerma movió -en una larga noche- sus piezas y dio un empujón definitivo a Ignasi Pla para que se alzara con el triunfo por apenas diez votos. El expresidente de la Generalitat situaba las piezas clave en la Ejecutiva de Pla: Vicent Sarrià como secretario de Organización, Pepe Cataluña al frente de las finanzas, Ximo Puig de síndic en Les Corts y Toni Such como portavoz adjunto también en la Cámara. Pla se convertía en secretario general del PSPV y posteriormente en diputado nacional. Integró a Ábalos en la dirección del partido como vicesecretario general pero aislado y arrinconó a los ciscaristas. La familia ‘lermista' había ganado la partida.
En los siguientes años se atravesó un periodo de mayor tranquilidad orgánica pero no de resultados esperanzadores en las urnas. Pla perdió las elecciones de 2003 pero no tuvo problemas para reeditar su triunfo como secretario general del PSPV en el congreso de 2004, donde venció con un 82% del respaldo. Los ‘lermistas' continuaron teniendo un peso fundamental en la Ejecutiva.
Los resultados de las elecciones de 2007 volvieron a evidenciar la imposibilidad de alcanzar la Generalitat para los socialistas valencianos. Nueva derrota de Pla, que se situaba al PPCV a casi 18 puntos. El líder del PSPV aguantó en el cargo hasta que apareció, en medios de alcance nacional, una información que le acusaba de no pagar unas reformas en su casa. Dimitió, pese a que no había ningún delito ni denuncia, y desde Ferraz se nombró una gestora... presidida por Joan Lerma y con uno de sus afines, Alfred Boix, como portavoz.
ALARTE: APARECE CON FUERZA SEÑALANDO A LERMA COMO "EL PASADO"
El entonces alcalde de Alaquàs, Jorge Alarte, emergió desde lejos para postularse a la secretaría general del partido. En su presentación (abril de 2008) como aspirante a liderar el PSPV no se mordió la lengua y se refirió a Lerma, Císcar, Asunción, y Alborch como "el pasado" del partido. Las hemerotecas las carga el diablo.
El congreso fue duro. Francesc Romeu, rival generacional de Alarte, pactó con el sector lermista, encabezado por Ximo Puig. Finalmente, ganó la renovación propuesta por Alarte -quien llegó a un acuerdo con afines a Leire Pajín- por una veintena de votos. Comenzó entonces un proceso por parte de la nueva dirección socialista por controlar al máximo el ámbito orgánico. De esta manera, los lermistas se vieron alejados de los puestos de mando y, pocos meses antes del 22M, sufrieron una fuerte exclusión de las candidaturas autonómicas. Tras eso, las elecciones dictaron su particular sentencia, cuyo veredicto fue claro: los peores resultados del PSPV en su historia.
Este domingo se celebraba el Comité Nacional del PSPV y la marejada envolvía la sede de Blanquerías. Los descontentos aumentaban en número y Jorge Alarte se encontró entre la espada y la pared. Sacó la bandera blanca y encontró el respaldo del ‘lermismo' para mantenerse al frente del partido hasta el próximo congreso en 2012 ante el estupor de los grupos críticos minoritarios. Una muestra más de que la vida sigue igual en la ruleta del PSPV: todos juegan, Lerma gana.
Enhorabuena por el articulo Creo que solo te ha faltado comentar que en 2002 Ciscar y Pla se batieron a primarias, y el segundo ganó con el 80% de los votos
Enhorabuena por tu artículo! tienes toda la razón "las hemerotecas las carga el diablo"
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