VALENCIA. El 31 de octubre de 1991, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia cerró su última cuenta de resultados. El día siguiente nació de forma oficial la Caja de Ahorros de Valencia, Castellón y Alicante, Bancaja. Un día clave para la transformación de una entidad financiera que iba a pasar de ser una caja provinciana al séptimo grupo bancario español, con presencia en toda España y representación en el extranjero.
La historia de éxito de Bancaja no cumplirá los 20 años, al menos como entidad independiente. Su integración en el Banco Financiero y de Ahorros, el banco en el que participa con Caja Madrid y otras cinco cajas, supone todo un cambio tanto en su forma de operar en el mercado como en su estructura y capacidad de decisión.
El traspaso del negocio -todos los activos y pasivos con la excepción de algunos vienes vinculados a la Fundación Bancaja- a BFA deja sin actividad real a la caja, que seguirá existiendo, aunque su papel en realidad será el de mero accionista, que recibirá dividendos y gestionará con ellos la obra social.
Sólo por ese motivo, la actual estructura directiva de la entidad deja de tener sentido. Una asamblea general con 200 miembros, un consejo de administración con 20, una comisión ejecutiva de 11, una comisión de control con 13 vocales, y otros órganos como los que controlan inversiones, auditoría o retribuciones, se antojaban del todo excesivos.
No ha sido necesario que Bancaja tuviera que tomar esa decisión. La ha tomado por ella la Generalitat, que en un decreto publicado el pasado miércoles en el Diario Oficial de la Comunitat Valenciana, modificó la norma que rige los órganos de gobierno de las cajas de ahorros, recortando drásticamente el número de miembros de las asambleas generales, los consejos de administración y las comisiones de control tanto de Bancaja como Caja del Mediterráneo (CAM), y suprimiendo el resto.
En la última época de Bancaja, la iniciada tras la fusión de Caja Valencia con Caja Castellón, por el consejo de admnistración de la entidad han pasado 91 personas. De ellas, sólo una ha conseguido mantenerse durante todo este tiempo, evitando las limitaciones temporales gracias a los cambios de la Ley de Cajas que ponían el contador a cero: Antonio Tirado Jiménez.
El actual vicepresidente primero entró en los órganos de gobierno con la fusión procedente de Caja Castellón, de la que era presidente. Su habilidad para mantenerse en el cargo es digna de estudio. Fue copresidente con José María Simó durante lo dos primeros años de Bancaja, ocupó la presidencia de una forma casi interina en el periodo de sucesión de Simó por Julio de Miguel, y con la llegada de José Luis Olivas ha conseguido no bajar ningún escalón. Su recorrido político, desde su militancia en el PSOE que le llevó hasta la alcaldía de Castellón, hasta su sonada salida del partido y posterior acercamiento al PP, le ha permitido mantener su sillón independientemente del gobierno de la Generalitat.
Hay otro consejero que vivió los primeros años de la nueva caja y que ahora también está en el consejo, José María Mas Millet, aunque ha estado casi diez años fuera del principal órgano de gobierno de la entidad.
El proceso de elección de los miembros de los consejos de las cajas de ahorros valencianas ha estado fuertemente politizado. El cambio de la ley que impulsó Eduardo Zaplana con su llegada a la Generalitat, introduciendo un nuevo grupo de representación en la asamblea elegido por Les Corts, supuso un cambio sustancial y abrió la puerta a duros procesos de negociación, cuando no de imposición de la mayoría parlamentaria, en la elección de los consejeros.
Tener el control del consejo de Bancaja -y también de CAM, naturalmente- se convirtió en asunto clave y cada proceso de renovación entraba en las agendas de PP y PSOE. Sin embargo, el poder del consejo de administración y la influencia de muchos de los 86 vocales que han pasado por el, visto en perspectiva, es más que discutible. ¿Quién ha mandado en la caja durante este tiempo?
Podrían distinguirse, a grandes trazos, cuatro épocas distintas en la historia reciente de Bancaja. La primera se centraría en los años previos a la fusión con Caja Castellón. Con la Generalitat recién constituida y el PSOE de Joan Lerma en el poder, la influencia de algunos fue muy relevante. Joaquín Azagra, Antonio Birlanga o Aurelio Martínez pusieron sobre la mesa un tema que ha vuelto a la actualidad, aunque por motivos radicalmente diferentes: la necesidad de un sistema financiero valenciano. Se intentó, sin éxito la fusión de Caja Valencia con CAM, se creó el Instituto Valenciano de Finanzas (IVF), y se resolvió el problema de las cajas provinciales.
Tras la crisis interna de Caja Valencia, que desembocó en una intervención encubierta del Banco de España, se abrió una segunda etapa con el nombramiento de José María Simó Nogués como presidente.
Simó, que era un empresario industrial, decidió apoyarse en el equipo que iba a modernizar la entidad. Nombró a Emilio Tortosa como director general, el cual estaba apoyado por un grupo de jóvenes directivos que han sido clave en las dos últimas décadas: Fernando García Checa, Domingo Parra, Jesús Sancho Tello y Aurelio Izquierdo.
En esa época, aún con los socialistas en la Generalitat, la caja empezó su proceso de expansión. La fusión con Caja Castellón creó Bancaja. Se modernizó la estructura, la imagen y el negocio, se entró en el Banco de Valencia y se compró el de Murcia.
También se logró la fusión con Caixa Sagunt, un dato clave porque propició la entrada en el consejo de administración de su presidente, José María Cataluña, uno de los hombres fuertes en el consejo durante muchos años, y de los pocos consejeros que se considera se han implicado plenamente en la gestión de la caja, más allá de las reuniones mensuales.
La caja se hizo grande, la tercera tras La Caixa y Caja Madrid, y creó un grupo, el séptimo financiero de España, con capacidad y fuerza para invertir.
La llegada del Partido Popular a la Generalitat, con Eduardo Zaplana como presidente, supuso una inflexión. La independencia con la que había gestionado la entidad Tortosa y su equipo se vio alterada de repente.
El propio exdirector general lo cuenta en la extensa entrevista que le realizó el periodista Adolf Beltran para el libro 'Emili Tortosa, conversaciones con un directivo comprometido' (Tàndem, 2009). "Había un personaje que daba órdenes, José Manuel Uncio, subsecretario de la Conselleria de Economía y director del IVF. Se pasaba el día al teléfono: "Que el presidente dice que Terra Mítica... Que el presidente dice que el Hospital de La Ribera... Que el presidente dice que recibas a un cliente...". Le pedí a José Luis Olivas, que entonces era conseller de Economía, que me lo quitara de encima".
Zaplana cambió la Ley de Cajas y logró la salida de José Maria Simó Nogués de la presidencia. Convenció a Julio de Miguel Aynat para que asumiera ese cargo. Tortosa, en el mismo libro, sentencia: "La entrada de Julio de Miguel implicaba que, en realidad, le daban el poder a Uncio".
Tres meses duró Tortosa con el nuevo presidente. "No me dejaba tomar decisiones porque las tenía que consultar todas con la conselleria". Dimitió, de forma pactada, y no sin antes asegurarse que uno de sus hombres de confianza, Fernando García Checa, aceptara la dirección general. El otro, Domingo Parra, sería nombrado consejero delegado del Banco de Valencia.
A partir de ese momento, el consejo de administración de Bancaja empieza a llenarse de caras conocidas en el empesariado local. La patronal, con Rafael Ferrando, o la Cámara de Comercio, con Arturo Virosque, entran de la mano de Zaplana.
Mientras el negocio financiero se desarrolla bajo la batuta de Checa, la caja acompaña a la Generalitat en varios proyectos con la aprobación de un consejo cuyos miembros están muy marcados políticamente.
Ese periodo se rompe con la marcha de Zaplana. Con Francisco Camps ya como presidente de la Generalitat, se produce un nuevo relevo en la presidencia. José Luis Olivas llega a Pintor Sorolla con vocación de presidente ejecutivo, algo que no se contempla en los estatutos, pero que, formalmente empieza a ejercer.
Es en ese periodo inicial de la última etapa de Bancaja cuando se produce un hecho insólito: dimite un miembro del consejo de administración. Y no lo hace por motivos personales. Lo hace por discrepancias en la forma en que se gestiona la entidad y con el papel de un consejo que parece haber delegado sus funciones en el exconseller de Economia. Jordi Palafox, profesor universitario y consejero por la cuota del PSOE, da el único portazo visible y real en la historia reciente de la entidad.
Olivas fue consolidando su hegemonía en la dirección de la caja hasta el punto de provocar también la salida de Fernando García Checa de la dirección general. Aurelio Izquierdo, su segundo, toma el mando, pero su perfil es aún más técnico que el de Checa. También Olivas negoció de manera estrecha y personal el acuerdo con Caja Madrid para crear el nuevo banco común en el que acabará diluyéndose el negocio típico de la caja.
En todos los episodios relatados, el consejo de administración de Bancaja ha pasado muy desapercibido. Algunos nombres, dependiendo de épocas, como los de Antonio Sotillo, Ana Zarzuela, Ángel Villanueva, o los ya mencionados Cataluña, Tirado o Palafox, cobraron protagonismo por su posición activa en el órgano de gobierno. De otros muchos, la mayoría, no hay más noticias que su nombre en las memorias anuales.
Con el cambio de la norma que regula los órganos de gobierno de las cajas, el poder del consejo -si es que alguna vez lo ha ejercido de forma rotunda- se diluirá. Por un lado, las decisiones a tomar serán pocas para una caja sin negocio. Por otro, la aparición de la figura del presidente ejecutivo arroja pistas sobre el futuro.
Esta pérdida de tamaño no es sino la consecuencias de que Bancaja ha dejado de ser una entidad financiera (el negocio está transferido a Bankia y al banco malo) y se ha convertido en un lemento decorativo más del mobiliario urbano Pero de eso, que es exáctamente lo contrario de lo que prometió que pasaría ssu presidente Olivas, nadie ha dicho nada de nada.
Buenos días: alguna vez se debía acabar. Los consejos de las Caja de Ahorro eran el refugio de los "dinosaurios" y en algunos casos fue sacarse la lotería sin haber jugado . Algunos han podido "sanear" su patrimonio "aumentar" el mismo que ni aún sus nietos podrán gastar. Para eso han servido las Cajas de Ahorro en general y en particular por aquí. Pero, se ha acabado a hora toca o "jubilarse" "retirarse" o hacer "mutis por el foro". Uno de los que mencionan por aquí me dijo en medio de La Mancha en un encuentro casual "yo ya lo he dejado así que estamos en paz" y así es ya "estamos en paz" lo que ocurre que aún pese a todo sigo vivo y haciendo cosas. Me alegra porque al menos el presupuesto se va a reducirse mucho.- Un saludo
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