BEIJING (CHINA). Yang Lu es fundadora y ceo de 'Yang Zhi Life', una de las consultoras con más éxito de China. Autora de varios libros sobre liderazgo empresarial, reconoce que la gestión empresarial en China está empapada de confucionismo: la estructura de las compañías es siempre piramidal, los jefes suelen adoptar una actitud paternalista y los empleados siguen el camino que su superior les marca, sin salirse un milímetro. Al llevar a cabo un cometido, el trabajador chino acata órdenes, sin pensar demasiado en la repercusión que tendrá su tarea en otros departamentos o en la totalidad del negocio.
La creatividad y el individualismo pueden llegar a interpretarse aquí como una terrible osadía, o como soberbia, algo que, según esta empresaria formada en varias empresas extranjeras, es un error y va en detrimento de la productividad. Autora de varios libros y vídeos sobre gestión que han cosechado éxitos de ventas aquí, Yang Lu reconoce que es "adicta al trabajo", pero que está aprendiendo a sacar tiempo para ella. También a dejarse llevar la contraria "por un empleado con una idea brillante". Justamente lo que ella pretende inculcarle a sus alumnos, entre los que se encuentran consejeros de las empresas más prestigiosas de la que es ya la segunda economía del mundo. (Esta entrevista ha sido publicada en la publicación mensual Consejeros, quien ha autorizado a ValenciaPlaza.com su reproducción).
-¿Cómo se le ocurrió le idea de hacer consultoría y asesoramiento a directivos?
-Porque en China falta talento. Tenemos que convertir a las personas en profesionales, y los empresarios no tienen demasiada cultura. Las compañías extranjeras cuentan con setenta años de historia, y en ese tiempo han ido forjando un ideario propio. Sin embargo, las empresas chinas no tienen un poso, una cultura propia. Los jefes chinos tienen menos experiencia, tanto que en ocasiones parecerían principiantes.
-Desde luego, han tenido menos años para aprender...
-Efectivamente, China sigue siendo un país agrícola. Sólo han pasado treinta años desde la apertura económica (Reforma y Apertura, programa de reformas económicas que inició Deng Xiaoping en 1978) por eso falta mucha base. A partir de los años ochenta entraron aquí muchas compañías extranjeras, y con ellas conceptos y formas de hacer las cosas que no tenían nada que ver con lo que habíamos visto en la economía planificada. Los chinos, por ejemplo, siempre habían creído hasta ahora que uno trabajaba en el mismo sitio hasta su muerte.
-¿Qué les puede aportar su empresa?
-Damos cursos a directivos, conferencias y entrenamiento a empleados... A los trabajadores, por ejemplo, les planteamos ejercicios y dinámicas de grupo adecuadas para cada sector, para que aprendan a involucrarse en el equipo y a mejorar su atención al cliente. A los directivos les enseñamos a ser más profesionales en su trato con los trabajadores, a organizar mejor su tiempo, incluso a interesarse por ciertos elementos que confieren estatus como el golf, el café, o el vino... Y sobre todo, a entender que detrás de ese vino o ese puro hay una cultura determinada, y que es preciso conocerla, empaparse de ella para poder disfrutar más.
-¿Cuáles son a su juicio los principales problemas del directivo chino?
-Mire, en las comidas de negocios muchos ceo chinos se beben su copa de vino de golpe, sin saborearla, como si fuera un licor. No se ria, es así. Compran diamantes como si fueran baratijas y bolsos de Louis Vuitton de diez en diez. Van a un concierto y se quedan dormidos: no quieren saber quién era Chopin. Les falta curiosidad, curiosidad e ideas propias. Cuando China se abrió y la gente empezó a hacer dinero, no sabía en qué gastárselo. Este país está demasiado poblado y la gente con educación es una minoría.
-Pero la élite china estudia masters en el extranjero, ha recibido una formación muy específica, habla idiomas...
-Es cierto que muchas empresas estatales están dirigidas por gente muy preparada, pero comparativamente, en el universo empresarial chino, son una minoría.
-¿Qué hay del empleado chino?
-La mayoría no tiene una actitud positiva ni proactiva. Si el jefe no está, se toman un descanso. Si un día están de mal humor, tratan peor a los clientes. No saben separar sus sentimientos del trabajo. Mucha gente no sabe diferenciar entre grupo y equipo. En nuestros cursos para empleados, les preguntamos qué elementos diferentes ven entre un equipo de la NBA, por ejemplo, y los turistas que viajan en grupo con una agencia. Y tienen que pensárselo durante un rato antes de contestar.
-¿Está segura de que los directivos y empleados extranjeros actúan de forma distinta?
-Los extranjeros saben diferenciar perfectamente entre el trabajo y la vida privada. Cuando trabajan, son serios, se entregan a fondo; cuando se toman vacaciones, las disfrutan e incluso puede que apaguen el móvil. A los chinos nos cuesta más trazar esa línea divisoria entre tiempo de trabajo y vida personal. Mezclamos mucho lo personal con lo laboral, y eso se nota en la dirección. Si un jefe se lleva mejor con alguien, le tratará mejor que al resto, claramente, como algo normal.
-¿Alguna cualidad del trabajador chino que no posea el occidental?
-La única cualidad de los chinos en el mundo de la empresa es su diligencia, que se basa en algo cultural, muy profundo, tiene que ver con nuestros 5.000 años de historia. Siempre decimos que ustedes, los occidentales, son vagos [sonríe]. Los chinos somos emprendedores, no tenemos miedo, aceptamos el riesgo y si algo sale mal, pasamos a otra cosa. Si observa a un empresario aquí, está trabajando todo el día. Si no es productivo no es porque no quiera, sino porque no sabe. Y nosotros podemos enseñarle.
-Su empresa tendrá entonces un nicho de mercado considerable...
-Es una industria naciente, como decimos aquí. Tan desorganizada que hay ventajas e inconvenientes. Por una parte, tenemos un margen de actuación muy grande, porque todo está por hacer. Por otra, no existen reglas ni parámetros de calidad, hay que forjarse una reputación y una imagen de la nada. Es lo mismo que ocurría con el sector tecnológico hace diez años.
-La imagen corporativa de su empresa es muy particular. No se ven logos, pero todo es de color violeta: las sillas, las cortinas, los uniformes de los profesores... ¿Qué idea quería transmitir?
-Elegancia y delicadeza, que para mí son cualidades que deben poseer tanto los empleados como los directivos. El violeta mezcla romanticismo y racionalidad. Tiene que ver con conciliar el trabajo y la vida privada, porque cuando se dirige una empresa no se puede ser demasiado sensible, pero tampoco se deben ignorar los impulsos...
-También ha decorado la oficina con elementos budistas que se ven también en otras empresas chinas. ¿Por qué traer su religión al lugar de trabajo? ¿No es eso mezclar vida personal y profesional?
-Un refrán chino asegura que la existencia depende de la aceptación. Un amigo me regaló esta estatua de Tíbet. Me gusta poner música de mantras budistas, me relaja mientras trabajo. Los chinos no creen en nada, las religiones han sido ignoradas e incluso borradas por el comunismo y tenemos una crisis de fe que provoca muchos problemas en la sociedad...
-Tal y como habla parece usted más americana que china...
-Sí, tengo un estilo más americano, capitalista, es verdad, porque trabajar en compañías como Hewlett Packard me ha influido muchísimo.
-Habla del capitalismo pero ¿no hace distinciones? ¿sólo contempla el modelo americano? En Alemania, por ejemplo, existe el llamado capitalismo renano: hay un consejo de vigilancia en las grandes corporaciones, donde el 50% de los puestos lo ocupan representantes de los trabajadores... ¿Había oído hablar de esto?
-No, la verdad es que no me suena en absoluto. En las empresas chinas hay sindicatos, uniones de trabajadores, así que imagino que tendrán las mismas funciones que esos representantes de los trabajadores a los que usted se refiere en Alemania...
-¿Cómo describiría el modelo empresarial chino actual? ¿Capitalismo de Estado?
-En China coexisten básicamente dos modelos. Por un lado están las empresas estatales, que están totalmente controladas por el Gobierno, y por otro lado están las empresas privadas, que pertenecen en parte al Estado y en parte al capital privado... Pero creo que, sea cual sea el modelo, las empresas chinas deben mejorar y profesionalizarse, y eso pasa por que lo hagan sus trabajadores también.
-En fin, usted que les da clases ¿cuánto calcula que tardarán los directivos chinos en, como usted dice, profesionalizarse?
-Les queda un camino muy largo. Yo diría que unos veinte años, pero no estoy segura de que puedan conseguirlo en menos tiempo...
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