VALENCIA. El estudio de los resultados de los comicios desde 1983 muestra como punto de inflexión el año 1995, cuando finalizó la etapa del Gobierno socialista y comenzó la del Partido Popular. Todo el recorrido por los registros electorales permite establecer una radiografía de la realidad política valenciana a partir de la cual se extraen causas y consecuencias de relevancia.
Este análisis guarda bastantes similitudes con el que ya hicimos de la situación electoral en la ciudad de Valencia, lo cual hará más fácil esta exposición.
Como entonces (y como casi siempre), es muy útil atender al pasado para comprender mejor el momento actual. Esta ha sido la evolución de los porcentajes de voto en las elecciones valencianas desde la primera:
El vuelco se produce justo en 1995, y se consolida con un incremento paulatino desde entonces. Es, como cuando hablábamos de Valencia ciudad, un cambio estructural. Que, de hecho, sigue un patrón parecido a aquel. La derecha ha multiplicado por dos sus apoyos en estas dos décadas y media, mientras que la izquierda se ha mantenido relativamente estable:
*Nota: los datos son una estimación. Pueden variar en pequeñas cantidades (+/- 3%) que en ningún caso afectan a la argumentación.
De este enorme crecimiento, el PPCV se ha quedado cada vez con más, hasta prácticamente copar el espectro:
¿Cómo lo hicieron? Primero, aprovecharon la coyuntura existente entre 1991 y 1995: la crisis económica y de la marca PSOE, y la falta de un discurso identitario claro del PSPV. A esto se unió la alianza tácita primero y explícita después con la potencia emergente, Unió Valenciana, quienes, desde posiciones conservadoras y anticatalanistas, sí podían crear dicho discurso identitario. Y, por último, Eduardo Zaplana, un candidato carismático y aparentemente joven que parecía encarnar el futuro, frente a un Joan Lerma que arrastraba desgaste por el gobierno.
Después, a partir de 1995, absorbieron de facto a Unió Valenciana y a la parte menos radical de su discurso. Además, se aprovecharon enormemente de la expansión económica que se producía en España, centrada en los sectores de la construcción y el turismo, en detrimento de la industria. Puesto que en Madrid gobernaba Aznar desde 1996, llevar planes adelante no supuso problema alguno. Y, frente a esto, en el PSPV cristalizó la lucha interna en torno al eje identitario y a "familias" dentro de la organización, que se plasmó en las fallidas Primarias de 1998, cuando Joan Romero se vio forzado a dimitir como candidato y Secretario General.
DERECHA COHESIONADA, IZQUIERDA DESDIBUJADA
A partir de aquí, se dibuja un escenario en el cual la derecha está unida y cohesionada, tanto en propuestas, como en organización política y en concentración del voto, frente a una izquierda que no es capaz de coordinarse en ninguna de las tres áreas. Es cierto que el PPCV ha tenido y tiene problemas internos, y no solo causados por la corrupción y la acusación de presunta financiación ilegal. Por ejemplo, el desbarajuste entre seguidores de Camps y Zaplana cuando este último dejó su plaza al primero para irse a Madrid, alimentado después por el presidente de la Diputación de Alicante, José Joaquín Ripoll. Pero, en general, los populares tienen un partido tranquilo y cohesionado. Aparte de los factores externos e históricos, esto se debe a que electoralmente funcionan muy bien en todo el territorio, y por tanto no hay problema a la hora de conseguir una cuota de poder en las Administraciones. En esta cómoda posición, y aprovechando de que dispone de los mecanismos del sector público puede reforzar su proyecto de futuro para la Comunitat, adaptándolo a las circunstancias (crisis) y a los rivales (descohesionados).
Al PSPV le sucede justo lo contrario: elección tras elección pierde concejales, Ayuntamientos y escaños. Por tanto, las luchas internas por acceder a puestos relevantes son mucho mayores. Además, no han sido capaces de resolver su problema casi histórico de definir un discurso identitario y un proyecto de futuro basado en éste para la Comunitat.
¿Y el resto de la izquierda? Tras el intento bienintencionado de unificación en la plataforma de Compromís de 2007, la desunión durante esta legislatura ha sido crítica, casi sangrante. Al final, la marca Compromís se ha quedado para el Bloc y la nueva formación Iniciativa del Poble Valencià, la escisión de Esquerra Unida encabezada por Mónica Óltra y Joan Ribó, mientras EUPV se presenta, por su cuenta. Es decir: se ha puesto en evidencia que la cuestión del discurso nacional-identitario divide a la izquierda.
Ante esta situación de total división de sus rivales, y con la corrupción como principal arma arrojadiza contra ellos, el PPCV ha optado por una campaña de bajo perfil para no arriesgar la ventaja que ya tienen: con ella pueden mantener su cohesión interna sin facilitar un "rival" claro a la oposición, lo cual le pondría más fácil coordinarse.
LOS MEDIOS REFUERZAN LA SITUACIÓN
La mayoría de medios de comunicación, algunos por supuesta manipulación y la mayoría haciendo simplemente su trabajo, refuerzan toda esta situación: el PPCV lleva el ritmo de la agenda mediática porque es quien pone los temas sobre la mesa, mientras el PSPV va a rebufo, centrándose en criticar a los populares en vez de generar su propio discurso. Además, el marco perceptivo sobre Alarte es muy fuerte: las pocas personas que le conocen (alrededor de un 45% de los electores) le perciben como un candidato débil y sin propuestas concretas, en gran parte por la imagen que dan de él los medios, condicionada por la situación de su partido.
Con todo esto, los resultados son fáciles de imaginar, y de hecho las encuestas ya los predicen: el PPCV se mantendrá en votos y quizás suba en escaños por el descenso de votos del PSPV, dada su incapacidad de articular una propuesta coherente y su barrera con los medios. EUPV podría mantenerse o perder algo según las encuestas, pero ojo, porque es posible que las protestas de esta semana les favorezcan tanto a ellos como, especialmente, a Compromís. ¿Y por qué podría ser así? Porque la coalición valencianista de izquierdas suena más nueva, fresca y joven, dado que la "marca Bloc" queda oculta) y cuentan con Mónica Oltra, una de las figuras políticas que no solo en Valencia, sino en todo el territorio español son más capaces de conectar con el espíritu, el lenguaje y las reivindicaciones de los jóvenes que están apoyando estas protestas. En todo caso, superar la barrera del 5% va a ser muy difícil para ellos.
¿Y después de estas elecciones, qué pasará? Los datos nos dicen que la situación es, cuanto menos, complicada para la izquierda. En 2015, según las estimaciones del que suscribe, entrarán unos 452.000 nuevos votantes al electorado valenciano. Pero saldrán casi los mismos: 445.000. En 2007, la diferencia entre el PPCV y la suma de todos los partidos de la izquierda fue de 266.000 votos. En 2011 cabe esperar un resultado similar, pongamos 250.000. Aún teniendo en cuenta que la mayoría de los votos que "salen" (sobre todo defunciones de personas mayores) son de derechas, y restando la abstención, la izquierda debería dar un vuelco similar al que dio la derecha en 1995, acaparando la práctica totalidad de los nuevos sufragios. La pregunta que deberían estar haciéndose, pues, es cómo conseguir tal éxito. No parece que la reflexión de la izquierda valenciana esté, ni mucho menos, en este punto.
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(*) Jorge Galindo es sociólogo y analisa político
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