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¿Por qué unos partidos ganan y otros pierden?

ANSELM BODOQUE (*). 19/05/2011 "Para que el PSPV-PSOE ganara las elecciones autonómicas, cada militante socialista debería convencer a 64 personas de que votaran a Jorge Alarte..."

VALENCIA. La depauperada concepción de la política como mera lucha por el poder oculta que los partidos son, en contra de lo que desearía una parte de las elites políticas, organizaciones para la acción, la participación y la representación colectiva.

Una fuerza política difícilmente conseguirá sus objetivos si no cuenta con recursos humanos, intelectuales y económicos. La marca es importante, los líderes, los programas y los valores asociados a una organización también; pero sin recursos no van a ninguna parte.

Centrémonos en las personas. Los afiliados son, cuando actúan cohesionadamente, un verdadero intelectual colectivo y un instrumento básico para recoger pulsiones ciudadanas y mostrar públicamente la fuerza y características de una organización. Un partido sin afiliados es una cáscara vacía. Los militantes son defensores imprescindibles de las iniciativas partidistas, y el primer termómetro de su presencia social y de su capacidad representativa y electoral: a mayor militancia, más posibilidades de ganar unas elecciones, aunque a veces la ecuación no se cumpla.

Aclarar, antes de seguir adelante, que tener más afiliados no da una legitimidad democrática más elevada a los partidos, ni presupone que hagan las mejores políticas públicas para la ciudadanía: mayor militancia significa únicamente tener más posibilidades de conseguir el dominio y la hegemonía políticas en una sociedad.

En la Comunidad Valenciana, si es cierto lo publicado, el PP tiene unos 130.000 activos, el PSPV-PSOE en torno a 20.000, EU alrededor de 3.500 y Compromís (sumados BNV, IPV y Verds) una cantidad similar a la de EU. La desproporción en el número de afiliados es evidente y eso tiene que ver con el esfuerzo electoral y las posibilidades para conseguir una victoria electoral. En las elecciones autonómicas de 2007, el PP consiguió 1.277.458 votos, el PSPV-PSOE 838.987 y EU+Compromís 195.116.

Con la militancia actual, si se quieren repetir los resultados de hace cuatro años, cada afiliado del PP debe convencer a unos 10 votantes, los de Compromís y EU a 28, y los del PSPV-PSOE a 42. Pero, si el objetivo es superar en un voto los resultados del PP en 2007, el esfuerzo electoral de los socialistas deberá ser de 64 votos por cada militante: un trabajo enorme; y el de EU o Compromís, por separado, de 365 votos por cada afiliado: una fantasía imposible. Y todo ello, sin considerar la hegemonía ideológica, los recursos económicos y el poder institucional que acumula el PP. ¿Por qué ocurre esto?

COMPROMÍS

Empecemos por Compromís. El BNV tradicionalmente ha criticado, con razón, la desproporcionada y poco democrática barrera del 5% para acceder a las Corts Valencianes. Es un obstáculo evidente, que desde siempre ha dificultado su acceso al parlamento; pero también ha sido una excusa para no analizar qué fallaba en el trabajo y el relato político del nacionalismo valenciano: es más fácil echar la culpa a la nefasta barrera electoral que a las propias limitaciones.

Sorprende (o debería hacerlo) que la única fuerza que se dice nacional y restringe su actuación política a la Comunidad Valenciana haya tardado 32 años de elecciones municipales en poder presentar en 2011 candidaturas en algo más del 50% de los municipios, siendo la vez que más candidaturas ha presentado. Sorprende que sea un partido sin discurso ni presencia relevante en las comarcas castellanohablantes, que casi sea marginal en las ciudades más pobladas (Alacant, Elx y València), y que cuente con una implantación muy desigual en el resto de comarcas.

Sorprende que tenga los mayores índices de volatilidad electoral y que no haya sabido aprovechar mínimamente las dificultades de socialistas y comunistas de las últimas dos décadas, a diferencia del BNG gallego. Y sorprende que tenga una militancia global que, a duras penas, alcanza los 3.000 afiliados, muchos de ellos de características socioprofesionales similares, con una capacidad de actuar en la sociedad civil demasiado limitada a los temas identitarios (lengua y cultura) y a algunas asociaciones muy concretas (sindicatos nacionalistas, mundo de la enseñanza y la administración pública, sectores culturales minoritarios, algunos pequeños empresarios y poco más). Así es difícil ser una fuerza política importante y superar con comodidad el listón electoral del 5%.

ESQUERRA UNIDA

Lo mismo ocurre con EU. Su marca es más potente que la de BNV (o Compromís), su afiliación, es superior en algunos centenares de personas; pero su fuerza institucional, social y territorial es insignificante: muy inferior a la del BNV. Salvo la militancia en sectores de CCOO y en asociaciones minoritarias, su presencia en la sociedad civil es subsidiaria, y su capacidad para presentar listas municipales muy inferior a la del BNV, y a menudo con personas que ni viven ni actúan políticamente en las localidades donde inscriben la lista.

La marca tiene un cierto prestigio para una parte minoritaria de la sociedad de tradición comunista, sindicalista y para una cierta izquierda bienpensante y acomodada. Gracias a eso, puede afrontar en solitario las elecciones autonómicas y confía en superar la barrera del 5% e, incluso, cree que podrá atraer votantes socialistas descontentos. Sin embargo, su presencia social y su trabajo político es más limitado que el del BNV y, de ese modo, sus grandes objetivos (romper el denostado bipartidismo y condicionar las políticas gubernamentales), es tarea que roza lo imposible.

En el fondo, el discurso del nacionalismo del BNV, del ecosocialismo de IPV y Verds, y del comunismo de EU adolece de una cierta falta de sentido de la responsabilidad cuando culpan a la barrera electoral o al bipartidismo de su irrelevancia política. Con tan escasa militancia, tan limitada presencia territorial y asociativa, y con una actividad política voluntarista, pero exigua y diletante, difícilmente podrán conseguir lo que persiguen. Las barreras electorales o el bipartidismo no son maldiciones divinas: cuando existe una realidad social suficientemente fuerte, se superan. Sus limitaciones políticas, seguramente, tienen más que ver con un análisis demasiado ideológico de la sociedad valenciana, y, sobre todo, con sus divisiones internas, la falta de horas de trabajo político productivo, la ausencia de relatos estructurados a partir de la realidad, y la pobre, en ocasiones, voluntad de acercamiento y diálogo con todos los sectores sociales para transcender el pequeño y endogámico mundo en el que viven desde hace décadas.

PSPV-PSOE

El PSPV-PSOE, por el contrario, es la principal formación de la izquierda valenciana, entre 1977 y 1993 fue la fuerza más votada, gobernó la práctica totalidad de los ayuntamientos en los años ochenta del siglo pasado y fue el partido de la Generalitat en las tres primeras legislaturas autonómicas. Todavía hoy gobierna para el 25% de los valencianos en el ámbito municipal. Es y será, mientras que no se modifique el actual sistema de partidos, la única fuerza que puede llegar a ser alternativa al PP.

Sin embargo, para intentarlo solo cuenta con unos 20.000 afiliados, que deben hacer un esfuerzo electoral seis veces mayor que los del partido de la derecha. La militancia está presente en todo el territorio y tiene más presencia social (sobre todo donde gobierna) que Compormís o EU. Pero, a pesar de ello, es una militancia desigualmente distribuida en la geografía, con grandes problemas para estructurarse en las grandes ciudades y en los lugares donde no gobierna, bastante fragmentada internamente, con poca capacidad para sumar esfuerzos y hacer equipos grandes y duraderos en el tiempo, empobrecida política, social e intelectualmente en las últimas décadas, sin mucha capacidad autocrítica, con escasa presencia en la sociedad civil (excepto algunos sindicatos y asociaciones, y lugares donde gobierna), sin centros de pensamiento propios y fuertes lógicas clientelares internas en la ocupación de los cargos institucionales y de la organización.

Los socialistas tienen que renovar profundamente su cultura política, aprender a sumar internamente, dejar de situarse a la defensiva y de vivir en la desconfianza, asumir el debate abierto y dialogar con mucha gente sin prepotencias y sin renunciar a ningún espacio ni sector social; deben competir por la hegemonía política e ideológica en todas partes, pensar y entender la sociedad valenciana actual (sociológicamente muy diferente a la de los años ochenta del siglo pasado), promocionar a personas competentes y multiplicar ampliamente el numero de afiliados si quieren aumentar las posibilidades de gobernar la Generalitat.

Son la fuerza que tiene la responsabilidad de construir una alternativa a un modelo de gobierno del PP en la Comunidad Valenciana que, a pesar de la propaganda oficial, hace aguas; pero acumulan limitaciones propias y errores que han hecho posible que desde 1995 no hayan sido percibidos por la mayoría de la sociedad como la alternativa necesaria. Sin duda, tienen razón cuando critican muchos de los excesos y corruptelas del PP, pero se equivocan si piensan que el PP gana únicamente gracias al abuso de poder.

PARTIDO POPULAR

Finalmente, el PP. Es el gran partido hegemónico. Gobierna la Generalitat, las tres diputaciones, los ayuntamientos de las capitales de provincia y a más del 70% de la población en los municipios. Tiene una presencia capilar en la sociedad, una penetración en el tejido asociativo enorme, practica un clientelismo social muy efectivo, mantiene una agresiva tensión discursiva que le permite combatir diariamente por controlar el espacio público, cuenta con un relato grandilocuente, falsario, simple y eficaz de lo valenciano, ha conquistado la hegemonía ideológica, y gestiona más recursos económicos, mediáticos e institucionales que el resto de partidos. Su maquinaria política está bien engrasada y ha sabido contar con personas preparadas o con habilidad y ambición para penetrar en el territorio y en la sociedad civil.

Con todo, debe hacer frente a problemas derivados en parte de su idiosincrasia y en parte de su éxito: las tensiones entre las diferentes derechas que conviven en su seno, el creciente número de arribistas en sus filas, los casos de corrupción y de abuso de las instituciones derivados de la acumulación de poder, las dificultades para regenerar a unos líderes muy debilitados y una imagen que ha quedado muy maltrecha por el caso Gürtel y las mentiras de sus dirigentes, la cultura autoritaria en la gestión de algunas instituciones, los casos prepotencia, de negación de la pluralidad de la sociedad valenciana y la creencia de que lo que ellos piensan o proponen es lo único posible y lo que debe aceptar, sin más, la totalidad de los valencianos.

Del mismo modo, el PP valenciano tendrá que hacer frente, más pronto que tarde, a la crisis económica y a las consecuencias del fracaso del modelo socioeconómico neoliberal y desarrollista que ha impulsado. Desde 2004, echar la culpa de todo a Zapatero les ha funcionado, han abusado de la critica a ZP hasta el delirio; pero lo cierto, es que la Comunidad Valenciana, pierde posiciones en términos relativos en España y en Europa, el número de empresas industriales no deja de retroceder entre nosotros, el paro es mayor que en España, la economía sumergida tiene más peso, en nuestro mercado de trabajo perdemos gente preparada y aumentan los poco cualificados, hemos perdido las principales entidades financieras valencianas, los indicadores de nuestro Estado del Bienestar (Sanidad, Educación, Dependencia) nos sitúan a la cola de España y nuestros niveles de transparencia o de gestión plural de los medios de comunicación públicos son ínfimos.

Y eso, esencialmente, es responsabilidad del Gobierno Valenciano. El PP cree que una macrovictoria electoral le exculpa de los errores cometidos; pero, en democracia, las urnas sólo legitiman a las mayorías para gobernar, y, eso sólo comporta, que los vencedores forman gobiernos que deben tener sentido de la responsabilidad, transparencia y respeto a las minorías. Las falacias y el abuso del poder nunca son exculpados por las urnas.

Se puede tener la impresión de que, a veces, los partidos valencianos parecen afectados por el síndrome Mourinho y, cuando analizan las cosas, claman, como el histriónico y manipulador entrenador portugués, su particular ¿por qué nos pasa lo que nos pasa? y casi siempre se niegan a discutir la realidad, a analizar las propias limitaciones, a reconocer los méritos del adversario y prefieren buscar la explicación de sus problemas en supuestas conspiraciones externas, en la descalificación o el insulto al rival, huyendo del debate abierto o, lo que es peor, echando la culpa a los ciudadanos. Quizás, por eso y porque somos un país de tradición católica, ante las adversidades, también en política, recurrimos demasiado a menudo a la voluntarista idea de que la fe mueve montañas y esperamos que el tiempo, nuestros buenos deseos, la suerte o un milagro sean suficientes para conseguir el éxito en nuestros propósitos. Seguramente, mejor nos iría si asumiéramos la idea de la autoexigencia, del esfuerzo, del si tu te ayudas, Dios te ayuda de la cultura protestante, porque el conocimiento y el trabajo en equipo, continuado y eficaz mueven más montañas que el voluntarismo.

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(*) Anselm Bodoque es analista político

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1 comentario

Abelard Saragossà escribió
08/06/2011 07:29

Bon dia, Anselm. M'han agradat molt els teus articles. Gràcies per enviar-me'ls,

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